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Trabajar tras superar una adicción a las drogas: “No nos podemos quedar encerrados en lo que hemos sido”

Albert, en el restaurante en el que trabaja tras recibir formación como ayudante de cocina mediante la asociación Proyecto Hombre.

Laura Olías

Dos vidas. La primera, ni eso. Albert llegó a Proyecto Hombre en la etapa final de su adicción. “En mi última época era muy difícil, no era vida ni para mí, ni para mi familia”. El joven accedió a un programa de formación como ayudante de cocina mediante la conocida asociación de tratamiento de drogodependencias

y otras adicciones, con el que consiguió su actual puesto de trabajo. “Es muy importante sentirse útil, que estás haciendo algo por tu vida. Mi cambio ha sido de 0 a 100. De pasar de sobrevivir a vivir realmente”, explica.

Su testimonio forma parte del trabajo de difusión de Proyecto Hombre de su Proyecto de Integración Sociolaboral para personas con problemas de adicciones (INSOLA), que la asociación ha presentado en Madrid este jueves. Desde 2016, “más de 4.600 personas” han recibido formación para el empleo y/o han accedido al mercado de trabajo a través de este programa, según Proyecto Hombre. El proyecto, que está financiado por el Fondo Social Europeo con 7,8 millones de euros, tiene vigencia hasta este 2019.

Para Albert supuso pasar del huevo frito para sí mismo a cocinar para 60 personas. Considera que la formación le abrió “un mundo de oportunidades” y la preparación psicológica y personal que le armaron de paciencia, su herramienta más importante para salir de la adicción: “La paciencia de que todo llega. Si uno se esfuerza y pone de su parte, todo va a llegar”.

Paciencia sumada a la confianza, en sí mismo pero también del resto de la sociedad hacia las personas que luchan por salir de este tipo de dependencias. “No nos podemos quedar encerrados en lo que hemos sido, ni en lo que vamos a ser, sino en lo que somos ahora. Igual lo que soy ahora viene a raíz de todo lo que he pasado”, reflexiona el joven.

En la asociación subrayan la importancia del empleo como motor para salir de la situación de adicción en la que se encuentran quienes llaman a las puertas de Proyecto Hombre. No hay una única solución, porque “no hay una sola causa” que lleve a esa dependencia, recuerda Pedro Pedrero, presidente de la Comisión de Tratamiento de la organización.

Pero el trabajo es una llave de acceso a “vínculos normalizados” y a la posibilidad de una realización personal, claves para la recuperación de estas personas, subraya Elena Presencio, directora de Proyecto Hombre.

Según los datos de la organización, procedentes de una encuesta entre sus usuarios en 2018, el 76% tenía trabajo en los últimos tres años antes de llegar a Proyecto Hombre. La mayoría de ellos, un 68%, requería una baja cualificación. Sin embargo al comenzar el tratamiento, solo el 41% de los entrevistados estaba empleado.“El 50% había perdido el trabajo”, afirma Presencio.

En la época de crisis económica, llegaban muchas preguntas a Proyecto Hombre sobre si el paro estaba provocando que los desempleados cayeran en el consumo de drogas. La experiencia de la asociación les lleva a inclinarse por la relación contraria: el consumo de drogas es lo que conduce generalmente a perder el empleo. “Empleo y consumo son dos términos difícilmente compatibles a medio y largo plazo”, sostiene su directora.

El perfil de la persona adicta

Las cifras de personas con empleo entre los usuarios de Proyecto Hombre han aumentado mucho respecto al nacimiento de la organización en 1984, destaca su presidente, Luis Bononato. En los 80, la heroína, la delincuencia y las situaciones de exclusión configuraban el perfil predominante de los que acudían a Proyecto Hombre, que siguen siendo mayoritariamente hombres (85% hombres y 15% mujeres, en 2018).

Ahora la radiografía de las personas afectadas por alguna adicción es mucho más variada. Como sustancias, predominan el alcohol y la cocaína, aunque entre los usuarios más jóvenes el cannabis está muy presente. La ludopatía, sobre todo a través de las apuestas deportivas, y la adicción a las nuevas tecnologías también gana terreno entre los más jóvenes, aunque “aún no hay mucha demanda de tratamiento, la habrá”, cree Bononato.

Álvaro León, de 23 años, ha superado un problema de adicción al consumo de drogas y a los videojuegos tras pasar por Proyecto Hombre. Lo dice “con la boca llena”, asegura, aunque sabe que el nombre de la asociación está marcado por el “estigma de las drogas”. Él mismo se identifica como víctima de ese prejuicio. “Cuando fui a Proyecto Hombre pensaba que me iba a encontrar con cuatro yonquis. ¡Qué va! Me encontré con personas tan normales como yo, con los problemas que todo el mundo tiene. Cualquier persona que veas por la calle podría tener una adicción”, cuenta.

El joven está trabajando en la actualidad en la ONG de Jaén, Poblado Mundo, con la que empezó colaborando como voluntario. Ha estado ocupado en un proyecto con niños de sensibilización y prevención de conductas racistas y en breve irá a Colombia en un puesto de Cooperación al Desarrollo. Ir a trabajar le proporciona ilusión, algo que le costó recuperar en su vida desde la situación de partida, pero que ahora encuentra también en sus aficiones y en las pequeñas cosas. “Yo siempre digo que quería que la tierra me tragase”, recuerda.

Salir de ahí es “complicado”, reconoce Álvaro, pero posible. “Yo creo que no soy un superhéroe ni nada de eso. He logrado a conectar con la vida, te das cuenta de lo que has perdido y piensas: en los años que me quedan, voy a aprovecharla”.

Incluso las oportunidades pueden alcanzarse muy tarde, pero llegan. Ángel Luis ha pasado una gran parte de su vida enredado en las drogas. “Con 50 años creía que no iba a hacer nada, que no valía, me negaba yo mismo”, explica en un vídeo de Proyecto Hombre sobre el programa INSOLA. Al principio era reacio, pero se apuntó a un curso formativo que le ha abierto las puertas de su próximo trabajo. “Ahora empiezo dentro de una semanina a firmar el contrato y a trabajar un añín”, afirma.

Poder acceder a un empleo tiene mucha importancia para él, explica Ángel Luis, “para no dar marcha atrás, veo el futuro de otra manera”. También piensa en su familia, “que te vean cómo avanzas, de cómo estabas a cómo te ven. Es una alegría para ellos también y una tranquilidad muy grande”. Si después del año no consigue un nuevo trabajo, está pensando en retomar la ESO. Además, es voluntario en Proyecto Hombre para que “los chavales” aprendan de su experiencia, de lo sufrido.

Desde la asociación destacan el papel de las empresas para contribuir y afianzar la recuperación de las personas que dejan atrás adicciones. El premio no es solo individual, sostiene Pedro Pedrero, “recuperamos a personas para la sociedad”.

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