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ENTREVISTA Periodista

Pepa Bueno: “Me espanta la instrumentalización política de las víctimas, pero no es algo nuevo”

La periodista Pepa Bueno posa con su primer libro "Vidas arrebatadas".

Beatriz Olaizola

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José Mari tenía 13 años y su hermano pequeño, Víctor, 11, cuando un coche bomba cargado con 250 kilos de amonal explotó junto a la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza, donde vivían. Era 11 de diciembre 1987, seis meses después de que la banda terrorista ETA colocara otro coche bomba en el aparcamiento de un Hipercor en Barcelona. En ese primer atentado murieron 21 personas y en el de Zaragoza 11, incluidos la madre, el padre y la hermana de siete años de José Mari y Víctor. La historia de estos dos hermanos le llegó a la periodista Pepa Bueno (Badajoz, 1964) sin esperarlo y desde que conoció a ambos supo que tenía que escribirla. Así lo ha hecho y en febrero de este año publicó, 'Vidas arrebatadas: Los huérfanos de ETA', un libro-reportaje que recoge la historia de José Mari y Víctor y su lucha por salir adelante. La directora del programa Hora 25 defiende que, aunque “ETA ya no está”, la memoria de un país es importante para entender el pasado y el presente. La presentadora de la Cadena Ser habla por teléfono con elDiario.es/Euskadi antes de su visita a Vitoria con el programa 'Hora 25', que se emitirá desde el nuevo Memorial de víctimas.

'Vidas arrebatadas: Los huérfanos de ETA' es su primer libro, ¿por qué esta historia? 

No la busqué, vino a mi. Me hicieron llegar las notas que José Mari escribió en sus noches de insomnio y al leerlas me enfrenté a un infierno. Empecé a pensar en hasta dónde llegaba la bomba expansiva que ETA detonó en diciembre de 1987 en Zaragoza. Y vi que llegaba a nuestros días.

Se podría decir que la historia le escogió a usted.

Sí. Una vez leí esas notas y conocí a José Mari y Víctor tuve clarísimo que quería escribirlo. Los periodistas cruzamos el planeta buscando historias y algunas, como esta, las tenemos tan cerca que merecen la pena ser contadas. En este caso, es contar la tragedia íntima de dos víctimas del terrorismo, que se quedaron huérfanas de padre y madre, y perdieron a su hermana cuando tenían 11 y 13 años. 

Ante historias como las que plasma en su novela, hay quienes hablan de instrumentalización de la tragedia de las víctimas de terrorismo. 

Me espanta la instrumentalización política de las víctimas, pero no es algo nuevo. Se las ha instrumentalizado durante mucho tiempo. Mi pretensión con este libro es todo lo contrario. Me siento incapaz de hablar en nombre de las víctimas de ETA. Cuando me preguntan “¿qué crees de las víctimas?”, pienso en cómo voy a hablar de un colectivo tan amplio, desgraciadamente, como es el de las víctimas del terrorismo. 

¿Y cuál es su pretensión? 

He querido contar la peripecia vital de dos personas víctimas de aquellos 250 kilos de amonal. Yo hablo de Víctor y de José Mari. Incluso en su caso, dos hermanos que vivieron la tragedia juntos, su duelo se ha materializado de una manera diferente. Son dos individualidades completamente distintas. A las víctimas hay que ofrecerles justicia, reparación y afecto, pero recordando que cada una es un ser individual,  que cada vida es una vida y que debemos acercarnos con mucho respeto a cada una de ellas y a cómo han transformado su dolor para seguir viviendo. 

Tenemos que amarrarnos a los hechos y a la búsqueda de la verdad. No es fácil, no es lineal y nos lleva a cometer errores, pero nunca a mentir

¿Cómo ha sido el proceso? 

Contar la historia de dos seres de carne y hueso, de dos hombres muy jóvenes que todavía viven, me ha obligado a una aproximación muy periodística a la verdad de los datos y los hechos, y a hacerlo con infinito respeto por ambos. En su caso se suman muchas cosas. Primero el atentado, que los deja sin nada y que se lleva por delante a su padre, su madre, su hermana, su casa, sus juguetes, sus recuerdos y su ciudad. A esto se le añade el abandono institucional que sufrieron. También la desatención social brutal, que nos pone frente al espejo como sociedad y esa necesidad urgente que teníamos entonces de tirar para adelante sin detenernos a ver quienes se quedaban por el camino. Los supervivientes, los heridos. 

¿Hay que seguir hablando de ETA?

