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La catarsis de Vitoria: un acto institucional recuerda cuando la ciudad fue puerta de entrada del coronavirus en Europa

El alcalde de Vitoria, Gorka Urtaran, junto a la escultura de madera con un hueco vacío en el centro en recuerdo de los fallecidos por la COVID-19

Iker Rioja Andueza

17 de noviembre de 2021 21:58 h

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Allá por febrero de 2020, Vitoria se convirtió con la Lombardía italiana -unidas por un vuelo directo desde el aeropuerto de Foronda- en el punto de entrada masivo del coronavirus en Europa, la amenaza que parecía lejana cuando azotaba la ciudad china de Wuhan. La capital vasca registró el primer positivo el penúltimo día de aquel mes bisiesto y, 628 días y media docena de olas después, el Sars-Cov-2 se ha cobrado desde entonces 639 vidas, aunque la realidad es que Osakidetza detuvo el recuento hace ya unas semanas. Este miércoles por la noche el Ayuntamiento de la ciudad ha organizado un acto de homenaje con el lema 'Dedicatum Gasteiz' a once sectores de la sociedad que, en la práctica, abarcan a casi todos los 250.000 habitantes. La organización, en todo caso, se ha disculpado si algún colectivo se sentía excluido del aplauso. También se ha recordado a los difuntos con un minuto de silencio y una escultura de piezas con un hueco en medio. Ha sido una suerte de catarsis acompañada de música de contrabajo y piano para una ciudad que se vio en el centro de una pandemia mundial desconocida y que ha asumido que forma ya parte de la historia para siempre.

El evento, de más de 90 minutos, ha tenido lugar en el auditorio central del palacio de congresos Europa. Como la pandemia no ha finalizado, el aforo ha sido de aproximadamente el 80%, en la entrada había dispensadores de gel hidroalcohólico y el público estaba obligado a portar mascarillas. No lejos de allí, a escasos centenares de metros, se ubica el hospital de Txagorritxu, donde apareció el primer brote de COVID-19, así como la residencia Sanitas del barrio de San Martín, la primera cuarentenada en España para frenar una sucesión de defunciones que luego se hicieron habituales en otros centros de mayores. En un vídeo proyectado en pantalla gigante, se ha recordado al presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, explicando que había informado al jefe del Estado, el rey Felipe VI, de que había decidido confinar en sus domicilios a la población. También se ha escuchado uno de los primeros mensajes del lehendakari, Iñigo Urkullu. “Había calles vacías. Rostros tras los cristales. Sirenas. Aplausos”, ha enfatizado la presentadora del acto, la actriz Ainhoa Larrañaga, sobre la llegada del estado de alarma. Pero la realidad es que Vitoria se plantó en ese momento tras dos semanas y media de contagios, cuarentenas e ingresos hospitalarios que hicieron de Txagorritxu un centro casi dedicado en exclusiva a la COVID-19. Un dato, el 15 de marzo de 2020, primer día del confinamiento, Vitoria ya había pasado en incidencia a la propia Wuhan origen de la crisis mundial. Hubo que convertir un hotel en hospital, derivar pacientes a la privada, convertir los taxis en ambulancias e intentar pelear en los mercados mundiales para comprar respiradores o equipos de protección.

Lo ha explicado Enrique Gutiérrez, director médico de la organización sanitaria que integran a los hospitales y ambulatorios de Vitoria y gran parte de Álava, la denominada OSI Araba: “En el hospital fue como un bombazo. El primer caso fue dentro del hospital [una doctora]. Los últimos días de febrero y marzo fueron una locura, como en la guerra. Al principio, era pura cuestión de supervivencia. Las vacunas [que simbólicamente llegaron en Euskadi primero a Txagorritxu también el 27 de diciembre del pasado año] fueron un antes y después”. Gutiérrez ha sido uno de la veintena de representantes de sectores esenciales de la sociedad que han tomado la palabra en nombre de toda ella, una delegación mayoritariamente femenina. Ha hablado una limpiadora de la planta de enfermedades respiratorias del hospital de Santiago, una policía, un barrendero, una profesora que cambió las aulas por las videollamadas, una periodista, una estudiante que preparaba Selectividad y ahora cursa segundo de carrera en la Universidad o una diseñadora de trajes de novia que usó el algodón de los vestidos que nadie iba a usar para hacer mascarillas improvisadas ante la falta de suministros. Una joven de origen chino -esta comunidad fue la primera en usar mascarillas y en confinarse- ha contado cómo intentaron “ayudar” a Vitoria con la experiencia que habían conocido en su país y una comerciante ha recordado cómo la gente vacío las estanterías de las tiendas. “Era el fin del mundo”, ha ironizado.

El acto ha estado presidido por el alcalde de Vitoria, Gorka Urtaran. “Estoy un poquito emocionado. Voy a ver si soy capaz de hilar un poquito el discurso”, ha asegurado al subir al escenario sin papeles, como es usual en él, para realizar su intervención. En euskera, ha agradecido la presencia de una nutrida representación de autoridades en el auditorio. Además de buena parte de la corporación municipal, incluida la teniente de alcalde, Maider Etxebarria, ocupaban las primeras filas la presidenta del Parlamento Vasco, Bakartxo Tejeria, las consejeras de Salud, Gotzone Sagardui, e Igualdad, Justicia y Políticas Sociales, Beatriz Artolazabal, el presidente de las Juntas Generales, Pedro Elosegi, y el diputado foral alavés que ha gestionado desde el inicio la crisis de las residencias, Emilio Sola. El primer edil ha tenido también un recuerdo para los fallecidos: “[Es preciso] Honrar con mucho cariño a todas aquellas personas que nos han dejado”. Y, parafraseando al escrito uruguayo Mario Benedetti, ha recitado: “Aunque el frío queme y el miedo muerda, queremos que Vitoria-Gasteiz sea una comunidad y mirar al futuro con ilusión y optimismo”. Como el resto de intervinientes, el alcalde ha sido aplaudido por los asistentes.

Con ayuda de Urtaran, los representantes de la sociedad han ido completando las piezas de una escultura de madera. Cada una de ellas tenía un deseo. Al final, se ha constatado la falta de una de ellas que ha servido para volver a recordar a los fallecidos y también al personal de funerarias o cementerios, que igualmente se vieron colapsados en la primavera de 2020. “La escultura no está completa. Falta algo. Falta alguien. Este hueco nos recordará que la pandemia no solo nos robó tiempo y espacio”, ha hecho ver al público la conductora. El acto ha tenido como banda sonora varias piezas de música interpretadas con piano y contrabajo y que han sido acompañadas de danza inclusiva para que pudieran disfrutarlas personas sordas. Han sonado 'Desde el balcón', 'Flor de lis', 'Imagine', 'Overjoy', 'Errefuxiatuena' y, significativamente, el 'Show must go on' de Queen. Ya finalizado el homenaje y muy lejos del tono serio que ha guiado todo el evento, se ha invitado al público a realizar una coreografía con música de Macaco para aprender algunas nociones de lenguaje de signos.

[En Vitoria se inauguró ya tras el final de la primera ola un parque en recuerdo de todas las personas con COVID-19 fallecidas en Euskadi, que son más de 4.800. Su ubica junto al colegio Urkide. Era una zona donde se erguía una centenaria secuoya ahora ya fallecida pero que sigue en pie y supera la altura de muchos edificios del entorno. Ahora se ha plantado un nuevo ejemplar. Son de la especie 'sempervirens' y simbolizan el arraigo de la vida]

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