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Europa acuerda intervenir de urgencia el mercado energético por el miedo a una recesión

Kadri Simson, comisaria europea de Energía; con Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecológica; y otros ministros de países europeos, el 9 de septiembre de 2022 en Bruselas.

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —
9 de septiembre de 2022 22:24 h

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“Sabes algo, aunque lo que sabes no lo puedes explicar, pero lo percibes. Ha sido así durante toda tu vida. Algo no funciona en el mundo. No sabes lo que es. Pero ahí está, como una astilla clavada en tu mente. Y te está enloqueciendo. Esa sensación te ha traído hasta aquí”. Se lo decía Morfeo a Neo en Matrix, antes de elegir entre la pastilla roja y la azul. Esa misma sensación es la que tenían los 27 ministros de Energía de la UE cuando se han reunido de urgencia este viernes en Bruselas: saben bien que algo no funciona en este mundo.

“Si tomas la pastilla azul, fin de la historia”, decía Morfeo: “Despertarás en tu cama y creerás lo que quieras creerte. Si tomas la roja, te quedarás en el País de las Maravillas. Y yo te enseñaré hasta donde llega la madriguera de conejos. Recuerda, lo único que te ofrezco es la verdad”. 

Europa tiene ante sí la pastilla roja y la azul. Con la azul sigue pensando que los mercados regulan por sí solos la economía, que los beneficios empresariales no deben tocarse y que la meritocracia resuelve las carencias de las hogares y empresas necesitadas. Pero con la pastilla roja se adentra en la verdad: que la guerra en Ucrania no se acaba, que la crisis energética agravada por la invasión rusa mantiene la inflación en máximos por su presión sobre los suministros energéticos; que Vladímir Putin está cerrando el grifo; que la extrema derecha se acerca al poder en Italia; que la subida de tipos del BCE puede ahogar la economía; que aparece el fantasma de la recesión y que lo peor está por venir. “Winter is coming”, dice el secretario general de la OTAN parafraseando Juego de Tronos, “y va a ser muy duro”.

Y la UE ha decidido, de momento, tomar la pastilla roja, la de la verdad.

“La recesión no es inevitable”, repetía este viernes en Praga una y otra vez el comisario europeo, Paolo Gentiloni, junto a los ministros de Finanzas de la UE. Pero la recesión está dibujada en las previsiones menos optimistas del Banco Central Europeo para 2023: -0,9% del PIB. ¿En qué condiciones? En las condiciones de guerra prolongada en Ucrania y que Putin cierre el grifo. Es decir, las condiciones que se están cumpliendo a día de hoy.

“Hay que hacerse a la idea de que la guerra va para largo”, insistía este viernes el secretario general de la OTAN, quien reconocía: “En los próximos meses se pondrá a prueba nuestra unidad y solidaridad con la presión sobre los suministros de energía y el aumento del coste de vida causado por la guerra de Rusia. Pero el precio que pagamos se mide en dinero. Mientras que el precio que pagan los ucranianos se mide en vidas. Vidas perdidas, todos los días”.

En Bruselas, en las capitales, en la OTAN, en todas partes son conscientes de que la ciudadanía europea está sufriendo, y cada vez sufrirá más, las consecuencias de la guerra, lo que se puede traducir en descontento social y en el asalto al poder de fuerzas de extrema derecha, como vaticinan las encuestas en Italia, justo 100 años después de la marcha sobre Roma de Benito Mussolini.

“Hay que actuar de forma coordinada, con políticas monetarias [como la subida de tipos del BCE de este jueves], con políticas fiscales [como las que ya defienden los nórdicos, pidiendo recortar la deuda], pero si de verdad queremos tumbar la curva de la inflación, hay que bajar los precios energéticos”, decía Gentiloni: “Si tenemos el paquete energético correcto ahora, evitar la recesión es un desafío pero es posible”.

Entre otras cosas porque esperar a que el mercado se arregle por sí solo. Samantha Dart, estratega de energía de Goldman Sachs, avisa de que los efectos reales de la escasez energética están aún por llegar: “Va a ser un proceso muy doloroso y que afectará a la población europea de muchas maneras diferentes. Una recesión es ya la base asumida por nuestros economistas para Europa. No es un proceso fácil pasar el invierno sin el principal combustible que mantiene las luces encendidas”.

Y aunque la analista pone en valor los esfuerzos que se están haciendo en Europa para buscar soluciones con la construcción de nuevas infraestructuras energéticas y más plantas de energías renovables también recalca que no dará tiempo a que estén terminadas a tiempo. “Hay varias instalaciones en construcción; el único problema es que no está previsto que entren en funcionamiento hasta al menos finales de 2024. Tampoco va a ser una solución de un día para otro: las inversiones tardan en dar lugar a un mayor suministro. Europa tardará un poco más en salir de la crisis”, subraya Dart.

