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Diez años de la cena secreta entre banqueros y un ministro que inició el mayor rescate de la historia de España

Emilio Botín, Rodrigo Rato, Luis de Guindos, Francisco González e Isidro Fainé.

Diego Larrouy

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6 de mayo de 2012. Noche. En la sede del Ministerio de Economía y Competitividad se reúnen el entonces ministro, Luis de Guindos, y los cuatro principales banqueros del país: Isidro Fainé (La Caixa), Francisco González (BBVA), Emilio Botín (Santander) y Rodrigo Rato (Bankia). Es su segundo encuentro en 48 horas para valorar la situación del sistema financiero español, en este caso centrado en Bankia. La entidad heredera de Caja Madrid y otra media docena de cajas se encuentra al borde del colapso y Rato intenta defender su plan para reflotar y sanear el grupo. Al término de la reunión, el que fuera responsable del “milagro económico” del PP asume la realidad y anuncia su dimisión. 72 horas más tarde se producía la nacionalización de Bankia, el mayor rescate financiero de la historia de España.

Esta cena en una noche de domingo –“un modesto tentempié”, según el relato de Guindos en sus memorias– protagonizó una parte del juicio sobre la salida a Bolsa de Bankia y todos los implicados –salvo Botín, por su fallecimiento– tuvieron que dar sus versiones de lo allí ocurrido. En ocasiones, estos relatos han chocado sobre lo que realmente se dijo en ella. Lo que se ha dado como hechos probados, que aparece en la sentencia del caso Bankia, es que dos días antes, el 4 de mayo, Guindos convocó a los cuatro banqueros citados en su Ministerio. El objetivo era informarles de que se iba a aprobar un Real Decreto que obligaría a hacer mayores provisiones en la banca para afrontar las pérdidas. Rato, en el transcurso del encuentro, pide otra reunión, en este caso para centrarla en Bankia.

En el mismo lugar y con los mismos presentes, pero cuarenta y ocho horas después, el que fuera vicepresidente del Gobierno defendió que el plan que había trazado para salvar a la entidad era suficiente y que no necesitaría más aportaciones por parte del fondo de rescate, el FROB. Todo ocurrió, según relató Rato, en “el despacho circular que está frente al despacho del ministro”. Según figura en la sentencia, “el señor ministro don Luis de Guindos, secundado por los presidentes del BBVA y Santander, señores González y Botín, consideró insuficiente el plan explicado por don Rodrigo de Rato, entendiendo que era necesario incrementar la cifra de ayudas públicas en una cuantía muy superior a los referidos 7.000 millones de euros, cercana a los 15.000 millones de euros, extremo que el señor Rato estimó inasumible y desproporcionado”. En ninguno de los dos encuentros estuvo presente Miguel Ángel Fernández Ordóñez, gobernador del Banco de España, el supervisor del sector bancario.

Rato defendió en el juicio que fue una “encerrona” y que a él lo “cesaron”. Pero aquí es donde empiezan las versiones contradictorias. Guindos aseguró que “había desconfianza en el plan, pero no se entró en cuestiones personales”, y apuntó que fue Rato el que le sugirió que dimitiría. González, del BBVA, reconoció que “le dije que lo mejor era que dimitiera porque no podría conseguir ese capital. El señor Botín estaba de acuerdo y el ministro creo que también”. Fainé, según esta versión y la que él mismo planteó en el juicio, no habría presionado para su salida y habría visto con mejores ojos el plan de Rato.

Fuera como fuere el nivel de presión que recibió Rato, aquella reunión inició una cuenta atrás de 72 horas que acabó con el anuncio de la nacionalización de BFA, la entidad matriz de Bankia. Al día siguiente de la reunión, el que fuera director del Fondo Monetario Internacional anunció públicamente su dimisión con un comunicado a la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Una dimisión de la que posteriormente se arrepintió, según reconoció Guindos en su intervención en el Congreso durante la comisión de investigación de la crisis financiera. “En ese momento sí le dije: usted dimite inmediatamente porque ya lo ha comunicado a la CNMV”, aseguró el hoy vicepresidente del BCE.

