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Sobre este blog

Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.

El Manifiesto de los Persas

Mariano Rajoy a la espera del inicio de sesión de investidura

Iker Armentia

“Era costumbre en los antiguos Persas pasar cinco días en anarquía después del fallecimiento de su Rey, a fin de que la experiencia de los asesinatos, robos y otras desgracias les obligase a ser más fieles a su sucesor”

Manifiesto de los Persas

 

Si es verdad que el nacionalismo se cura viajando, se entiende entonces por qué Rajoy no viaja al extranjero en vacaciones. Durante su discurso de investidura, Rajoy enumeró los grandes peligros para la democracia: votar en Navidad, el yihadismo y los independentistas. Si hubiera que medir la importancia de las amenazas en función del ímpetu que le ponía Rajoy a sus palabras, podríamos concluir que para el PP son más peligrosos los independentistas que los yihadistas.

Los analistas han llegado a la conclusión de que esta alusión encendida -dentro de un discurso sosainas y urkullesco- a la indisoluble unidad de España es una estrategia para cerrar las puertas a que Pedro Sánchez amague con un hipotético apoyo catalán. El nacionalismo español se construye contra los demás nacionalismos, a veces incluso contra los propios.

En la defensa de la unidad de España -la nación más antigua del Sistema Solar- Rajoy citó la Constitución de Cádiz para afirmar que el pueblo español es el único soberano del país “desde el día de San José de 1812, hace doscientos años, cuando por primera vez en España la soberanía fue asumida por los españoles, que dejaron de ser súbditos y se convirtieron en ciudadanos”. Pero hubiera sido mucho más apropiado que en vez de acordarse del día de San José de 1812, Rajoy se hubiera parado en el 12 de abril de 1814. Aquel día, 69 diputados de las Cortes de Cádiz firmaron el Manifiesto de los Persas, con el que reclamaban abolir la nueva legislación y recuperar el Antiguo Régimen. Así lo hizo Fernando VII: se cargó la Constitución y todos los avances progresistas quedaron paralizados.

Aquel movimiento reaccionario y tradicionalista que se alió para tumbar el espíritu de la Revolución Francesa que impregnaba la Constitución de Cádiz fue el precursor del conservadurismo y sus diferentes mutaciones en España a lo largo de los siguientes dos siglos. Aquellos persas fueron quienes querían mantener todo atado y bien atado, sin correr el riesgo de aventuras extrañas. La tradición frente a lo nuevo. Dejar las cosas como estaban en vez de arriesgarse a mejorarlas. El miedo a los cambios.

En el Manifiesto de los Persas se pueden escuchar de fondo las notas que alimentan el discurso de Rajoy.

Cuando los persas alertan del “veneno de la soñada igualdad” que contiene la Constitución de 1812, recuerdan al artículo que Rajoy publicó en 1984 en el que sostenía que “la igualdad implica siempre despotismo y la desigualdad es el fruto de la libertad”. Cuando aquellos reaccionarios del siglo XIX atacan a la libertad de expresión “porque el uso de la imprenta se ha reducido a insultar a los buenos vasallos, desconceptuando al magistrado, debilitando su energía”, algo de eco queda en el desprecio de Rajoy a los medios de comunicación a los que culpa de exagerar la corrupción del PP.

Cuando los 69 pelotas de Fernando VII rechazan el “tropel de novedad con que se habían sepultado la legislación de usos y costumbres de España”, no es difícil imaginar a Rajoy cuando dice que “España no está para experimentos ni para bromas”.

“Aman la novedad, preocupados de ideas abstractas e ignoran lo que dista la teórica de la ejecución, principal punto de la ciencia de mandar”, exclamaban los persas en 1814. “No se debe prometer lo imposible, eso está muy bien para los grafitis”, dice Rajoy en 2016, reconociendo implícitamente que uno de los propósitos del conservadurismo en España es evitar lo imposible. Con el único impedimento de que en ocasiones lo imposible se convierte en realidad. ¿O acaso no eran imposibles las ideas progresistas que tomaron forma con la Constitución de 1812? ¿O acaso no era imposible divorciarse hace menos de 40 años? ¿O no lo era antes de ayer casarse con personas del mismo sexo? Todos los avances sociales han sido imposibles en algún momento de la Historia.

Rajoy presume de la Constitución de 1812, pero sería un digno conspirador entre los 69 persas que alentaron su abolición. Vivan las caenas.

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Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.

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