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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Crónica desde Irun, cada vez más frontera

Irungo Harrera Sarea
Un control en el paso fronterizo del Puente de Santiago

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Tras los ecos de las buenas palabras, de las muestras de indignación, de los ‘no hay derecho’, tras la celebración del 20 de junio, día Internacional de las personas refugiadas, creo que es pertinente compartir esta reflexión.

Hablo como persona privilegiada, por ser blanca, en una sociedad racista como la nuestra. Yo no paso miedo por no tener papeles, ni ansiedad por no saber cúando me caerá encima la policía. Ni un shock traumático porque vi morir a mis compañerxs de viaje en alta mar. Ni rabia y desconcierto porque en vez de tratarme como a una víctima de naufragio, me traten como a una delincuente desde el mismo momento en que piso tierra.

Son las 23:00 de la noche. Estación de Irun. Irungo Harrera Sarea-La Red de Acogida de Irun hace el último viaje del día. Llegan 14 personas personas migrantes. Se les acompaña al dispositivo de la Cruz Roja. A 11 de ellas se les permite entrar, cenar algo y pasar allí la noche, a tres se les echa a la calle, sin comida, ni dónde dormir, habiendo plazas libres. ¿Por qué?, nos preguntan, ¿por qué yo no puedo dormir en el albergue? ¿Qué les decimos? ¿Que Irun no es una ciudad amable, tal y como se pregona a los cuatro vientos? ¿Que a quienes gestionan los dispositivos, a quienes deciden sobre la acogida, no les importan estas personas…? Es lo que demuestran. Quienes nos gobiernan solo nos ofrecen palabras vacías que no tienen credibilidad, si no se transforman en acciones.

Sin otra alternativa, Irungo Harrera Sarea ofrece tiendas de campaña para pasar la noche y da de cenar a estas personas, obligadas a viajar en condiciones casi siempre degradantes, violentas, de acoso.

No es cuestión de piedad, se trata de humanidad, de ponernos en su lugar, en pensar que también hemos sido migrantes, en que a nuestros hijos e hijas se les acoge dignamente cuando van a estudiar o a trabajar a cualquier país del mundo; se trata de ofrecer el mismo trato, se trata de igualdad y justicia, ni más ni menos.

Y, aunque les persigan, no desalentarán a quienes solo buscan eso, una oportunidad. Nadie se merece esto. No nos merecemos esto

Cuando volvemos a casa no es fácil conciliar el sueño. Y ahora entramos en una nueva etapa. En este lado de la muga se acrecienta el acoso a las personas migrantes, se les mete miedo, se las hostiga. Y la Policía Nacional de fronteras comienza a acosar también a quienes trabajamos en Harrera. Sepan que no han inventado nada. Eso ya se hace en otras fronteras racistas como Canarias, Ceuta, Melilla, Francia, Grecia, Italia… Acosar a quienes apoyan a las personas migrantes. Para que éstas se queden solas, para que nadie denuncie esta barbarie de baja intensidad, para que ellos no puedan defenderse, para que nosotras no nos atrevamos a hacerlo. Las últimas noches, cuando llevamos a estas personas en coche, viene la policía y nos pide identificación a nosotras y les piden papeles a ellos. Y entran en pánico. Obvio. Reaccionan como lo que son, seres humanos. Precisamente eso que les quiere hacer olvidar la Policía, que son personas con derechos. Y lo que las administraciones les quieren escatimar. Su humanidad y, por lo tanto, sus derechos. Su dignidad.

Todo esto resuena, tiene ecos siniestros, no es nuevo. Nos conecta con épocas pasadas, oscuras, vergonzosas, pero también con territorios que hoy en día han convertido en auténticos fosos de triaje, campos de muerte. En épocas pasadas o en la actualidad, quienes detentan el poder, quienes gobiernan, deciden qué vidas valen y cuáles no. Y se organiza el acoso. La discriminación. La exclusión. Ya conocemos el fin de esa espiral de horror. Depende del momento histórico. Depende de hasta dónde estemos dispuestas a aceptar que la diferencia sea desigualdad. Depende de hasta dónde quieran seguir vulnerando los derechos de estas personas, sin que nadie les plante cara. Pero no nos equivoquemos. Estas políticas racistas y despiadadas forman parte del comienzo de esa espiral.

Y, aunque nos acosen, seguiremos defendiendo a quienes solo buscan y tienen derecho a una vida mejor. Y, aunque les persigan, no desalentarán a quienes solo buscan eso, una oportunidad. Nadie se merece esto. No nos merecemos esto.

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