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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Rumbo a la Cumbre del Clima de Glasgow

Parte de la expedición vasca a la Cumbre del Clima de Glasgow

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Tras largos y minuciosos preparativos durante ocho meses, intensificados en las últimas semanas, llega la hora H del día D. Puerto de Santurtzi, 20.30 horas del martes 28 de septiembre. Cuatro activistas medioambientales acaban de embarcar, otros cinco lo harán al día siguiente en Santander, uno más se incorporará en el punto de partida. Este pequeño equipo de 10 personas, al que se irá uniendo más gente, va a recorrer Gran Bretaña andando para reclamar justicia climática en la cumbre de Glasgow.

 Si impresiona pensar en andar cada día una media de 30 km durante un mes, basta un ejemplo para relativizar el alcance de ese esfuerzo. En las empresas metalúrgicas se trabajaba a golpe de cronometro hasta que a finales de los 80 del pasado siglo desapareció la gran industria. El ritmo mínimo exigible equivalía a caminar 4.5 km a la hora. En una jornada de 8 horas supondría recorrer 36 km. El ritmo óptimo de productividad era un 20% superior, que equivaldría a caminar 43.2 km cada jornada laboral. O sea, un maratón. La actividad laboral metalúrgica, sometida al sistema rutinario y deshumanizado del taylorismo, no es más dura que el trabajo de las mujeres esclavizadas por las máquinas de hilaturas, o el de las “kellys” limpiando sin respiro hoteles. 

El plan de entrenamiento previo, aparte de realizar caminatas para poner a punto el cuerpo y la mente, ha consistido en participar en movilizaciones locales y generales, como la Acción Global por el Clima del 24 de setiembre. 

Toca entrenarse también para afrontar las consecuencias del Brexit. Además de rellenar engorrosos formularios y pasar aquí y allí pruebas COVID-19, que no son baratas, falta añadir el comercio desabastecido, sobre todo gasolineras, debido a que los camiones de la Unión Europea han dejado de rodar por las carreteras británicas. El Brexit se convierte en otro jinete del apocalipsis, como la emergencia climática.

Pasos previos antes de iniciar la marcha

El martes 28 de septiembre compareció el grupo de marchistas ante la prensa en la plaza Arriaga de Bilbao. Fue un emotivo acto público de despedida, entre voces de ánimo, con reparto de pulseras reivindicativas, mientras comienzan a ondear los banderines sobre las mochilas. Completa la escena una furgoneta, decorada con expresivos carteles, que trasladará los equipajes durante el recorrido, sirviendo de refugio en caso de lesiones.  

Antes de embarcar el grupo de marchistas tiene cita con el equipo televisivo de Salvados. Acceder a ese programa compensa soportar tres horas de grabación. También se intenta contactar con El Intermedio. Es sabido que sin los medios de comunicación ningún acontecimiento es noticia. 

El ‘Cap Finistère’ zarpa con puntualidad británica a las 20.30 horas, mientras la noche borra la línea del horizonte y el sirimiri difumina las luces de la costa. A la misma hora está previsto atracar al día siguiente en Portsmouth. Son 25 horas de navegación, una hora más por la diferencia horaria (como en Canarias), consecuencia del absurdo sistema horario español. Una jornada completa de navegación da margen para convivir y reflexionar sobre la marcha.  

Tras pasar la larga noche en la sauna del claustrofóbico camarote, al salir a cubierta con el sol a estribor sentimos el alivio de la brisa marina. Entretanto el buque se abre paso entre los islotes occidentales de Bretaña. Seguiremos costeando hasta enfilar el ancho Canal de la Mancha, donde se pierde de vista la costa, permaneciendo el sol y la mar en calma.  

El sosiego de la travesía invita a pensar en la suerte que tenemos al contar con marchistas bilingües. Sin ser anglófobo, pertenezco a la generación que cantó con Carlos Puebla: “El inglés que yo tengo es muy escaso/es un inglés de mister y hello/pero entiendo a los pueblos cuando exigen/¡yankee go home!”. Entonces nos motivaba más el francés que el inglés, tal vez porque la revolución francesa erradicó la monarquía absolutista. Si viajamos a Londres fue sobre todo para visitar la tumba de Carlos Marx en el histórico cementerio de Highgate.  

Los complejos de ayer nos impiden hoy comunicarse con gente que comparte nuestras aspiraciones y sentimientos. Lo comprobaré horas después al ser acogido en una casa donde sólo se habla inglés, siendo preciso recurrir al traductor de Google hasta para saludarse. 

Prosiguiendo la travesía por el Canal de la Mancha, a la altura de Normandía avistamos la isla de Guernsey. Detrás se encuentra, aunque no lleguemos a verla, la singular isla de Jersey. Resulta curioso que uno de los mayores paraísos fiscales del planeta lo haya montado la Corona Británica en la diminuta Jersey. Será porque el negocio financiero no necesita espacio físico. El Reino Unido no asume ninguna responsabilidad en el caso, son cosas de la Corona, como el caso del Emérito en el Reino de España.  

