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Ser madre sin morir en el intento
Más de 25.000 personas han firmado en los últimos días para que las mujeres sin pareja o lesbianas no sean privadas de los tratamientos de fertilidad en la sanidad pública. Nadie dijo que fuera fácil ser mujer pero el Gobierno del Partido Popular parece estar empeñado en que su vida –sobre todo la de aquéllas con menos recursos- se convierta en una lucha titánica.
Apenas un par de semanas alejada de la realidad que nos asola, y descubro que el Gobierno que amenazó con recortar la Ley del aborto porque la vida es un bien supremo, se opone ahora a que las mujeres sean madres si no tienen a su lado un varón que las fecunde. Solo el término varón ya me asusta. ¿No les retrotrae a los tiempos bíblicos?
Y, me pregunto ¿dónde están los hombres de las mujeres violadas a las que se les obliga a tener ese hijo de la violencia, el de las maltratadas, abandonadas... el de todas aquellas dejadas a su suerte?
La última astracanada del Gobierno del PP, empeñado en terminar con el desempleo a fuerza de provocar en la población un ataque cardiaco, hambre, ira y tantos otros males, es que las mujeres que no tengan pareja masculina tendrán que pasar por la caja de la sanidad privada si se empeñan en ser madres. Vamos, que la maternidad que en las familias tradicionales se convierte en casi una obligación, en el resto se diría que es un capricho.
La pretensión del Gobierno del PP, al que me imagino alrededor de una mesa bromeando sobre sus aconteceres y adoptando resoluciones que siempre perjudican a los otros, revocaría la Ley de Reproducción Asistida de 2006 en vigor. Esta norma no diferencia el tipo de parejas ni tampoco tiene en cuenta la condición sexual de la mujer sino que establece la financiación pública en casos de diagnóstico de esterilidad o indicación médica. Pero, como siempre hay retrógrados que interpretan bajo el prisma de su ideología, algunas comunidades, centros hospitalarios y ciertos médicos, vienen aplicando solo a las mujeres con pareja.
En otras, como en Euskadi, no se pregunta a la mujer con quien se acuesta. Todas tienen el mismo derecho.
Pero, para el PP este detalle de la condición sexual sí es significativo. El departamento de la ministra de Sanidad, Ana Mato, esa mujer capaz de mantenerse agarrada a un poste mientras azota la tormenta y salir con su rubia melena indemne, ha sufrido una revelación.
-Si hay que seguir recortando, hagámoslo.
-La reproducción asistida solo debe aplicarse a las parejas compuestas por hombre y mujer. Las de toda la vida.
Y todos aplaudieron la idea. Así que en la nueva cartera básica de servicio del Ministerio han establecido que solo se beneficiarán las parejas compuestas por hombre y mujer.
Creo que la señora ministra descarta cualquier motivo ideológico en la decisión. Y me pregunto con ingenuidad ¿No es ello una discriminación en toda regla? Porque, ¿no pagan las mujeres sin pareja o las lesbianas los mismos impuestos que las familias bendecidas por la santa madre iglesia que tanto gustan al Gobierno de la señora ministra? ¿Por qué una pareja heterosexual con ingresos altos tiene más derecho que una mujer sola o una de lesbianas con sueldo pequeño? Si se trata de recortar, ¿no sería más razonable tener en cuenta los ingresos?
¿Acaso no se vislumbra detrás una ideología conservadora en la que subyace la idea de cómo vamos a sufragar la inseminación a una mujer sola o a una lesbiana si eso no es una familia?
La decisión de excluir a las mujeres sin hombre es una discriminación por razón de sexo y orientación sexual. Y, va contra todas aquellas familias que no responden al modelo que defiende el PP.
Habría que recordar que la doctrina del Tribunal Constitucional ha avalado el matrimonio entre personas del mismo sexo. Pero, al PP sigue sin gustarle.
Detrás de cada mujer que recurre a la inseminación artificial hay una historia diferente. Pero todas tienen en común el anhelo de ser madres. Debería ser suficiente.
He conocido a mujeres que se han sometido una y otra vez a esos molestos tratamientos por el deseo de su pareja de ser padre. Otras, que solas, han pedido ayuda económica para ver cumplido su sueño y amorosas lesbianas que tenían un anhelo: ser madres.
En este mundo absurdo se premia la maternidad aunque la madre sea una niña de 16 años, una mujer violada por su pareja o sin recursos para sacar adelante a la criatura. O, simplemente, porque el fin del matrimonio es tener los hijos que dios nos dé. Pero, cuando una mujer sola o en compañía de otra anhela más que nada en el mundo un hijo, se le pone trabas; se le niega la atención en la sanidad pública.
Es la escenificación de la doble moral. Ocurre con el aborto, sucede con todo. Ahí está la presidenta del PP catalán Alicia Sánchez-Camacho, madre por inseminación artificial y sin varón, según ella misma reconoce. Y, eso que defiende que un niño necesita un padre y una madre y rechaza el matrimonio gay y la adopción en parejas homosexuales. Ella aboga por la tradición. Ya sabemos que las leyes y las normas que dicta su partido son para los demás. Ellos se las saltan cuando quieren.
Hay un dicho popular tremendo que durante siglos ha abocado a la resignación: siempre ha habido ricos y pobres. Estos últimos son quienes mejor lo saben. Porque, en definitiva, y una vez más, las mujeres afectadas serán las que poseen menos recursos económicos. El resto, como ya hace una mayoría actualmente, acudirá a una clínica privada. En ellas se practica la mayoría de los 54.000 tratamientos de fertilidad al año en España.
La sanidad vasca no es perfecta pero está muy por delante de la de otras comunidades. También en las técnicas de reproducción asistida. El hospital de Cruces fue el primer centro público de España que realizó en 1985 un tratamiento de reproducción 'in vitro con resultado de embarazo'. Desde hace más de una década, son muchas las mujeres sin pareja o lesbianas, de países como Francia y Alemania, que viajan a Euskadi para someterse a las técnicas de fertilidad en clínicas privadas. En el País Vasco siempre se ha interpretado que las mujeres sin pareja y lesbianas encajan en el criterio de infertilidad porque, al final del camino, la realidad es que no pueden tener hijos. Así que, el Gobierno de Iñigo Urkullu no va a cambiar de opinión y si el PP se empeña en seguir adelante con la exclusión, Osakidetza seguirá con los tratamientos.
Ser madre soltera hace tiempo que dejó de ser un estigma. Cada vez más mujeres eligen la soltería como un acto de reafirmación y rebeldía. ¿Se le ocurre a alguien que una mujer debe ir a la caza de un hombre para que la insemine y así cumplir su deseo de ser madre? Y, luego, ¿qué hará el Gobierno, activar un seguimiento a ver si la pareja continúa unida? Hemos visto películas en las que la protagonista le pide a un amigo que sea el padre biológico de su hijo o recurre a un banco de semen para encontrar al hombre perfecto. Solo para engendrar. Y, luego 'goodbye'.
Una familia es la que uno crea con amor y responsabilidad. No debe importar si hay dos padres, dos madres o una madre. Cada persona debe ser libre para elegir y todos tienen que poseer los mismos derechos. La mujer que ha promovido la página que lleva recogida más de 25.000 apoyos se llama Rosa y es madre soltera de una niña de 10 años. La tuvo por inseminación artificial. Dice Rosa que su hija es lo mejor que le ha pasado en la vida. Por eso no entiende que el Gobierno del PP quiera excluir a otras mujeres de una dicha como la suya. Yo, tampoco.
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