¿Trasnochas por culpa del móvil? Está de moda y se llama 'vamping'
“Todavía estoy haciendo ‘vamping’, no puedo dormir”, afirma una joven en Twitter. Y si buscas el 'hashtag' #vamping, encontrarás más expresiones como esta en muchos otros tuits. Aunque el apelativo no tiene nada que ver con colmillos afilados, ataúdes o condes transilvanos, se refiere a una práctica a la que posiblemente se habría aficionado cualquier chupasangre, incluido el mismísimo Drácula.
El ‘vamping’, un término que últimamente abunda en la red social del pájaro azul, se refiere a una costumbre que parece haberse puesto de moda entre los adolescentes: pasar despiertos gran parte de la noche pegados a la pantalla de un ordenador, teléfono o cualquier otro tipo de dispositivo. Dicen que se han pasado horas viendo series, películas, escuchando música o hablando con sus amigos. Aunque también los hay que simplemente comparten que tienen insomnio, y se lamentan por ello.
“Hay muchas consecuencias negativas de que utilicen las tecnologías por la noche”, explica a HojaDeRouter.com Orfeu Buxton, un investigador de la Universidad de Harvard especializado en conductas sociales y medicina del sueño. Buxton afirma que “utilizar un ordenador o un ‘smartphone’ después de irse a la cama incrementa el cansancio diurno, lo que hace que los jóvenes rindan menos en clase”. Ver la televisión también influye: “hace más difícil conciliar el sueño y está asociada con menos tiempo de descanso”.
Durante la noche, eliminamos del cerebro muchos subproductos nocivos que producen las neuronas y que producen enfermedades degenerativas como el alzhéimer, además de asentar los conocimientos que hemos aprendido durante el día. Además, descansar adecuadamente es “esencial para el crecimiento, el buen humor, el desarrollo de la curiosidad y el control del metabolismo y el peso corporal”, indica el experto.
No cabe duda de que dormir poco y/o mal perjudica al cuerpo humano. Pero, ¿hay motivos para preocuparse? ¿es el ‘vamping’ un fenómeno generalizado?
Urko Fernández, director de proyectos de Pantallas Amigas, asegura que la situación preocupa a padres y madres, así como a los propios profesores que “ven como sus alumnos se les quedan dormidos por la mañana”. La asociación en la que trabaja nació en 2004 con el fin de promover el uso responsable de internet entre los adolescentes, así como concienciarles sobre los riesgos que pueden entrañar ciertas prácticas en la Red.
Cómplices en la nocturnidad
Conectarse durante la noche “es para ellos una forma de poder estar con sus amigos sin interrupciones, casi sin reglas”, dice el asesor tecnológico. Según Fernández, durante el día los jóvenes están ocupados con actividades escolares y extraescolares, con tareas del hogar y otros convencionalismos sociales que les impiden estar con sus amigos de la forma que les gustaría y con la intensidad que necesitan. “La noche les ofrece esa oportunidad que además coincide con el final del día, con lo que pueden cumplir con esa ‘obligación’ de contar todo lo ocurrido durante su jornada”, prosigue.
Sin embargo, el experto indica que, al igual que ellos, “no lo deberíamos considerar como una adicción, ya que estas son dañinas y el uso de las TIC, incluso cuando es nocturno, no siempre representa un problema”. Explica también que normalmente después de algunas sesiones abusivas, suelen terminar normalizando el tiempo que pasan delante de las pantallas. “El uso excesivo de internet cansa físicamente y afecta no solo a su rendimiento escolar, sino también a otro tipo de actividades diarias que no quieren dejar atrás”.
Maialen Garmendia también le quita hierro al asunto: “es una tendencia que nunca hemos detectado y nuestras últimas entrevistas con adolescentes fueron en abril”. Esta socióloga de la Universidad del País Vasco (UPV) es la investigadora principal del proyecto europeo ‘Eu Kids Online’, en su vertiente española. Este trabajo, financiado por la Comisión Europea (CE), lleva ocho años estudiando las costumbres tecnológicas de los adolescentes, sus relaciones sociales a través de internet y la percepción que tienen de la privacidad y los peligros de la Web.