Desaparecida la costa continental por estribor, al atardecer comienza a perfilarse territorio insular a babor. Al ocultarse el sol aparece la Isla de Wight, la más grande de Gran Bretaña, puesta en el mapa por sus célebres conciertos. Gente progre de edad más que madura, que dice haber estado en Paris en mayo del 68, también acudiría a la isla de Wight en agosto de 1970, junto a una muchedumbre estimada en más de medio millón de personas. En aquella época de acceso a los festivales sin pulsera identificativa, mucha gente olvidaba pasar por taquilla. Ese concierto resultó tan deficitario que no se volvió a celebrar hasta junio del 2002. 

Tenemos a la vista las luces de la Pérfida Albión, expresión utilizada por Napoleón para mostrar su rencor hacia Inglaterra. El autor es un poeta francés de origen aragonés que escribió esta frase: “Attaquons dans ses eaux la perfide Albion”. También la hizo suya el franquismo, pero mejor no remover la historia, habría que citar hasta el gol de Zarra en el mundial de 1950. En realidad “Albión” parece tener origen celta y es el nombre utilizado por los romanos.  

Antes de pisar tierra conviene tener claros algunos conceptos: Inglaterra, Gran Bretaña y Reino Unido no son designaciones territoriales equivalentes. Inglaterra forma Gran Bretaña junto con Gales y Escocia. El Reino Unido (UK) es un estado integrado por esas tres naciones e Irlanda del Norte. Nuestra marcha recorrerá Inglaterra y el sur de Escocia.  

Otro dato significativo: se dice que Glasgow es la ciudad más lluviosa del Reino Unido. Según las estadísticas llueve la mitad de los días del año. Octubre es uno de los meses con mayor abundancia de precipitaciones. Lo iremos constatando durante la marcha.  

Conforme nos acercamos a puerto aumenta el tráfico marítimo. Llegar a Glasgow cuando ya ha anochecido tiene la ventaja de poder ver iluminado el pirulí del puerto, conocido Spinnaker Tower por su aspecto de vela de navegación.  

Recorriendo Portsmouth

Portsmouth es una ciudad portuaria, rodeada por todas partes de agua, que tiene la mayor densidad de población de Gran Bretaña, incluyendo Londres. El motivo no es que abunden edificios altos y falten zonas verdes. La mayoría de las casas no superan las dos plantas y recuerdan la arquitectura victoriana. 

La imagen más representativa de Portsmouth es el citado Spinnaker Tower. Domina la bahía y la ciudad con una aguja que alcanza los 170 metros de altura. Entre los monumentos de Portsmouth, además de dos catedrales, una anglicana, otra católica, destaca el museo del Día D, que recuerda el desembarco aliado de junio de 1944. Expuesto en el puerto vemos el navío Victory, a bordo del cual estaba el almirante Nelson cuando, en 1805, durante la batalla Trafalgar, ganó la gloria y perdió la vida. Se puede visitar además la casa natal del escritor Charles Dickens. Con sus realistas historias describió las penurias que desde los orígenes de la industrialización arrastraba el capitalismo inglés. 

El novelista Rudyard Kipling, nacido en Bombay, residió de niño en Portsmout. Lo recuerda una placa conmemorativa instalada en la casa donde vivía. La convivencia con una familia local dejó un amargo poso en la memoria de Kipling, sirviéndole de desahogo comenzar a escribir en edad temprana. 

Ya instalados en casas de gente generosa que apoya la causa de la marcha, el jueves 30 la tarea prioritaria es revisar un fallo de la furgoneta, dedicando el resto de la jornada a patear las calles y visitar en el paseo marítimo una obra de arte alegórica del daño que producen en la fauna marina los envases de plástico. Entretanto sopla con fuerza el viento y empieza a llover. Al anochecer toca volver al puerto a recibir al grupo que embarcó en Santander, completando el equipo de 10 otro compañero inglés.  

El primer día del mes de octubre lo dedicamos a realizar otro test de COVID-19, visitando después el humedal costero de Tipner West. Se trata de una zona de nidificación de aves protegida, amenazada por un proyecto de edificación de 3.500 viviendas. 

En nuestra ausencia el planeta sigue girando y se renuevan las noticias. Sabemos que la lava de la erupción de La Palma ya ha llegado al mar. El salario mínimo sube a 965 euros. La tarifa eléctrica cabalga desbocada. El tribunal europeo anula el acuerdo pesquero con Marruecos, recordando que está pendiente la descolonización del Sáhara Occidental.  

Tras permanecer tres noches y dos días en Portsmouth, el sábado 2 de octubre comenzará nuestra larga marcha. Como no guarda relación con la larga marcha emprendida por el ejército de Mao Zedong en China en 1934, para evitar posibles errores recordamos el enlace: https://marcha-a-glasgow.net

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