ETA ya no está. Ya no mata, ya no secuestra, ya no extorsiona, pero el tiempo hace su trabajo. Es ese paso del tiempo y la perspectiva que ofrece lo que nos permite conocer historias que ayuden a entender. No a entender exactamente lo que pasó, porque eso está claro, sino a comprender cómo lo vivieron muchos de sus protagonistas voluntarios e involuntarios. Como ocurre con José Mari y Víctor, dos niños que se encontraron con una tragedia de una manera injusta y cruel. Siempre es oportuno conocer nuestra memoria. Una de las sorpresas que yo suelo llevarme ahora cuando hablo del libro y me entrevistan periodistas jóvenes que lo han leído es que me dicen que no tenían ni idea de mucho de lo que se cuenta. Bien, esa es la memoria y ahí está disponible para quien quiera saber de dónde venimos y dónde estamos. 

Ha mencionado “la aproximación periodística a la verdad”. ¿Cree que, desde hace algunos años, se cuestiona más ese compromiso periodístico? 

Todos los intermediarios entre los poderes y la sociedad están ahora mismo en cuestión. Y todos son todos. En ese viaje también nos ha tocado a los periodistas, aunque hay muchos que tratamos de hacer un periodismo honesto, que ayude a entender el mundo. Con el tiempo recuperaremos esa confianza que se ha perdido en buena parte de los destinatarios de nuestro trabajo, pero sin coger atajos, pensando en la sociedad a la que nos dirigimos y a través de un periodismo serio y de calidad. Un periodismo que cuesta dinero y que arrastra muchas crisis. 

Primero fue la crisis económica, ahora la pandemia...

No son una excusa, pero ayudan a entender el proceso que nos ha traído hasta aquí. El periodismo sigue siendo imprescindible para la sociedad y superaremos las crisis convirtiéndonos en eso, en imprescindibles, y más ahora que hay quienes creen que los hechos son irrelevantes. Tenemos que amarrarnos a los hechos y a la búsqueda de la verdad. No es fácil, no es lineal y nos lleva a cometer errores, pero nunca a mentir. 

Señalar a una persona con nombre y apellido, escribir el lugar donde trabaja, y que incluso se invite a mostrar el desacuerdo a la salida de su oficina me parece gravísimo

A raíz del crimen de Samuel el pasado viernes día 3, en las redes se han sucedido las críticas a los medios de comunicación por no especificar en las informaciones la supuesta motivación homófoba de los agresores. 

Ha habido una indignación y una respuesta muy saludable de la sociedad civil a este crimen, a la violencia y a la extensión del odio. Se ha podido comprobar que tenemos un nervio como sociedad poderoso y, sin que prácticamente se hubiera hablado, la gente salió a la calle de manera masiva y diciendo que no quiere violencia y no quiere odio. Me parecen muy saludables esa muestra de indignación y esa solidaridad. Sin embargo, el papel de la prensa es informar y esto no podemos perderlo de vista. El ritmo de la investigación policial y el ritmo de la información no son el ritmo de la indignación. Los medios pueden recoger esa indignación, pero tenemos que tratar de contarles a nuestros destinatarios la verdad a medida que la vamos sabiendo. Repito: nuestro papel es informar. Adjudicarse otros papeles siempre ha sido peligroso para los medios de comunicación. Hay que agarrarse a los hechos contrastados y veraces. Creo en la responsabilidad social de los medios, creo que tenemos que ser responsables frente a la sociedad a la que nos dirigimos y naturalmente hay que condenar la violencia, explicar las causas que la provocan y analizar el clima social que la hace posible, pero nuestra tarea principal siempre será informar.

El partido político Vox considera que son algunos medios de comunicación los que favorecen el clima social de violencia. Ayer, sin ir más lejos, publicaban un tweet contra el presidente de RBA, la empresa que edita la revista 'El Jueves', acusándolo de “odio contra millones de españoles a diario”. ¿Cree que existe un señalamiento a los medios más críticos con la formación?

Es obvio. Lo que ha pasado con el editor de 'El Jueves' es muy grave. Señalar a una persona con nombre y apellido, escribir el lugar donde trabaja, y que incluso se invite a mostrar el desacuerdo a la salida de su oficina me parece gravísimo. Es un señalamiento inequívoco. Suscribo lo que Reporteros Sin Fronteras, organización a la que pertenezco, ha publicado. Cruza todos los límites éticos y probablemente los legales. 

¿Cuál debería ser el papel de los medios de comunicación ante los partidos de ultraderecha? 

Este es un debate muy abierto en todas las sociedades donde los partidos 'ultras' han irrumpido en los últimos años. Los periodistas tenemos que informar de su existencia, como no puede ser de otra manera porque ese es nuestro trabajo, pero también debemos desmontar las falacias y las mentiras a los oyentes, lectores y espectadores. Así como analizar las razones detrás de que tantos españoles les hayan votado. Eso es fundamental.

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