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Marcial Dorado, a Évole: “Conozco la honradez de Feijóo, si puedo le votaré”

Marcial Dorado (izquierda) y Jordi Évole en el programa 'Lo de Évole'

Daniel Salgado

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Marcial Dorado (Cambados, 1950) lleva 13 años en prisión. Ha pasado por 22 cárceles, ahora está en la de Teixeiro (A Coruña) y no saldrá hasta 2025. Cumple condena por narcotráfico, blanqueo de capitales y soborno a dos agentes de la Guardia Civil. Su imagen y su nombre saltaron de las páginas de tribunales a la crónica política cuando, en 2013, El País publicó su álbum de fotos junto a Alberto Núñez Feijóo. Sobre esos años de relación, sus vínculos políticos y su versión de los delitos por los que fue sentenciado habla por primera vez en público para Lo de Évole. En el programa, cuya emisión se aplazó en marzo debido a la epidemia de coronavirus, Dorado confiesa que votaría por su antiguo amigo: “Conozco la honradez de Feijóo, si puedo le votaré”.

“El señor Feijóo es un buen gestor, un buen político, a partir de 2006. Que antes, cuando yo lo conocí, no estaba ni afiliado al PP”, hace memoria Dorado. En la década de los 90, viajaron juntos entre otros destinos a Picos de Europa, Ibiza o Portugal, donde pasaron un fin de año. El hoy presidente de la Xunta se hospedó en un apartamento que Dorado poseía en Baiona, al sur de Vigo, relata Dorado. “No tiene vicios, no bebe, no fuma, no es una persona a la que le tire la fiesta. Disfruta del mar, metido en una chalupa [pequeña embarcación]”, rememora. Pero la entrevista, resumida en una hora de metraje y realizada en el domicilio del contrabandista durante un permiso, no es únicamente un repaso amable a aquellos años de excursiones y diversión. Hay un reverso para Dorado más amargo.

Cuando el programa muestra al entrevistado como Feijóo, en los días posteriores a la publicación de las fotos, niega su amistad con Dorado –“No hay ni una amistad estrecha ni ancha, ni una amistad directa”, llega a declarar el dirigente del PP–, el narco se apesadumbra. “Ahora se ve que ya es un político. No quiero decir que no sea honrado, pero no está hablando con el corazón, habla con el cerebro de político”, dice, “duele, duele... pero si duermes en mi casa, si mi mujer te hace el desayuno... Eso no es estrecha ni es ancha ni es cónica ni es cuadrada”.

El político y el contrabandista se habían conocido, según explica este, en A Coruña, por mediación de Manuel Cruz, un oscuro personaje vinculado a la extrema derecha, en aquel momento chófer de conselleiros y muerto en un accidente de automóvil en 1999. “No tengo ningún amigo político. No me gustan los políticos, y creo que Feijóo lo sabe. Pero él no era un político, era un gran gestor, estaba en Sanidad, pero yo no lo consideraba un político”, afirma. De hecho, fue la escalada del hoy presidente por las escarpadas laderas de la cosa pública lo que acabó por alejarlos, señala Dorado. “Hacia 2000 o 2001 soy yo el que se marcha. Él está más en política y yo siempre fui un poco escapado”, asegura, “de hecho, la última vez es él quien me llama. Yo soy empresario y quiere que nos veamos. Era 2001, y nos vimos”. En aquel momento, Feijóo dirigía Correos para el segundo Gobierno de Aznar.

Esa afirmación contradice lo que siempre ha defendido Feijóo, quien tras airearse las fotos de sus viajes con el histórico narcotraficante de las Rías Baixas alegó que cortó todo contacto en 1997, según el presidente de la Xunta, cuando supo que Dorado era objeto de investigaciones judiciales.

Las palabras de Feijóo ya las había desmentido antes José Antonio Vázquez Taín, un juez bregado en años de luchas contra la droga instruyendo sumarios en Vilagarcía de Arousa. Tras conocerse las fotos, Taín reveló que cuando tenía pinchado el teléfono a Dorado recuerda una o dos conversaciones “intrascendentes” del narco con Feijóo. El juez lo contó a El Mundo para desvincular al entonces presidente de la Xunta con las actividades del narco, sin saber que estaba contradiciendo lo que Feijóo repetía por aquellos días a la prensa sobre el fin de esa relación.

