El Vía Crucis de Mérida no se pudo hacer en el Anfiteatro Romano, por la lluvia
Tres siglos distintos “procesionan” habitualmente en el Vía Crucis de Mérida. Su marco: el anfiteatro romano, del siglo I; su talla, un cristo del siglo XV, y unos fieles, los del siglo XXI.
Sin embargo esta pasada madrugada de viernes a sábado ha faltado el elemento monumental más antiguo, el marco romano, ya que en las horas previas había caído una buena tromba de agua sobre la ciudad, por lo que los organizadores consideraron peligroso mantener el itinerario acostumbrado, y el Vía Crucis tuvo lugar en la concatedral de Santa María.
Pero aunque hubiera sido en el Anfiteatro, “no es un espectáculo” histórico, es “una oración comunitaria, un acto de fe”, como remarcan desde la organización de la Semana Santa emeritense.
Esta madrugada del viernes al sábado, el Cristo de la O, cuya historia está plagada de vicisitudes, tenía previsto recorrer en silencio las calles de Mérida, con el único acompañamiento del redoble de tambores sordos, para posteriormente entrar al anfiteatro romano, un programa que hubo que cambiar.
Faltó la escena de los graderíos llenos de gente, con 111 velas formando una cruz sobre su arena y los cantos de liturgia hispano-visigótica a cargo de una capilla gregoriana -la del Santísimo Cristo del Calvario-, el Cristo de la O recibe el calor de la oración.
A hombros de 16 personas, muchas de ellas cofrades de distintas hermandades, este Cristo iba a realizar la Estación de Penitencia sobre una arena en la que “los primeros cristianos perdieron su vida por defender su fe”, según narraba en principio y antes de los cambios el portavoz de la Junta de Cofradías de Mérida, Mario Hernández.
La Estación de Penitencia, con un total de 14 paradas, tiene lugar normalmente en el propio anfiteatro emeritense, uno de los pocos en el mundo que aún tienen arena en su coso. El paso del Cristo de la O sobrecoge. Esta vez el recorrido fue alrededor de la nave de la concatedral.
Problemas actuales
Cada estación, ha explicado Hernández, recuerda varias etapas de la vida de Cristo, que nosotros “vinculamos” a través de textos con “problemas actuales”, como el desempleo y la violencia de género, entre otras temáticas.
El Cristo de la O es una talla, de la segunda mitad del siglo XV, que se quemó parcialmente durante el velatorio de Leonor de Austria, reina de Portugal y Francia, y hermana de Carlos V.
Fallecida en febrero de 1558, Leonor de Austria fue enterrada en la hoy concatedral de Mérida, uno de cuyos retablos acoge al Cristo del O.
En su velatorio, según ha relatado, Javier Cano, director del Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de la Consejería de Educación y Cultura de Extremadura, se quemó parte del artesanado y las llamas afectaron parcialmente a la talla, especialmente en tronco, cara y manos.
Restaurado el pasado siglo XX, y con retoques posteriores, este Cristo crucificado refleja el momento de su expiración y está considerado como una de las obras de imaginería más destacadas de esta comunidad autónoma.
Los restos mortales de Leonor estuvieron en Mérida hasta 1574, año en el que Carlos V ordenó trasladarlos hasta el Monasterio de Yuste, donde éste residía. Actualmente, reposan en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.