Garmendia admite que la relación de los jóvenes con internet está cambiando casi permanentemente, por lo que siempre hay comportamientos nuevos. Sin embargo, también afirma que a veces, cuando se le pone un nombre a un fenómeno social “parece que tiene mayor incidencia y puede ser solo una moda pasajera o una tendencia minoritaria”.
¿‘Vamping’ silencioso en los mayores?
Buxton es uno de los autores de un reciente estudio de la Fundación Nacional del Sueño de EE.UU. sobre la percepción que tienen los padres estadounidenses sobre los hábitos de sueño de sus hijos. Una de las conclusiones del trabajo, publicado el pasado mes de marzo, es que efectivamente el uso de aparatos electrónicos proporciona a los jóvenes una distracción para no irse a la cama.
Y las distracciones tecnológicas no sobraban precisamente en las habitaciones de los chicos, pero tampoco en las de sus padres: el 89% de los adultos (se preguntó a 1.103 con algún hijo de entre 6 y 17 años) y el 75% de los menores tenían al menos un dispositivo electrónico en su cuarto. Más de la mitad de los padres y el 45% de los jóvenes disponía de una televisión. Además, un tercio de los participantes aseguraba dejarla encendida por la noche. Si los adultos también utilizan los aparatos electrónicos por la noche, ¿por qué iba a ser el ‘vamping’ solo cosa de los adolescentes?
“También hay adultos que están enganchadísimos a las redes sociales”, dice Garmendia. La diferencia de nuevo es la percepción que tienen del uso que hacen de internet: “saben gestionar mejor su vida privada y los riesgos a los que se puedan exponer”.
Los padres resultaron ser igual o incluso más nocturnos que sus hijos. Al menos según los resultados de la tercera parte del estudio. En ella, se preguntó a los participantes si en los últimos siete días habían mandado emails o mensajes de texto después de haberse metido en la cama. El 26% de los padres contestó afirmativamente.
“La alteración del sueño causada por el uso de aparatos electrónicos antes de irse a dormir y en el dormitorio es algo que ocurre en toda la familia”, advierte el investigador de la Universidad de Hardvard. Como en muchos otros aspectos, “los chicos hacen lo que ven”.
Las reglas están para cumplirlas
La labor de los padres como educadores es clave para el control de este tipo de comportamientos y Garmendia opina que aunque a veces “se sienten perdidos” en el mundo de las redes sociales e internet, saben poner a sus hijos unas normas de uso y unos límites de horario adecuados para que utilicen las nuevas tecnologías. A pesar de que la adolescencia “es una edad difícil”, los chavales suelen cumplirlos porque en el fondo “tienen confianza en ellos y saben que es por su bien”.
Su edad es también uno de los motivos por los que son capaces de pasarse horas en internet. “Juegan no solo con la fortaleza de su juventud para aguantar esas sesiones maratonianas en la Red, sino también con la ilusión y las ganas de vivir de quien está empezando a conocer el mundo”, asegura Fernández. Según el miembro de Pantallas Amigas, a pesar de que ese mundo es cada vez más digital, ellos “tienen las mismas necesidades de siempre”.
De acuerdo con la investigadora de la UPV no es necesario culpabilizar a la tecnología ni adoptar posturas catastrofistas, “solo creemos que hay que hacer un uso responsable de ella”. Otro estudio conducido en España por la asociación Protégeles y también financiado por la CE, demostraba que el 21,3% de los jóvenes españoles de entre 14 y 17 años de edad utiliza internet de forma adictiva. El 1,5% puede incluso ser considerado como adicto. Garmendia y Fernández indican que no hay que llevar las situaciones al extremo, pero, como demuestran los datos, tampoco bajar la guardia.
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