Evitar la recesión

Esa es una de las claves en una Europa que salía de una pandemia, con 750.000 millones en fondos de recuperación para avanzar en la transición verde y digital, pensando en cambiar modelos productivos y creciendo en integración a través de una emisión de deuda comunitaria inédita.

Pero el 24 de febrero pasado Putin invadió Ucrania, y ahora el debate es si hay que prolongar esos fondos europeos hasta 2026, para poder capear la situación actual, o si acaso hay que crear otro fondo con deuda conjunta para responder a la crisis energética.

Y, ante esta situación, “el paquete correcto energético”, como dice Gentiloni, pasa, según lo acordado por los 27 ministros de Energía de la UE –en línea de lo propuesto por Bruselas–, por limitar los beneficios de las compañías energéticas y eléctricas para ayudar a familias y empresas, al tiempo que se busca un tope al precio del gas –¿sólo al ruso? ¿también al gas natural licuado? ¿sólo al que llega por tubo?–; se decreta el bajar el consumo de luz en horas puntas; y se inyecta dinero público en el mercado de futuros –especulativo de por sí– de la energía “por su volatilidad”, dice Bruselas. “Los ministros invitan la Comisión Europea a diseñar un instrumento de liquidez de emergencia que asegure que los participantes en el mercado tienen a su disposición suficientes garantías para llegar a los márgenes requeridos”, dice el resumen de la presidencia rotatoria checa del Consejo de la UE de la reunión de ministros de Energía de este viernes en Bruselas.

La situación es apremiante. Tanto los 27 como la Comisión Europea reconocen la necesidad de intervenir de forma urgente en el mercado –ya sea con topes a los precios, a los beneficios o con ayudas públicas o con todo a la vez– de una manera que hace escasos meses parecía impensable, y algo que sólo defendían algunos países del sur, como España, Portugal o Italia.

“Lo que hace un año era un debate tremendamente complicado, hoy es una premisa entendida por todos: el mercado no funciona. Hoy se ha entendido por qué es importante intervenir”, ha dicho la vicepresidenta Teresa Ribera tras la reunión de los ministros de Energía: “A la pulcritud técnica [del funcionamiento del mercado] se tiene que imponer la voluntad política que permita proteger a los ciudadanos. En ese sentido sí me voy satisfecha porque hay una reacción de cierre de filas del conjunto de los gobiernos y de las instituciones europeas queriendo mostrar que estamos dispuestos a tomar las decisiones adicionales que sean necesarias para reducir el impacto. Ha sido una pena perder este año, pero lo importante es que hay un consenso hoy”.

En efecto, ahora la situación es diferente. Porque Alemania, que tantas lecciones dio en la anterior crisis financiera a los países del sur, es el país más vulnerable por el suministro energético ruso –¿quién no ha hecho los deberes ahora?–. Y también porque países bálticos tan hanseáticos y halcones ellos, ahora se encuentran, por su proximidad a Rusia también, con niveles de inflación del 20%. Y, también, porque el mercado único europeo se ve golpeado de forma generalizada y la UE se enfrenta a la hipótesis de que los chalecos amarillos se multipliquen en los 27 países por el descontento generado por no poder pagar la calefacción, ni la gasolina, ni la compra, ni las hipotecas, ni los préstamos mientras las compañías eléctricas y la banca cosechan grandes beneficios.

Precisamente para limitar los beneficios de las grandes empresas, España, Alemania, Francia, Italia y Países Bajos han acordado este viernes sortear el chantaje de Viktor Orbán para aplicar el impuesto de sociedades mínimo del 15% si Hungría mantiene su bloqueo en el ámbito de la UE. En una comparecencia conjunta en Praga, la vicepresidenta Nadia Calviño ha afirmado: “Hay que incorporar en el ordenamiento europeo los compromisos del G20 y la OCDE. Tenemos que avanzar. En estos momentos necesitamos asegurarnos de que no hay una competencia a la baja y que las grandes empresas contribuyen a los costes de la guerra”.

Este martes la Comisión Europea presentará una propuesta con más detalles, sobre cómo limitar esos beneficios de las empresas; sobre cómo distribuirlos en ayudas; sobre cómo inyectar liquidez en los mercados de futuros; sobre qué gas poner topes a los precios; y sobre cómo decretar la reducción del consumo de luz en los hogares.

A partir de ahí, los Gobiernos enmendarán más o menos la propuesta, que debería hacerse realidad de forma urgente.

En ese momento, se verá si los ministros de Energía de la UE siguen tomando pastillas rojas o se han pasado a la azul. Y es que aún queda una tarea pendiente: la reforma del mercado eléctrico para desacoplar el precio del gas –la energía más cara– de la factura de la luz.

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