Malvaluna, tres décadas sembrando derechos para las mujeres en Extremadura
Malvaluna nació en los años noventa, cuando hablar de violencia de género era todavía tabú y los recursos para atenderla, casi inexistentes. Desde entonces, esta asociación se ha convertido en un referente del feminismo extremeño: ha acompañado a miles de mujeres en procesos de violencia, impulsado políticas públicas, llevado el feminismo a las instituciones sin abandonar la calle, y tejido redes que sostienen y transforman la manera de afrontar los problemas.
“Cuando empezamos, todo estaba por hacer. Las mujeres éramos ciudadanas de segunda”, recuerda Catalina Galán, una de las portavoces de la entidad, que prefiere hablar en colectivo: “Funcionamos de forma asamblearia, también en la toma de decisiones y la representación”. Malvaluna es, pues, muchas voces y muchas manos trabajando por un objetivo común.
Feminismo en contextos rurales
Organizarse como colectivo feminista en Extremadura, una comunidad con geografía dispersa y tradición política conservadora, no fue fácil. “Percibíamos una situación insostenible de desigualdad: ausencia de derechos, pobreza estructural, exclusión”, explica Marisa Tena, también portavoz de la asociación. El feminismo se convirtió “en casa” para muchas que ni siquiera se reconocían como feministas, pero compartían ese anhelo de justicia e igualdad“. ”Éramos conscientes de que el cambio solo era posible si nos implicábamos muchas, y también de que el feminismo, además de dar respuestas a esas necesidades de cambio, incorporaba nuevos modelos de organización, de liderazgo compartido y de participación en la toma de decisiones“.
Así nació una red intergeneracional y rural-urbana que abordó temas invisibilizados como los derechos sexuales, la participación en la política local, el tiempo y los espacios rurales o el derecho a decidir y la Iglesia.
Acompañar para transformar
Desde su fundación, Malvaluna ha apoyado a mujeres en situaciones extremas: violencias sexuales, embarazos no deseados, discriminación laboral, procesos judiciales revictimizantes. “Hemos sido testigas y vivido con ellas cómo su propio hogar, ese espacio que debería ser el más seguro, era un infierno”, relata Tena.
Las mujeres de esta red femenina han acompañado a otras en procesos judiciales en los que se las cuestionaba y maltrataba, en situaciones de maltrato laboral, incluso a interrumpir un embarazo no deseado.
Ese acompañamiento directo ha sido también una fuente de análisis político: “No se puede hablar en nombre de las mujeres si no estamos a su lado. Nosotras no proponemos desde un despacho, sino desde la experiencia compartida”, señala Galán.
El feminismo no necesita apellidos
Para Malvaluna, el feminismo es político por eso rechazan la fragmentación del movimiento: “No creemos en los calificativos. El feminismo ya es radical, internacionalista, ecologista, intergeneracional. Fragmentarlo es una estrategia patriarcal para debilitarlo”, sostiene Galán.
Ambas portavoces también critican el concepto de 'feminismo institucional': “Lo que debemos exigir son instituciones responsables de políticas de igualdad. Todo lo demás devalúa el concepto y genera confusión”.
“Se legisla a golpe de titular, no con una agenda transformadora”, advierten, y subrayan que sus críticas no dependen del color político del gobierno, sino de su coherencia con la agenda feminista. “El movimiento feminista no resulta cómodo porque ponemos a las instituciones frente a sus contradicciones, porque evidenciamos su desinterés y la ausencia de políticas de igualdad realmente transformadoras”.
La diversidad de experiencias ha sido siempre el punto de partida. “Ninguna mujer es idéntica a otra. Cada una tiene su historia: clase, cultura, edad, origen, religión… Esta realidad se observa con claridad en Extremadura, donde la desigualdad territorial atraviesa nuestras vidas”, explican. Por eso el enfoque interseccional, insisten, no es una opción teórica, sino una necesidad práctica en una región envejecida, empobrecida y con fuertes desigualdades.
El cuerpo de las mujeres sigue siendo objeto de comercio a través de la prostitución, de la pornografía o de los vientres de alquiler. La trata de seres humanos sigue campando a sus anchas y alimentando la prostitución, “por estos motivos faltan medidas decididas en estos temas y en otros que están surgiendo y que es necesario que vayamos abordando a no mucho tardar”.
“Lo decimos muchas veces y resulta agotador pero hay que recordarlo, la violencia machista (en cualquiera de sus manifestaciones) no se acaba con un minuto de silencio cada vez que asesinan a una mujer, ni pintando papeleras de malva, se ha de hacer una apuesta más decidida y, por supuesto, los fondos del Pacto contra la violencia deben destinarse única y exclusivamente a luchar contra la violencia hacia las mujeres”, sentencian.
