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Análisis

Una economía que se fortalece

La vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño; la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero.

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Un Consejo de Ministros eminentemente económico ha proporcionado informaciones importantes para calibrar la perspectiva que el Gobierno tiene sobre la evolución de la economía. Tres factores cruciales cabe destacar:

1. La fijación del techo de gasto presupuestario, que mantiene la cifra ya proporcionada para 2021 y que persistirá en 2022: 196.000 millones de euros. El dato es de impresión, y denota la voluntad del Ejecutivo por desarrollar un presupuesto expansivo, que descansa sobre una incentivación de la capacidad inversora alimentada, a su vez, por los fondos europeos. Un factor clave, esencial, para la recuperación. Esta, a su vez, condicionará en positivo los ingresos fiscales, de forma que esas palancas de inversión y gasto público van a ser efectivas en el cierre del círculo: la demanda agregada.

2. El anuncio de un posible incremento del SMI para septiembre, a pesar de que la ministra Calviño no lo ha asegurado de manera taxativa. No cabe duda de que esa conjetura supondría, en conjunto, una contribución al incremento de la demanda agregada, toda vez que beneficiaría a cerca de 1,6 millones de personas trabajadoras. Esto puede deducirse de un trabajo de investigación publicado por el Banco de España, que recoge los resultados de un minucioso estudio firmado por Cristina Barceló et alter. Se indica que la subida de 2019 del 22,3% del SMI tuvo un efecto menor que la del 8% en 2017 en su impacto sobre la creación de empleos. En otros términos: ese incremento, casi tres veces superior en 2019 en relación a 2017, ha tenido una incidencia similar en su vertiente de no creación de puestos de trabajo. El motivo es que el salario mínimo no alcanzó, con la subida de 2019, un nivel con respecto al salario mediano que generase efectos no lineales. En tal sentido, este trabajo, firmado por investigadores del Banco de España, no dice que se hayan destruido empleos con el aumento del SMI; señala que la creación de empleo se habría ralentizado en algunos colectivos. Las conclusiones a las que se llegan están, en todo caso, presididas por la cautela y la prudencia. Pero es importante retener que el dato agregado ha sido la creación de empleo del orden del 2,3% en 2019, año de aplicación del SMI. El debate sigue abierto, y urge por tanto nutrir bien los argumentos, que deben estar definidos por el rigor.

3. Las previsiones económicas. En España, como en el resto del mundo, realizar augurios económicos en estos momentos es arriesgado. La evolución de la pandemia constituye todavía el factor que marca y determina las previsiones que puedan realizarse. El importante avance de las vacunas, sin embargo, permite albergar esperanzas positivas. Esto es lo que se indica por parte del equipo económico del Gobierno. Y esto se alinea con todas las instituciones económicas, que subrayan en sus informes de prospectiva avanzada –incluyendo el reciente documento del FMI– un crecimiento económico de España notable: el más relevante del conjunto europeo. Aquí cabe incluir también las revisiones que están realizando –en la misma senda– las entidades europeas, con la Comisión Europea y Eurostat como referentes principales. En paralelo, desde la esfera financiera (Banco Central Europeo, BBVA, Funcas, Banco de España) se patentiza una clara sintonía en idéntica dirección: las perspectivas son positivas, para el cierre de 2021 y 2022. La quinta ola pandémica puede trastocar todo esto, si se persiste en conductas inapropiadas. Pero existen concordancias innegables entre diferentes instituciones económicas.

Una síntesis apretada de los diferentes documentos consultados (con especial referencia a las aportaciones del Servicio de Estudios del Banco de España) indica lo siguiente, desde dos bases concretas:

  • La mejora tangible de la actividad económica;
  • Y la de las expectativas empresariales por recuperación en la facturación (Encuestas a Empresas: Banco de España).

Para ilustrar todo esto, seis indicadores son determinantes.

Primero, una revisión al alza del crecimiento económico para 2021 y 2022: el crecimiento del segundo trimestre de 2021 ha sido del 2,2%, lo que permite augurar una tasa entre el 4% y el 6% entre 2021 y 2023. Segundo, un escenario de inflación controlada, entre el 1,2% y el 1,9%, con repuntes muy puntuales, que además va a contar con la revisión que ya ha hecho el BCE en cuanto al horizonte inflacionario, que se amplía a una tasa superior al 2%. Tercero, una senda de vacunación ya completa que va a llegar, en función de los datos disponibles por el momento, hasta el 70% de la población española en agosto. Cuarto, la reducción de la incertidumbre empresarial: 6,2% en 2021, 2,8% en 2022 y 1,8% en 2023. Cinco, el recorte esperado del paro: 15,6% en 2021, 14,7% en 2022 y 13,7% en 2023. Y seis, la reducción del déficit público: –8,2% en 2021, –4,9% en 2022 y –4,3% en 2023.

Estos seis indicadores se alimentan, a su vez –como se ha indicado más arriba– de las previsiones de inversión pública, la gran palanca de la recuperación, con las iniciativas del Next Generation EU como exponente esencial: esto es lo que se desprende de la fijación, importante, del techo de gasto. La absorción en el PIB de esas inversiones del NGEU se calculan en un punto porcentual para 2021, 2,3 puntos porcentuales en 2022 y 1,7 puntos porcentuales en 2023. Esto proporciona la magnitud de lo que se ha conseguido en la Unión Europea y su previsible impacto en el tejido productivo. Una gran oportunidad que no debe desaprovecharse. El corolario de todo esto que estamos explicando es el incremento del consumo privado, con una reducción, ya apreciable, de la tasa de ahorro: la población vuelve a gastar. De nuevo, otro de los componentes básicos de la demanda agregada.

Las incertidumbres: cuatro, básicamente. Una: la recuperación del turismo. La temporada 2021 no es considerada como “normal” –el contraste siempre es 2019–. Pero las previsiones señalan una recuperación de los ingresos que puede oscilar entre el 35% y el 45% sobre 2019, al cerrar el año. Aquí la volatilidad es elevada, habida cuenta de que depende mucho de los avatares de la evolución pandémica no solo en España –y en sus regiones motoras en turismo de masas–, sino en los mercados emisores. Dos: calibrar la destrucción del tejido productivo y la histéresis. Tres: la velocidad de aplicación del NGEU. Y cuatro: la efectividad de las políticas públicas.

En definitiva, la economía española ha entrado en una senda de crecimiento con perspectivas positivas en la evolución de sus primordiales indicadores. Lo que se ha comunicado desde el Consejo de Ministros no se desdice de lo que, como hemos apuntado en esta nota de urgencia, otras entidades están previendo.

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