Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Pantallas
La primacía de las imágenes sobre las ideas. Nuestra época, primando los medios audiovisuales, ha ido relegando a los libros hasta arrinconarlos en polvorientas bibliotecas municipales que nadie visita ni siquiera para refugiarse de los heladores vientos árticos propios del invierno. En nuestro país esto ya lo aventuró Manuel Azaña al decir que si en España deseas guardar un secreto lo mejor era publicarlo en un libro.
Estamos sujetos a una extraña contradicción: todo el mundo dice que la vida es corta, breve, que apenas dura un instante, pero todo el mundo afirma que se aburre, que no sabe qué hacer ni cómo pasar el tiempo. Tal vez por eso las grandes corporaciones industriales dedicadas al ocio audiovisual, que no tiene más propósito que distraernos, convirtiendo el entretenimiento en la aspiración suprema de la vida humana, se ha adueñado de nuestro tiempo. Los ciudadanos ya no participamos en la diversión. La consumimos. Ni siquiera la compartimos, sino que la consumimos en soledad. La consumimos plantando nuestro trasero durante largas horas en cualquier asiento donde podamos relacionarnos con una pantalla para jugar con ella, conversar con ella, escucharla, contemplarla, acariciarla...
Esta entrega tan devota a las pantallas, además de distraernos, ha generalizado la estupidez, la soledad y ha traído de vuelta el fascismo, tan presente en las cavernícolas redes sociales. Estar distraídos. En eso consiste la vida en este tiempo tecnológico. Ya que la felicidad, tan huidiza siempre, tan casual, parece que está mucho más allá de nuestras posibilidades, nos conformamos con estar distraídos. “¡No quiero conceder a la muerte ningún poder sobre mis pensamientos!”, escribió Thomas Mann en su obra 'La montaña mágica. Perfecto. Un admirable propósito: vivir sin que la muerte revolotee por tu cerebro como una polilla siniestra. Para socorrernos en la difícil tarea de mantener a la muerte alejada de nuestro cerebro, en el supuesto de no haberlo anestesiado con toneladas de partidos de fútbol contemplados a través del televisor, nos hemos dado multitud de distracciones, relacionadas con las pantallas.
No resulta fácil escapar de los pensamientos relacionados con la muerte. Cierto. Pero tampoco resulta fácil escapar de las pantallas que se han adherido a nuestros ojos como las enredaderas a las tapias blancas de los patios, los huertos soleados y los jardines otoñales donde lo único que se escucha es el susurro lánguido de la mala hierba. Muchas personas mueren solas frente a una pantalla encendida. Muchas. Cada vez más. Personas solitarias. Personas, algunas, que han cumplido durante su existencia, sobradamente, con el propósito esgrimido por el personaje creado por Thomas Mann. No pensar en la muerte. Ni en la muerte ni en nada. Esta es una de las grandes conquistas de la tecnología: haber logrado que el ciudadano medio pase por este mundo sin pensar, permanentemente distraído, ausente tanto de sí mismo como de todo aquello que le rodea. Conciudadanos incluidos.
Sobre este blog
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