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ENTREVISTA
Asesora interregional de Hábitat

Katja Schäfer, urbanista: “Se creyó que con la pandemia mucha gente se mudaría al campo pero no ha sido así”

Katja Schäfer, asesora interregional de Hábitat, durante el congreso Euskal Hiria

Alazne Aldayturriaga

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La arquitecta y urbanista Katja Schäfer comenzó su andadura profesional en el mundo de la arquitectura convencional. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que su camino no era ese. Tras una amplia experiencia en países en vías de desarrollo, ahora es asesora interregional de Hábitat, el programa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para los Asentamientos Humanos. Schäfer ha participado en el congreso Euskal Hiria en Vitoria, con el que se ha dado por finalizada la Bienal Internacional Mugak. En él, Schäfer ha podido ver una Euskadi dispuesta a debatir de forma crítica sobre su desarrollo urbano. “El debate es realmente interesante e importante y que se haga de una forma tan abierta y franca es un primer paso para tomar decisiones”, apunta.

¿Cómo termina una arquitecta de asesora Interregional de Hábitat?

Después de unos pocos años de experiencia práctica como arquitecta, sentí que el mundo de la construcción para clientes individuales no cumplía con mi deseo de trabajar por una planificación urbana sostenible. Por eso, decidí hacer un máster en la University College London. En él estudié, básicamente, cómo crear un diseño y desarrollo urbanístico centrado en el hemisferio sur. Después trabajé de profesora de apoyo. El día del tsunami de Sri Lanka, en 2004, estaba dando clase. Varios compañeros de ONU-Hábitat recordaron que hice mi tesis sobre este contexto y así me llegó mi primera labor como planificadora urbana junior. Eso me llevó a trabajar en Somalia y Yemen, y también estuve ocho años y medio trabajando para varios países árabes. Entonces empecé a trabajar de asesora interregional de Hábitat para Europa del este y Asia central desde las oficinas de la ONU en Nairobi.

Ahora gestiono y coordino el programa de Hábitat, programa que tiene como objetivo combatir la desigualdad en diversos ámbitos: espacial, social, económica y medioambiental. Además, lidero otros dos programas de Hábitat. Uno trabaja la transformación urbana y el otro las ciudades inteligentes que ponen al ciudadano en el centro; es decir, la conexión entre la urbanización y las oportunidades que ofrece la transformación digital.

El trabajo de Hábitat se centra en luchar contra la desigualdad, ¿qué puede aportar la planificación urbana a ello?

Los profesionales quieren diseñar ciudades, pero es más que eso, se trata de gestionarlas. Uno de los objetivos de desarrollo sostenible enmarca las ciudades y comunidades en la nueva agenda urbana, que es nuestra forma de implementar los objetivos de manera local. Hacemos hincapié en no dejar a nadie atrás y creo que se debe hacer partícipe a la gente cuando planificamos y gestionamos las ciudades. Es importante entender de quién hablamos y cuáles son sus retos locales para saber cómo llevarlos a cabo. Por eso, los gobiernos locales tienen un papel muy importante en entender cuáles son los retos de su región para así trabajar con instituciones nacionales o internacionales como la Unión Europea para combatir las desigualdades a una escala mayor. La gente emigra a ciudades más grandes o a otros países en busca de mejores oportunidades. Por eso, es importante que se combatan las desigualdades para que la ciudadanía quiera quedarse donde nació y si emigra que sea de forma organizada. Es importante porque todos tenemos los mismos derechos, los derechos humanos, y todos deberíamos tener las mismas oportunidades, no solo en las ciudades sino también en las áreas rurales.

Al comienzo de la pandemia, se creyó que mucha gente se mudaría a zonas rurales, pero se ha visto que no ha sido así. Necesitamos buscar nuevos modelos de gestión para las ciudades para que se conviertan en espacios en los que la población puede coexistir. Por otra parte, también existe un deseo de reconectar con la naturaleza, con un cuerpo sano y con una mente sana y para ello tienes que tener la oportunidad de desarrollarte personalmente vivas donde vivas. Es ahí donde entra en juego la desigualdad. Cuando se debate sobre las desigualdades se debe hacer referencia al acceso a la vivienda. Mucha gente, sobre todo en el hemisferio sur, no tiene acceso a una vivienda digna, no puede permitírselo.

Es importante que se combatan las desigualdades para que la ciudadanía quiera quedarse donde nació y si emigra que sea de forma organizada, porque todos tenemos los mismos derechos humanos, y todos deberíamos tener las mismas oportunidades

¿El confinamiento de 2020 puso en evidencia la necesidad de viviendas más amplias o de terrazas?

