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La cruzada por reunir todos los cedés para conservar el pasado de la informática

¿Tienes algún CD antiguo que pueda interesar a Jason Scott?

Lucía Caballero

El primer CD-ROM fabricado en España no almacenaba música ni un programa informático: contenía el Diccionario de Medicina Marín y fue producido en 1986 por la editorial del mismo nombre. La compañía barcelonesa había fundado una firma dedicada únicamente a editar títulos en este novedoso formato: la empresa Comunicación y Cálculo (ComCal).

El diccionario médico, junto con una base de datos del Vademécum Español de Especialidades Farmacéuticas publicada ese mismo año, formaba parte de la primera hornada de discos compactos fabricados no solo en nuestro país, sino también a nivel mundial.

Desgraciadamente, los pioneros en un campo no encuentran un terreno abonado, así que es más difícil que obtengan frutos. ComCal iniciaba su andadura en un paisaje casi desértico: a mediados de los 80 ya se vendían ordenadores personales, pero aún eran demasiado caros y muy pocos incorporaban lectores ópticos. La empresa tuvo que abandonar su gesta, que fue retomada en los 90 por otras editoriales como Zeta Multimedia y Anaya Interactiva.

Desde aquellos primeros títulos ha llovido mucho. Después de que otros soportes les hayan tomado la delantera, los cedés se han convertido casi en una antigualla

“Los CD-ROM se crearon para reunir grandes cantidades de información (unos 600 megas) en un solo soporte”, explica a HojaDeRouter.com Jason Scott. “Después fueron sustituidos por los DVD, que tienen una capacidad de almacenamiento mayor, y los discos Blu-Ray”. Este apasionado de la tecnología trabaja como archivista y conservador de ‘software’ en The Internet Archive, la memoria de la red de Redes. Los miembros de esta biblioteca de Alejandría virtual almacenan desde 1996 todo tipo de contenido en formato digital: programas, páginas web, películas, videojuegos, libros, música...

Recomponiendo el pasado

Los cedés son otra de las piezas del singular puzle del pasado que pretenden completar. Scott los considera “una de las mejores máquinas del tiempo de la historia de la informática”. En muchas ocasiones, el ‘software’ que encierran ya no existe de otra forma y desaparece cuando alguien los tira a la basura.

En su afán por atesorar ese 'software', el archivista digital quiere recopilar cualquier tipo de contenido que se haya almacenado en un CD-ROM. Cuanto más antiguo, mejor. Aunque su cruzada comenzó con los programas distribuidos por America Online (una empresa estadounidense de servicios de ‘software’ e internet, más conocida por sus siglas AOL), ya no le importa el fabricante, ni la procedencia ni lo que guarden los discos. Cuando le preguntan por qué archivarlo todo, responde con otro interrogante: “¿Y por qué no?”.

Desde versiones de prueba de programas informáticos a los que cualquier persona de a pie haya grabado en el ordenador de casa. En el caso de los primeros, “algunos fabricantes de ‘software’ trabajaban con otras empresas para compartir el espacio de los discos, así que incluían juegos, otras herramientas y aplicaciones que podían utilizar los usuarios junto con el programa original”, recuerda Scott. “Estaban diseñados para ser una fuente única de información”, y solo hace falta un lector para acceder a toda los datos que “constituyen un reflejo del tiempo en el que cada uno fue producido”.

Una dura labor de recolección

Desde Internet Archive necesitan la colaboración de todo aquel que voluntariamente quiera ceder sus discos o prestárselos para copiarlos. Scott pide, simplemente, que los envíen a su casa. ¿Y qué hace con los miles que ya ha recibido? La parte física está en un almacén. Al fin y al cabo, es la menos importante.

“Subo el contenido más singular a la página de la organización”, nos explica. También puedes encontrar el ‘software’ de los CD en su web personal. En la colección figuran títulos tradicionales como 'The curse of Monkey Island', todo un inventario de juegos para MS-DOS en ruso, o una aventura educativa para aprender ciencia con Isaac Asimov. Scott y sus colegas han reunido miles de programas para los PC y Mac de los 80 y 90.

“La era de los CD-ROM prácticamente ha llegado a su fin”, lamenta Scott. No niega que se vayan a seguir utilizando en los próximos años, pero hace tiempo que no son el soporte físico por excelencia para guardar y distribuir información. Además, “la velocidad de conexión y de transmisión de datos en internet hace innecesario enviar nada en un formato tangible”.

Por otro lado, el hecho de que la principal manera de obtener un archivo sea descargarlo nos ancla al presente. “Todo es fluido, transparente, pero perdemos los documentos y programas antiguos porque solo cuenta el ahora”, asegura. Por eso él no se da por vencido, y por eso continúa con su papel de historiador digital. Por el bien de las generaciones venidera: para que puedan conocer Monkey Island y saber cómo era aquello del MS-DOS.

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Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, de cognoscenti e Internet Archive (1, 2)

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