Visitantes enviados por ministros

Marcial Dorado huye de los políticos, pero los políticos no abandonan a Marcial Dorado. Al menos eso es lo que se desprende de otro tramo de la conversación en la que, preguntado por la denegación de permisos penitenciarios en 2018, el contrabandista sostiene que ha recibido algunas visitas, en prisión y en su casa. “Dos veces vinieron a verme para que hablase y me dijeron que así me aflojarían la cuerda”, dice, “querían que echase mierda sobre algunas personas. Supongo que sobre Feijóo”. Dorado parece reticente a dar más detalles, pero Évole acaba consiguiendo que lo haga.

Un “ministro o ministra” del PP de Madrid mandó personas a la celda de Dorado. Era cuando se debatía la sucesión de Rajoy al frente del partido conservador y Feijóo estaba a punto de dar el paso. “Seguramente sí era un ministro [quien las envió]. O ministra. A lo mejor tenía algo de poder. Primero era contra Rajoy. Supongo que después vendría Feijóo”, acaba concediendo Dorado, lo que le sirve para hablar de otra visita, esta anterior y en su propio domicilio. “En 2005 también vinieron a verme del PSOE. Dos personas. De parte de un ministro importante de Zapatero. Se sentaron aquí y me dijeron 'cojo el teléfono y te quitamos todo'”, cuenta. A cambio, asegura, le pedían unas declaraciones públicas. Intuye que también sobre su viejo amigo. En aquella época discurría el juicio que concluyó con una condena a Dorado por tráfico de cocaína.

El narco que niega serlo

“No me arrepiento de la droga, porque yo no hice droga, ni sé cómo es ni sé cómo huele”, dice. Marcial Dorado siempre ha negado que traficase con cocaína. Una de las pruebas de cargo para su sentencia fue una lancha que había vendido a Roberto Leiro, decomisada en una operación de descarga de ese estupefaciente en la que cayó Leiro. Dorado promete que no sabía a qué se dedicaba su comprador: “Solo sé que tiene mejilloneras. Claro que me importa que la lancha se usase para eso, porque yo estoy en contra del narcotráfico”.

También niega que el blanqueo de 22 millones de euros por el que fue condenado a seis años estuviese relacionado con el narco. “No hay droga, estoy en contra de la droga, nunca hubo droga”, insiste. Sus 16 cuentas bancarias en Suiza y sus compañías con sede en paraísos fiscales eran producto de su labor de empresario, defiende. Y su relación con otros históricos y conocidos narcos de la zona se reduce a unas palabras con Oubiña en Alcalá Meco y a darse los buenos días un par de veces con Sito Miñanco. Para los Charlines trabajó, sí, pero cuando tenía 20 años, y en nada que tuviese que ver con actividades ilícitas. He ahí su versión de los hechos.

Porque Marcial Dorado, que ya con 70 años mantiene en castellano la dicción y la fonética del singular gallego de la Illa de Arousa –donde vivió desde los siete años–, se explica a sí mismo en el centro de una conspiración. Y aquí regresa la política y los políticos de los que siempre quiere huir. “Yo tuve que ser condenado para dañar a ese señor. Pero no dañaron a ese señor, me dañaron a mí”, considera. Ese señor es su ex amigo Alberto Núñez Feijóo. Según la teoría de Dorado, sus fotos –requisadas en su casa durante un registro policial– tardaron en aparecer debido a que él no estaba condenado por narcotráfico. “Así ya se puede decir 'amigo de un narcotraficante'”.

En el reportaje publicado el 30 de marzo de 2013 y que desveló los años de relación de Feijóo y Dorado, El País tituló Feijóo y el contrabandista.

Marcial Dorado no aparece ante Jordi Évole como un hombre rencoroso. Dice que solo ha visto dos capítulos de Fariña, la teleserie basada en el libro crónica de Nacho Carretero sobre el narcotráfico gallego, pero que no le interesa. “Vi a Sito, él no fumaba, no bebía, y lo ponen tomando whisky. Él no es violento. Por lo que dicen”, se extiende, justo antes de echar el freno: “No debía hablar tanto, porque me estoy quemando más. Solo una cosa, cada vez que me ponen 'narcotraficante', me duele, porque yo siempre escapé de eso”.

La entrevista llega a su final entrando de nuevo en política. Al filo de las elecciones gallegas, Évole le pregunta si votará. “Si puedo, sí”, responde Dorado, “al que no es mi amigo. Porque conozco la honradez de Feijóo. No va a engañar a sus votantes. Pero yo no pido el voto para Feijóo”.

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