Según hacíamos frente a las primeras olas de la pandemia y a los confinamientos, se cuestionó la creatividad no solo del individuo sino de las ciudades. Muchas ciudades han tenido buenas ideas para dar acceso a la ciudadanía a los espacios públicos: más zonas verdes y, por supuesto, como solución individual, balcones. Pero el confinamiento detiene a toda la comunidad, por lo que las respuestas deben ser también para la comunidad. Ya está brotando la necesidad de aire fresco, de más espacios públicos, de soluciones basadas en la naturaleza para las ciudades. Debe cambiarse la manera de abordar los confinamientos. Por ejemplo, en Italia la población fue muy creativa cuando decidió cantar desde los balcones, pero mucha gente ni siquiera tiene una casa en la que tener balcón. Se trata de cubrir las necesidades básicas para una buena calidad de vida y se debe centrar la atención en los grupos más vulnerables de la sociedad, que no incluyen solamente a las personas mayores o a las enfermas, sino también a los niños, que no tienen acceso a la vacuna todavía.

Ha tenido la oportunidad de trabajar en diferentes países en vías de desarrollo. ¿Qué ha aportado su trabajo? ¿Qué le han aportado a usted esos proyectos?

Tengo que decir que he trabajado en contextos muy difíciles. He trabajado en Somalia, en Yemen, y durante la Primavera Árabe trabajé en varios países que se enfrentaron a la crisis. Podemos hablar de crisis en las ciudades o de ciudades en crisis. El hecho de haber intentado dar respuesta a retos de esas ciudades, como el acceso a los servicios o la cuestión de la distracción me ha ayudado a entender mejor lo que significan realmente los conceptos de recuperación urbana y de salir de una crisis. No solo hablamos de las crisis causadas por el hombre o las consecuencias de una guerra, sino también de los desastres naturales. Ahora con la pandemia debemos aprender a construir comunidades más resilientes. La cuestión es: ¿cómo podemos trabajar con nuestros respectivos gobiernos locales y nacionales, con el sector privado, con la sociedad civil, con la academia y con los agentes para hacerlo? Eso es algo que he podido experimentar en mi labor.

Además, mi trabajo me ha ayudado a convertirme en una ciudadana global con más confianza y consciencia. Venir a Vitoria me ha hecho plantearme si viajo demasiado. Ese es otro punto que se ha puesto encima de la mesa recientemente. Si bien creo que es importante viajar algunas veces, lo es también tomar decisiones de manera consciente para hacer uso de la tecnología para conectar a las personas. Una vez se ha dado el primer contacto, siempre podemos reunirnos digitalmente y retomar la conversación. Creo que no es algo que haya decidido, sino que se basa en la experiencia: uno adquiere confianza y, con suerte, será también parte del cambio, pues, al conversar con otras personas, las inspirará y las animará a ajustar su forma de vida, de tal manera que todos podamos disfrutar de nuestro planeta Tierra un poco más de tiempo.

¿Cómo se enfoca un proyecto urbanístico a la participación comunitaria?

En un escenario ideal, se involucraría a los beneficiarios. Se debería preguntar a las personas que están preocupadas por un nuevo desarrollo urbano. Muchas veces, si uno solo pregunta a escala vecinal, la participación se queda en un nivel muy local. Hay que hacerse una imagen del conjunto, y para ello es necesario hablar con toda la comunidad afectada. Por ejemplo, si hablas de la rehabilitación o la transformación urbana de una ciudad histórica abandonada, no puedes abordar el proyecto hablando únicamente con las personas que han emigrado de ella, también puedes hablar sobre las oportunidades que proporcionan los visitantes. Es decir, explorar nuevas maneras de atraer a la ciudadanía con diversos planes de alquiler o el acceso a la compra y a la propiedad. De esa manera, la economía volverá a tomar forma en la ciudad. Realmente debe ser un debate inclusivo para entender los retos a los que se enfrenta la ciudad para los diferentes grupos y trasladarlo así a una esfera de desarrollo urbanístico más amplia.

No puedes abordar el proyecto para la transformación urbana de una ciudad histórica abandonada hablando únicamente con las personas que han emigrado de ella, también puedes hablar sobre las oportunidades que proporcionan los visitantes

Además, debe enmarcarse en desarrollar acciones locales para tener impacto global. Los objetivos de desarrollo sostenible para 2030 ayudan a enmarcar esos proyectos. Esto no significa que todos ellos abarquen las necesidades de la ciudadanía, pero sí ofrecen un punto de entrada para entender qué es lo que necesita. A nadie le gusta que las decisiones que le afectan se tomen sin consultar cuáles son las cuestiones que más le preocupan. Es un proceso de negociación, porque no podemos tener todo, pero, al menos, se puede conseguir un consenso sobre las cuestiones clave. Lo llamamos tener control del proceso, sentir que es nuestro proyecto. Hay casos en los que se ha trabajado con procesos participativos que se pueden evaluar con el tiempo. Se critica mucho que cuando la gente ve que se han cubierto sus necesidades deja de participar; aun así, creo que es una condición para los procesos de desarrollo a nivel urbano entender las necesidades de los usuarios e intentar satisfacerlas de manera consensuada. El desarrollo sostenible presta atención a las dimensiones sociales, medioambientales y económicas basándose en el marco institucional.

