El pasado miércoles el diputado Roberto Soravilla acudió de urgencia al Hospital Ramón y Cajal de Madrid. Padecía cáncer desde hace años. Su diagnóstico era ya tan grave que los médicos decidieron no pasarlo a la UCI; ingresó directamente en planta, donde le trataron con paliativos para evitar el dolor. Al día siguiente, mientras su familia se preparaba para lo inevitable, el diputado Soravilla votó por última vez, a través del sistema telemático, en el pleno del jueves a las 12:00. Murió pocas horas después.
¿Cómo pudo votar Soravilla si a la hora en la que se produjo ese pleno se encontraba sedado, agonizante y tal vez incluso inconsciente en el hospital?
El viernes, en la redacción de eldiario.es intentamos responder a esa pregunta. Al final el resultado de nuestro trabajo no fue lo que aparentaba en un primer momento. Os cuento los detalles de esta historia porque explican algunas cosas sobre cómo funciona el Congreso, sobre cómo funciona el periodismo y porque es una anécdota que me da pena que se pierda en mi mala memoria; escribirla es la mejor manera de evitar que se me vaya a olvidar.
Por la mañana del viernes, a primera hora, nos llegó el soplo a la redacción. Una persona desde el Congreso me avisó de esta extraña votación. Mi fuente tenía una sospecha: que hubiese sido otro –un compañero de escaño o tal vez un asesor– quien hubiese votado en lugar de Soravilla, suplantando su identidad. Me explicó que el voto telemático funciona con un certificado digital que se instala en los portátiles de los diputados que así lo solicitan. Para votar, hace falta también una contraseña y solo se puede hacer desde ese ordenador. Únicamente se pueden acoger a este sistema aquellos diputados que, por motivos de salud, no pueden acudir al Congreso. Roberto Soravilla, que hacía tiempo que se trataba de su enfermedad, era uno de ellos.
El procedimiento parece seguro y tiene además una segunda comprobación. Tras recibir el voto electrónico, un letrado del Congreso debe llamar por teléfono al diputado para confirmar su votación. Tras ese paso, el voto se cuenta como válido. Nuestra duda –y la de nuestra fuente– era si, en efecto, se había cumplido con el protocolo: si se había producido esa llamada. ¿De verdad había hablado un letrado con Soravilla cuando agonizaba en el hospital? ¿Es que acaso esta norma –como el propio reglamento del Congreso en materia de transparencia– está pero no se cumple?
En eldiario.es empezamos a investigar. Gonzalo Cortizo, nuestro corresponsal político, se puso con el tema y empezó a llamar a otras fuentes para aclarar lo sucedido. Descubrimos que, en efecto, el sistema de voto funcionaba como nos habían contado. También pudimos saber a qué hora y en qué circunstancias entró el fallecido Roberto Soravilla en el hospital. Todo parecía cuadrar en la sospecha de nuestra primera fuente. Pero, al final, resultó que no. Soravilla había presentado el voto, su último voto. Y sin duda había sido él; no había ninguna irregularidad.
¿Cómo lo hizo? Lo descubrimos al final de la mañana del viernes, tras una docena de llamadas y averiguaciones. El protocolo telemático permite a los diputados votar incluso días antes de que se produzca el pleno, en cuanto se conocen los asuntos que se van a debatir. No puede votar sobre las cuestiones que se planteen sobre la marcha, pero sí sobre aquellas que están previstas en la agenda. En el caso de Soravilla, envió su voto el martes, un día antes de ingresar en el hospital y dos días antes de que se celebrase el pleno. Como está previsto, un letrado del Congreso habló con él ese mismo día para confirmar su identidad. No había ni escándalo ni noticia alguna, salvo el triste fallecimiento de este diputado, a cuya familia le deseo mucho ánimo ante esta situación. Afortunadamente, no llegamos a publicar ni una sola línea sobre esta noticia que acabó no siendo tal, así que no tuvimos que rectificar.
Sí me queda una pregunta para el debate –al que os invito a participar en los comentarios–, y también una lección. La pregunta: ¿no pervierte el voto telemático nuestro ya de por sí degradado sistema parlamentario? En teoría, el Parlamento sirve para eso: para parlamentar, no solo para votar. Es verdad que, en la práctica, no suele ser habitual que los discursos de un orador hagan cambiar el sentido del voto de los diputados. Pero que se vote incluso antes de escuchar a los demás es antiparlamentario. Da igual lo que se diga en la cámara, dan igual los argumentos y el debate: el voto está emitido ya.
En cuanto a la lección, es evidente: las cosas nunca son lo que parecen y en periodismo siempre es necesario comprobar.