El día 9 de mayo fue un día intenso en la entidad. A las 13:00 horas Rato convocó un consejo de administración de Bankia, donde dimitió y propuso a José Ignacio Goirigolzarri para ponerse al frente del grupo. A las 18:30 horas, hizo lo propio en BFA, la matriz del banco. “En tal acto, todos los asistentes, consejeros de la entidad, mostraron su apoyo y efusivas felicitaciones a don Rodrigo de Rato por su actuación al frente de las entidades BFA y Bankia”, reza la sentencia del caso Bankia. A las 20 horas, el consejo, ya con Goirigolzarri en la presidencia, informa a la CNMV que prevé convertir en acciones las participaciones preferentes que tenía el FROB (el Estado).

Bankia ya había quedado nacionalizada. Sin embargo, unas semanas más tarde, el 25 de mayo, la nueva dirección del banco reconocías, tras haberse reformulado las cuentas, que la situación del banco precisaba de una mayor inyección de dinero público. La nueva petición fue de 19.000 millones.

Estos días se cumple, por tanto, una década de aquellas reuniones secretas en el Ministerio de Economía entre banqueros y de las jornadas posteriores que causaron un grave daño a las cuentas públicas. El juicio del caso Bankia dejó todo este proceso, que incluye la creación de Bankia, la salida a Bolsa y la reformulación de sus cuentas –pasando de ganancias a unas pérdidas millonarias–, sin responsables. Los 34 acusados, con Rodrigo Rato a la cabeza, quedaron absueltos y, judicialmente, el mayor rescate financiero de la historia de España ha quedado sin culpables. La Audiencia Nacional entendió que no cabía condenar a los acusados porque todo lo que se hizo contaba con el aval del Banco de España. Sin embargo, los supervisores no fueron juzgados.

¿Qué fue de quienes acudieron a aquella cita? Guindos dejó en 2018 el Gobierno y ahora es vicepresidente del Banco Central Europeo. González dimitió de la presidencia de BBVA en 2018, presionado por el escándalo de la supuesta contratación del excomisario Villarejo por parte del banco. Botín falleció en 2014. Rato ha protagonizado buena parte de la crónica judicial de los últimos años con casos como el de las tarjetas black, por el que cumplió dos años de prisión, y por el caso Bankia, donde fue absuelto; entre otras causas que siguen abiertas. Fainé es el único de aquellos banqueros que sigue siendo poderoso. Ya no desde la presidencia del banco, pero sí desde la Fundación LaCaixa, principal accionista de CaixaBank, que, precisamente, acabó absorbiendo hace un año a Bankia.

Una quinta parte del rescate

Diez años después, el Estado sigue teniendo una patata caliente sobre la mesa, al igual que ocurre con la Sareb, el banco malo. En lo que respecta a Bankia, se inyectaron 24.000 millones (sumando las ayudas que recibió BMN, posteriormente absorbida). Solo una pequeña parte de aquel millonario rescate ha sido recuperada. De ese total hay que restar unos 1.100 millones que el Estado recibió en dividendos de Bankia en los años en los que fue su accionista mayoritario. Además, ya realizó dos desinversiones en el grupo bancario en 2014 y 2017, que se tradujeron en unos 1.300 y otros 800 millones. Se añaden otros 210 millones que ha recibido de dos dividendos como propietario del 16% de CaixaBank en el último año. Pese a todo, el importe pendiente de recuperar sigue, una década más tarde, por encima de los 20.000 millones.

La actual participación del Estado en CaixaBank, al igual que ocurría con el 61% que tenía en Bankia, no sirve para cubrir ese importe. Cuando en agosto de 2020 se anunció la fusión de ambas entidades, las acciones que tenía el FROB en el banco rescatado tenían un valor de 1.939 millones. Un año después de anunciarse el acuerdo, el paquete accionarial, entonces ya en el banco catalán, equivalía a unos 3.400 millones. A día de hoy, el 16% de CaixaBank cotiza en Bolsa con un valor de algo menos de 4.000 millones de euros. De este modo, el banco tendría que incrementar por cinco su valor bursátil para que el Estado recuperara el rescate, algo que se antoja muy difícil a día de hoy.

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