Diagnóstico: avances normativos, desigualdad persistente
España ocupa una buena posición en legislación sobre igualdad, pero el acceso real a derechos cuenta otra historia. “En 2023 y 2024 estábamos entre los cinco primeros países de la UE en normativa, pero en acceso a empleo, vivienda o recursos bajamos al puesto 17”, subrayan desde Malvaluna.
En Extremadura, como en el resto de España, las mujeres siguen siendo las más pobres, las más desempleadas y las que acceden a peores trabajos. Las violencias machistas aumentan mientras disminuyen las órdenes de protección. “Y todo esto demuestra que la justicia reproduce esquemas patriarcales que generan violencia institucional”, denuncian.
Una de las mayores preocupaciones actuales dentro del feminismo es el auge del negacionismo. “Durante años conseguimos que la violencia de género se reconociera como una expresión estructural de la desigualdad. Hoy vemos retrocesos preocupantes en este sentido”, afirma Galán.
Y es que la percepción de la violencia machista ha cambiado a lo largo del tiempo. En España, hasta no hace mucho tiempo, los malos tratos en las relaciones de pareja se veía como asunto privado perteneciente a la esfera familiar. Posteriormente, impulsado por el Movimiento Feminista, en acción colectiva con medios de comunicación e instituciones políticas, la violencia de género comenzó a ser reconocida como la más brutal de las manifestaciones de la desigualdad.
Desde Malvaluna, se señala, pues, la complicidad de ciertos medios, redes sociales y espacios políticos en esa regresión: “Se cuestionan las leyes, se contraponen crímenes machistas con otros cometidos por mujeres, se alimenta el odio contra el feminismo. Y el discurso cala, especialmente entre jóvenes”.
Educación sin coeducación
El sistema educativo es, a juicio de Tena y Galán, uno de los grandes fracasos. “Es mixto, pero no coeducativo. La mayoría de los centros no aplican los planes de igualdad ni implican a las familias. El profesorado que se compromete con esta causa, muchas veces se siente solo”, lamenta Tena.
Reclaman por lo tanto una educación sexual integral, materiales con perspectiva de género y la implicación formal de las organizaciones feministas en la elaboración de contenidos y protocolos escolares. “Sin educación feminista, no hay prevención de la violencia ejercida contra las mujeres”, resumen.
La organización insiste en que las violencias machistas son múltiples: simbólica, económica, institucional, vicaria… y que el sistema judicial no está preparado para afrontarlas. “Denunciar no es fácil, y muchas veces se convierte en una pesadilla mayor que la violencia sufrida”, explican. “Muchas mujeres nos dicen: si llego a saber esto, no denuncio”.
Por eso, ese exige que los fondos del Pacto de Estado se destinen exclusivamente a combatir la violencia, no a campañas vacías ni actos superficiales.
Avances legales y sus límites
Malvaluna valora positivamente la Ley Integral de 2004, pero advierte de sus limitaciones. “Desde el principio dijimos que debía incluir todas las formas de violencia. Ahora se han incorporado la sexual y la trata, pero siguen quedando muchas fuera: migrantes sin papeles, mujeres fuera del marco sentimental, violencia institucional…”.
Las dos portavoces también critican la aplicación de las leyes: cuerpos policiales sin formación, jueces con sesgos, normativas autonómicas que no se desarrollan. Respecto a la Ley de Garantía de la Libertad Sexual, advierten: “Ya dijimos en la fase de exposición pública que había aspectos a corregir. No se nos escuchó”.
Frente al debilitamiento institucional, Malvaluna refuerza las alianzas feministas. “Nos preocupa la expulsión de jóvenes por falta de oportunidades, el silencio de los ayuntamientos, el borrado de las mujeres en los discursos institucionales”, señalan. Por ello, para ellas, el feminismo sigue siendo la herramienta más poderosa de transformación: “El feminismo es intergeneracional. Mujeres mayores, medianas y jóvenes compartimos espacios, saberes e ilusiones. Todas juntas”, reivindican.
Mirar al futuro: justicia feminista
Las prioridades de Malvaluna para los próximos años están claras: una vida libre de todas las violencias machistas, empleo y vivienda dignas, corresponsabilidad real en los cuidados y combate efectivo a la feminización de la pobreza.
Todo ello acompañado de una apuesta decidida por la educación feminista, la justicia con enfoque de género y el reconocimiento político de las organizaciones que llevan décadas construyendo desde el territorio. Porque, como ellas mismas recuerdan: “El feminismo lo que de verdad necesita es compromiso real, recursos y una inequívoca voluntad de cambio”.
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