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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

A vueltas con la jornada escolar

Presentación de la plataforma surgida en Álava a favor de la jornada continua en Infantil y Primaria

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La pandemia que ha traído el coronavirus parece dispuesta a cuestionar todos los cimientos educativos que creíamos soldados a sangre y fuego en nuestro sistema. En plena segunda ola de escalada vírica todo, absolutamente todo, da la impresión de estar en entredicho, nada se puede tomar por definitivo.

 A la necesidad de acelerar los procesos tecnológicos en el aula y en la práctica docente cotidiana se unió, inmediatamente, la petición de descenso de ratios para formar y desdoblar grupos, en línea con las recomendaciones internacionales sobre distancia de seguridad. La apuesta indudable por la educación presencial, en estos momentos, conlleva la exigencia de unas garantías de máxima limpieza, de utilización de espacios nuevos o en desuso, de demandas de colaboración con las instituciones locales, en un trasiego desconocido hasta por los más antiguos/as del lugar. Las peticiones unánimes de reducción significativa del currículo habitual, ya inabordable en condiciones de normalidad, o la necesidad de una formación emocional para el profesorado, con el fin de tratar situaciones de duelo vividas por el alumnado, está sobre la mesa de cualquier reivindicación educativa actual, en aras de conseguir una enseñanza más acorde con la realidad personal del alumnado.

En este clima de cambio vertiginoso y cuestionamiento total en el que se encuentra actualmente la educación, ha reverdecido la polémica sobre la jornada educativa continua o partida. No es un debate nuevo, pero sí ha estallado con más virulencia, dados la intranquilidad, nerviosismo y dudas en los que se mueve la totalidad de la comunidad educativa desde el pasado marzo.

Profesorado, alumnado y familias han incorporado a este debate un argumento más al que aportar pros y contras. Defensores y detractores alaban y critican por igual ambos tipos de jornada, sumiendo a la mayoría en un bucle de difícil definición. En cada tipo de jornada encontramos a los mismos agentes educativos, con lo que resulta complicado atribuir a colectivos concretos su defensa o ataque. Es frecuente leer que la opción de jornada continua -vector en el que más docentes se sitúan- tiene como única defensa el deseo de conciliación familiar, deseo que parece ser argumento reivindicativo en cualquier otra profesión, excepto para el personal docente.

Pero también hay entre el profesorado voces muy críticas -entre las que incluyo la mía- con este tipo de jornada. Es de resaltar que son cada vez más las y los profesionales que subscriben que los escasos informes técnicos analizados no colocan esta opción con ventajas pedagógicas suficientes para promover el cambio horario; más bien, al contrario. Una jornada partida, tal y como señalan informes recientes pedagógicos dan más opciones de encontrar dos momentos de máxima atención de aprendizaje del alumnado que en la jornada continuada, donde este punto máximo se reduce a tan solo uno.

Desde Fernández Enguita, crítico con su propio colectivo profesional al que le atribuye manipulación informativa -casi siniestra- para la consecución de sus objetivos de horario condensado, hasta asociaciones de pediatras, volcadas en la defensa de la jornada partida, consideran que es esa, la jornada interrumpida con un tiempo largo de descanso (habitualmente la comida),  la que se adecúa mejor a los ritmos biológicos del alumnado, al favorecer el sueño y rendimiento académico, especialmente del y de la adolescente.

Sin embargo, a diferencia de lo que suele pensarse, entre las y los defensores de la jornada continua aparecen muchas asociaciones de familias que ven en esta opción la oportunidad ideal para que las actividades extraescolares completen la formación de sus hijas e hijos. AMPAs que buscan un horario más racional para esta formación, normalmente relegada a los intermedios de los comedores o a las últimas horas de la tarde, cuando el cansancio del alumnado es más que evidente.

En la CAPV, la polémica también está de actualidad. Recientemente -y amparándose en una instrucción del propio Departamento de Educación que permitió a los centros de Enseñanza Secundaria (no así a los de Primaria) optar por un horario compactado o partido- han surgido voces (de profesionales y de familias) que reclaman debatir ampliamente sobre esta cuestión. 

El CEIP Lakuabizkarra, de Vitoria-Gasteiz, por ejemplo, argumentando razones de organización escolar a la hora de gestionar las nuevas instrucciones de seguridad ante la COVID-19, decidió realizar una jornada laboral continua mientras durara la pandemia. La rápida intervención de la Consejería desautorizando tal medida y recordando que esta opción no se contempla en los centros de Infantil y Primaria de Euskadi avivará una polémica que, lejos de amainar, conocerá nuevos episodios sin que transcurra demasiado tiempo.

Un componente fundamental de la mejora del rendimiento es la calidad del proyecto educativo del centro, a mucha distancia de la influencia que pueda tener el tipo de jornada en la que se desarrolle la actividad escolar. Y de esto, habrá que hablar también

La razón ofrecida por el nuevo equipo de Jokin Bildarratz es que habría que modificar el decreto que generó la actual estructura horaria de los centros, antes de aceptar ningún cambio. Esta postura, con ser cierta, olvida con demasiada facilidad la autonomía que tienen los centros escolares a la hora de generar su propia dinámica de funcionamiento, si es consultada y consensuada democráticamente a través de sus órganos de participación, como es el Órgano de Máxima Representación del propio centro (OMR). Desconozco si es una medida elaborada tan solo para ganar tiempo u otra “cacicada” y decisión innegociable, como a las que nos fue acostumbrando su homónima antecesora, Cristina Uriarte.

Mi respetada compañera Amelia Barquín se ha incorporado también al debate sobre la jornada escolar recientemente con un artículo que deja más preguntas que respuestas, pero insinúa un punto de vista favorable a la jornada partida. No parece observar con demasiado interés -más allá del beneficio personal por su condición de docente- una concentración horaria más que para las familias y el alumnado socialmente ya favorecido (“personas de clase media blancas autóctonas payas, las mejor situadas socialmente…”). El resto, de optarse por la jornada continua, se sumiría en un tiempo perdido que no mejora la relación intrafamiliar ni el tejido comunitario.

De esta última valoración es de donde parte mi desencuentro con la reconocida docente. De esa suposición de que el espacio y tiempo que posibilita la jornada continua se dé como definitivamente perdido. Se parte de una realidad (consumo excesivo de tiempo ante las pantallas, por ejemplo), pero se evita la aproximación a un futuro más esperanzador; ese que propone unos centros abiertos vespertinamente para que las administraciones públicas (autonómicas, territoriales y locales) provean las necesidades formativas necesarias (no exclusivamente docentes) y trabajen en la formación integral de la persona: deportivas, musicales, clubes de tiempo libre… Debería ser una exigencia social y ayudaría a esa integración tan manida como olvidada del centro escolar inmerso en su barrio de referencia.

Sea como fuere, un componente fundamental de la mejora del rendimiento escolar y de los rendimientos académicos es la calidad del proyecto educativo del centro, a mucha distancia de la influencia que pueda o no tener el tipo de jornada en la que se desarrolle la actividad escolar. Y de esto, habrá que hablar también.

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