¿Y cómo se enfoca para fortalecer el gobierno de un “Estado fallido”?

Esto es muy complejo. Quiero poner un ejemplo, el caso de Yemen, donde trabajé antes de que estallara la guerra en 2014. En 2016, se celebró la conferencia de Quito sobre la nueva agenda de desarrollo urbano, a la que, de hecho, acudió el ministro de Vivienda del gobierno interino. Él mismo dijo: “Quiero que la nueva agenda urbana sea el marco para la estrategia de recuperación para mi país, porque es importante reconstruir mejor. Hemos tenido muchos retos de desarrollo, pero es importante que lo que hagamos mejore la situación de nuestras ciudades”.

Ahora que estamos inmersos en la pandemia de la COVID-19, tenemos que fijarnos en las medidas y acciones que se están tomando de forma local, tanto en el hemisferio norte como en el sur, para mejorar la situación. ¿Debe tener todo el mundo balcón? A lo mejor es más importante que todos tengamos acceso a un parque público que sea suficientemente grande y seguro para utilizarlo las 24 horas del día los siete días de la semana. Podemos emplear esta accesibilidad para las personas como mecanismo para reforzar la relación con el gobierno local, también si lo hacemos a una escala mayor, con los gobiernos regionales o nacionales. Generar confianza y un buen dialogo puede ayudar a reforzar las relaciones. La cuestión es que se aborde integralmente para construir comunidades cuyas necesidades estén cubiertas en la planificación urbana, lo que conlleva que la ciudadanía esté satisfecha con su gobierno local.

Está considerando abordar una investigación sobre el papel de las áreas urbanas y la gobernanza en la formación del estado. ¿Qué le lleva a ello?

Para Hábitat uno de los motores para implementar la nueva agenda urbana es prestar atención a la aproximación territorial del desarrollo urbano. Estudiamos los sistemas de las ciudades, cómo esos sistemas acogen a las comunidades, cómo abarcan las limitaciones medioambientales y el desarrollo económico para enmarcarlo en una especie de política nacional urbana. También existen las políticas urbanas regionales y locales. Sin embargo, creemos que enmarcarlo de esa manera e invitar a la ciudadanía a discutir sobre las necesidades es una forma de reforzar la gobernanza y, para Hábitat, la base para determinar hacia dónde queremos movernos y cuáles son los objetivos es entender las complejidades del desarrollo urbano y ofrecer evidencia sobre los diferentes indicadores. Los agentes deben participar en el control, porque es una herramienta para involucrar a la gente en el proceso. 

¿Debe tener todo el mundo balcón? A lo mejor es más importante que todos tengamos acceso a un parque público que sea suficientemente grande y seguro para utilizarlo las 24 horas del día los siete días de la semana

Acaba de participar en el congreso Euskal Hiria de la Bienal Mugak. ¿Cómo ve el futuro urbanístico de Euskadi?

Es mi primer día aquí, solo sé que a la gente de Euskadi le gusta mucho comer pintxos. Como observadora externa, he de decir que he sentido que el debate ha sido extremadamente abierto y crítico, una condición esencial para poder avanzar en las cuestiones de desarrollo. Por lo que he podido observar en el congreso, hay un entendimiento muy grande sobre el espacio y los diferentes retos de desarrollo a los que están haciendo frente las ciudades. Las cuestiones del cambio climático, la transición energética, la migración, los retos económicos, la populación, las sociedades envejecidas, las identidades locales, la cultura, lo rural y lo urbano, todas esas cuestiones se han planteado desde el espíritu de la urbanización sostenible y para entender cómo emplear la naturaleza. El debate es realmente interesante e importante y que se haga de una forma tan abierta y franca es un primer paso para tomar decisiones. Es un buen indicador para Euskadi en un contexto más amplio. Es importante debatir en una dimensión de España pero también de Francia y Europa. Es crucial que no se preste atención solo a las grandes ciudades, como Bilbao o Donostia, sino también poner el foco en el interior, en la emigración o en el daño económico.

El Congreso Euskal Hiria ha hecho grandes contribuciones. De hecho, cuando estaba escuchando las discusiones sobre la urbanización en Euskadi he recordado el trabajo que hacemos en Hábitat para desarrollar herramientas. Podemos aprender mucho de Euskadi y creo que, definitivamente, retomaremos este debate. Quiero animar a los participantes de este congreso a que compartan la experiencia de Euskadi en el foro mundial que tendrá lugar el año que viene en Katowice, en Polonia, porque la experiencia de esta región puede tener cosas en común con la de otras.

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