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Vuelta a las tesis de los años 70 para unir a los trabajadores en tiempos de 'uberización' de la economía

Manifestación del sindicato Brandworkers, fundado por Daniel Gross, uno de los autores de  Labor Law for the Rank and Filer.

Aldo Mas

Al otro lado del Océano Atlántico existe un desierto sindical. Es Estados Unidos. El país del presidente Donald Trump figura entre los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) con menor tasa de sindicalización. Apenas un 10% de los estadounidenses están afiliados a un sindicato. Aunque en el sector público la proporción de trabajadores sindicados supera por poco el 30%, en el sector privado el porcentaje se encuentran por debajo del 10%. La evolución de esos porcentajes apunta a la baja.

Este contexto, sin embargo, parece propicio para un tipo de lucha sindical, probablemente una de las más radicales: la de los sindicatos autogestionarios, un tipo de organización de trabajadores de inspiración “revolucionaria”. De esto da cuenta el actual revival que está experimentado el libro Labor Law for the Rank and Filer (Ed. PMPress, 2011), algo así como 'Ley laboral para las bases'. El volumen lo firman los activistas Staughton Lynd y Daniel Gross.

En realidad, este libro es una adaptación al siglo XXI del libro homónimo que escribiera Lynd en 1978. Pero con el paso de los años, el libro se ha convertido en una herramienta para “unir a los trabajadores sin sindicatos”, según los términos de un reciente titular del prestigioso diario The New York Times, periódico que dedicaba hace unos días un amplio reportaje a la creciente influencia de las tesis contenidas en el libro. “Empleados de Uber y del sector tecnológico encuentran una visión en un libro publicado por por primera vez en 1978”, indicaba el prestigioso diario neoyorquino.

Lynd, ya nonagenario, accedió en su momento a revisar el contenido de su obra junto a Daniel Gross, activista del sindicato autogestionario Trabajadores Industriales del Mundo (IWW, por sus siglas inglesas). A sus cuarenta años, Gross ya ha tenido tiempo de organizar sindicatos de este tipo en el sector de la hostelería y en el de la producción de comida en Nueva York. Pero gracias a su implicación en la reedición de Labor Law for the Rank and Filer, la influencia de sus ideas está teniendo impacto más allá de esos sectores.

De hecho, según The New York Times, el libro contribuyó a inspirar hace un año la huelga de 20.000 trabajadores del gigante tecnológico estadounidense Google a cuenta de cómo la empresa lidió el con el despido de varios ejecutivos de la empresa acusados de acoso sexual a los que se ofrecieron importantes indemnizaciones. La “Marcha Google por el cambio real” se llamó esa movilización, que pedía cambios en la cultura empresarial del gigante tecnológico.

No fue aquel paro resultado de una clásica movilización sindical, llevada de la mano por una organización de trabajadores institucionalizada, como podrían ser los grandes sindicatos europeos. Éstas instituciones sindicales europeas parecen identificarse con lo que Lynd y Gross llaman en su libro “business union”, algo sí como 'sindicato de negocios'. En este sindicalismo se encuentra la idea de que los trabajadores se afilian a la organización “para obtener beneficios materiales a cambio de cuotas mensuales”, como “si el trabajador estuviera comprando un seguro”, se lee en Labor Law for the Rank and Filer.

Sindicalismo de negocios vs sindicalismo solidario

El volumen de Lynd y Gross defiende la idea de otro tipo de sindicalismo: el “sindicalismo solidario”, donde se “rechaza el acomodarse al capital, algo inherente al modelo del sindicalismo de negocios”. En su capítulo dedicado a la “práctica del sindicalismo solidario”, Lynd y Gross plantean tres ideas clave para diferenciar estos dos tipos de sindicalismo. El de los sindicatos de negocios está basado, dicen los autores de Labor Law for the Rank and Filer, en tres ideas: uno, “el sindicato está controlado desde arriba hacia abajo por los cuadros y su equipo, que a menudo no trabajan en las oficinas de la empresa”; dos, “la acción directa se evita o se usa sólo cuando se puede coreografiar y controlar de cerca desde arriba”; y tres, “la pertenencia al sindicato se pierde cuando el trabajador deja la unidad de producción”.

Las tres ideas clave del sindicalismo solidario de Lynd y Gross son otras: uno, “el control está en las bases”; dos, no hay escenificación de la “acción directa”; y tres, “los miembros llevan su afiliación con ellos (…) incluso cuando cambian de trabajo”.

En realidad, “estas ideas encuentran sus orígenes a finales del siglo XIX, pero empezaron a concretarse en la primera década del siglo pasado. Lamentablemente, muchos de los elementos fundacionales de la sociedad y la economía no han cambiado”, explica a eldiario.es Michelle Flores, responsable en la organización de trabajadores Brandworkers, fundada hace ya doce años por el propio Gross en Nueva York.

En su libro, los autores no se limitan a realizar definiciones. El centenar de páginas sobre las que se extiende Labor Law for the Rank and Filer versan mayormente sobre legislación laboral en Estados Unidos y jurisprudencia en casos en los que hubo enfrentamientos entre empleados y empresas. En él se avisa, por ejemplo, de los riesgos que entrañan las sentadas y ocupaciones de centros de trabajo.

“En este país [Estados Unidos], los trabajadores que apuestan por las sentadas o las ocupaciones en los centros de trabajo deben empezar reconociendo que están actuando fuera de la ley. Esto no significa que sus acciones sean inútiles”, escriben Lynd y Gross. “Todo dependerá de la habilidad de los trabajadores de persuadir a los vecindarios más inmediatos y a una comunidad más amplia de que están actuando de manera justa, y que podría ser cruel e injusto permitir al propietario legal [de la empresa] acabar con sus puestos de trabajo”, abundan.

¿Y si los trabajadores llevaran los negocios solos?

Junto a sentadas y ocupaciones, el libro plantea también guías de actuación para otras acciones, aún más básicas, como la mera organización de trabajadores en un Starbucks, o también potencialmente más arriesgadas, como la realización de manifestaciones y protestas espontáneas.

“No es un libro para leer de principio a fin”, ha escrito la investigadora Debra W. Kidney en la publicación académica Labor Studies Journal a cuenta del libro de Lynd y Gross. “Es una referencia para el activista sindical que hará lo mejor usando el índice para dar con la descripción de un tema o encontrar en él otras fuentes para explicar aún más un asunto determinado”, según Kidney.

Leer el libro, en cualquier caso, es lo que sí parecen haber hecho tanto los huelguistas de Google del año pasado como los responsables de algunas emergentes organizaciones de trabajadores surgidas al calor de la 'uberización' de la economía. En su artículos sobre Labor Law for the Rank and Filer, The New York Times, mencionaba a la organización Vehículos y Conductores Compartidos Unidos, un grupo que representa en California a 5.000 conductores de Uber y de Lyft, otra empresa estadounidense de transporte a través de una aplicación móvil.

A ellos y a los que quieran movilizarse sin recurrir a sindicatos tradicionales deberían servir las tesis de Lynd y Gross. Para la clase trabajadora estadounidense especialmente, pero no únicamente ésta, su libro puede ofrecer abundantes respuestas a interrogantes surgidos en momentos de movilización.

El volumen termina con más de una pregunta. “¿Y si los trabajadores y las comunidades llevaran los negocios ellos solos? La gente dirá: ¡Eso es radicalismo!. Nos han llamado cosas peores. ¿Por qué no debe la democracia que pedimos en el ámbito político extenderse al ámbito laboral donde todos nosotros pasamos tanto tiempo de nuestras vidas?”, concluyen Lynd y Gross.

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