El GOe de Donostia, una patata caliente para Jon Insausti

Le costará, pero le invito a que haga el esfuerzo. Inténtelo. Imagine un proyecto colosal, de esos llamados a “hacer cosas que hoy ni se pueden imaginar”. ¿Demasiado abstracto? Le ayudaré. Vislumbre en su cerebro un edificio de 9.000 metros cuadrados, diseñado por un prestigioso equipo arquitectónico danés, cristaleras que invitan a saltar al mar y, por si eso fuera poco, aunque esto ya pueda situarle al borde de lo imposible, una fachada caminable. ¿Lo ha conseguido? Ya puede despertar, porque esto existe. Pero haga un último esfuerzo: imagine ahora al alcalde bajo cuya gestión se hizo posible la construcción de este coloso de cristal sin protagonismo alguno en su inauguración. Vamos, que lejos de participar en el corte de la cinta, descubrir la placa conmemorativa, o figurar en la foto, dimite solo unos días antes de que abra las puertas lo que, en sus propias palabras, será un “edificio icónico de la ciudad”. Soy consciente de que esto a usted, más que a un sueño, puede asemejársele más a una pesadilla por la visión distópica que traslada. ¿Un político que rehúye de la foto?

Pues despierte y deje de imaginar. Porque todo eso ha pasado. El lunes 20 de octubre se inauguró en Donostia el GOe. No, se equivoca. El acrónimo no proviene del euskera ni del castellano, sino del inglés, Gastronomy Open Ecosystem. Quizá también por esto último haya pensado que, si el acalde bajo cuyo mandato se gestó el proyecto, Eneko Goia (PNV), dejó el cargo solo unos días antes y, por lo tanto, no llegó como tal a la inauguración, es porque el edificio ha sido construido con fondos privados. Vamos, que no hubiera pintado nada en el acto. Ahí erra usted también, se ha construido en suelo cedido por el Ayuntamiento de forma gratuita para los próximos 75 años y, además, de los 26 millones que ha costado su construcción, 24 millones los han puesto las administraciones públicas (18 el Gobierno vasco, 6 la Diputación de Gipuzkoa). Y no, tampoco es un centro de salud, como el que el GOe sí tiene enfrente, el de, como otros tantos, saturado ambulatorio de Gros. Tampoco es una casa de cultura, como la de Okendo, que queda justo a su izquierda, empequeñecida por el enorme edificio recién estrenado. Una universidad sí es, pero no pública, sino privada. Porque el GOE es un centro que gestionará el Basque Culinary Center de Mondragon Unibertsitatea. La matrícula cuesta 10.500 euros al año.

En una ciudad acostumbrada a que se eternicen los proyectos, en solo tres años se ha pasado de anunciar la construcción y mostrar las primeras maquetas del GOe, a su inauguración. En parte, porque ni siquiera se planteó nunca la utilización de su subsuelo para construir aparcamientos para residentes de la zona, donde su carencia se verá ahora agravada por la asistencia diaria de personas trabajadoras y estudiantes que acudirán al GOe. Solo en la jornada de inauguración se anunció la asistencia de 1.200 personas. La oposición vecinal al proyecto ha denunciado, además, que el innegable poder de atracción de un edificio con vistas al Cantábrico y la surfista playa de La Zurriola, agravará el problema de la vivienda en uno de los barrios más caros de una ciudad situada siempre entre las más caras del Estado. De hecho, junto con la cesión de suelo para el edificio, el Ayuntamiento aprobó la construcción en un solar cercano de viviendas para jóvenes. Ahí todavía no han entrado las grúas.

La asociación de vecinos de Ulia la llevó a los tribunales, pero el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco ha validado la operación urbanística y construcción del edificio en un solar en el que anteriormente había un parque, calificado en redes sociales y comentarios de noticia de periódico, por personas favorables al proyecto, como “meadero y cagadero de perros”. Si lo fuera… ¿no podían haber mejorado esa zona verde? Otros valoran la estética del edificio, como si el hecho de que pueda ser bonito -personalmente, a mí me gusta, pero, ¿hay concepto más ambiguo?- justificara la operación. Incluso, si lo que avalara la necesidad del edificio fuera su fachada caminable, cubierta con vegetación… ¿no podía haberse construido para otro uso?

El GOe se presenta como “epicentro internacional para la ciencia y la innovación en el ámbito gastronómico”. Las asociaciones que han luchado contra la operación invitaron a que ese polo de atracción se construyera en otras zonas más alejadas de la Donostia turística, donde hay más desempleo y necesidad de regeneración urbanística.

La de su inauguración ha sido la crónica de una indigestión. Y, no, desde luego, por sus pintxos de los que, a buen seguro, disfrutaron el lunes quienes fueron invitados a ella, como el ministro de Alimentación del Gobierno español, Luis Planas, o el lehendakari, Imanol Pradales. Mientras ambos, como otras autoridades invitadas, degustaban lo que les servían ataviados con unas gafas que más parecían de astronauta que de comensal, ahí abajo, en frente, en la tierra, cientos de personas protestaban.

Semejante “hito” para la ciudad no contó en su inauguración con un alcalde o alcaldesa en plenas funciones, puesto que Eneko Goia ha dimitido justo en vísperas de la apertura del centro, y quien lo sustituirá al frente del Ayuntamiento, el actual concejal de Cultura, Euskera y Turismo, Jon Insausti, cogerá la 'makila' de mando pocos días después. El relevo ha venido por la intención del PNV de que el nuevo alcalde se dé a conocer para afrontar las próximas elecciones municipales. Así las cosas, el estreno contó con una alcaldesa, sí, Nekane Arzallus, pero en funciones. ¿Alcaldesa accidental en el día en el que se inaugura de un edificio llamado a prolongar el denominado ‘marco incomparable’ de la ciudad o alcaldesa por accidente?

Es muy probable que, incluso entre tanta sofisticación, entre las creaciones en miniatura servidas a quienes asistieron al evento no faltara la patata. Con label vasco de calidad. Lo más posible es que en su preparación tiraran más de horno que de microondas, puesto que no es esto último lo que se espera en la alta cocina para elaborar una patata caliente.