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Steve Jobs y su equipo firmaron por dentro la carcasa de los primeros Macintosh

Jobs y los suyos firmaron la carcasa de los primeros Macintosh (Foto: raneko | Flickr)

Álvaro Hernández

Si tienes uno de los primitivos Macintosh, tienes un tesoro de coleccionista. Tú ya lo habrás pensado alguna vez, al igual que yo me emociono al creer (o querer creer) que en unos años mi primitiva Game Boy valdrá mucho dinero. Tener uno de los primeros cacharros comercializados por Jobs y los suyos debería ser algo por lo que, tarde o temprano, te den una pasta.

Sin embargo, es bastante probable que haya un detalle que desconozcas por completo sobre tu Macintosh. Algo que te hará cambiar de idea si tienes pensado llevarlo a alguna tienda de segunda mano y aceptar el dinero que te den, por poco que sea. Si lo has vendido recientemente, te recomiendo que dejes de leer aquí.

Tu ordenador está firmado por Steve Jobs. No de forma metafórica, no. Está realmente firmado por el fundador de Apple. Si eres uno de los afortunados propietarios de un Macintosh 128k, 512k o Macintosh Plus prueba a destriparlo. En su interior encontrarás la sorpresa.

Jobs se veía a sí mismo como un artista. No en vano, a día de hoy son muchos los medios que presentan al genio estadounidense como tal. Incluso el propio 'iGod', en 1994, hizo suyas unas palabras de Picasso para posicionarse como lo que él mismo se consideraba: un artesano de la informática.

Picasso dijo: "Los buenos artistas copian, los grandes artistas roban". Nosotros siempre hemos sido descarados al momento de robar ideas. Pienso que parte de la grandeza de Macintosh es que la gente que trabajó en su desarrollo eran músicos, poetas, artistas, zoólogos e historiadores, y a su vez pasó a ser el mejor equipo de especialistas en computación.

Como un artista más, Jobs consideraba que, una vez terminado un trabajo, éste tenía que ser firmado. Por eso, el 10 de septiembre de 1982, el equipo que estaba trabajando en el nacimiento del primer Macintosh celebró una ‘fiesta de la firma’. En ella, según cuenta uno de los miembros de aquel equipo, Andy Hertzfeld, hubo tarta, champagne y, por supuesto, un discurso de Jobs sobre los artistas que firman su obra después de acabarla.

Tras sus palabras, el californiano fue llamando una por una a las 35 personas allí presentes para que estamparan su rúbrica en un folio en blanco que, poco a poco se fue llenando de autógrafos. El último en firmar fue el propio Jobs, que se reservó un lugar en el centro de la hoja.

Firmas grabadas

Ahora supera tus miedos y abre tu Macintosh. Al fondo, en la parte interna de la carcasa podrás ver el contenido del folio grabado en tu ordenador. Tu Macintosh (recuerda, sólo si es un 128k, 512k o un Macintosh Plus) está firmado por sus creadores.

“La mayoría de los usuarios nunca las verían, pero a nosotros nos hacía sentir orgullosos el saber que nuestros nombres estaban allí, aunque nadie más lo supiera”, cuenta Hertzfeld. Tanto es así que algunos propietarios de este tipo de ordenadores han tratado de descubrir cuál sería el valor de un Macintosh firmado por Jobs y, preguntando en foros de internet, han recibido todo tipo de respuestas. La más habitual: “No valdría mucho a menos que tuvieras un certificado de autenticidad”. Lo sentimos.

¿Cuándo parar?

El equipo no paraba de crecer, así que había que poner un límite en las firmas que aparecerían en los futuros Macintosh. Esa ‘fiesta de la firma’ serviría como frontera. Las firmas de todos aquellos que se unieran después al equipo no estarían presentes en los ordenadores. Sin embargo, sí que se añadirían las rúbricas de aquellos que ya no trabajaban para Apple pero que, sin embargo, habían sido esenciales para el proyecto, como Steve Wozniak, Jef Raskin o Bud Tribble.

No obstante, el propósito de mantener las firmas de los creadores fue perdiendo fuerza con el paso del tiempo. Nombres como los de Rod Holt, Mike Murray o Mike Boich, que no formaban parte del equipo original, fueron apareciendo poco a poco en el interior de la carcasa de los Macintosh.

Con el tiempo y la aparición de nuevos modelos del ordenador, algunas rúbricas fueron desapareciendo debido a cambios en el diseño. O al menos eso es lo que cuenta Hertzfeld, que rechaza por completo que los nombres fueran eliminados con alguna otra intención menos práctica. Finalmente, todas las firmas se esfumaron hasta no quedar ninguna. Los miembros de aquel primer equipo tomaron caminos divergentes, pero sus nombres estarán siempre poéticamente unidos en la parte interior de la carcasa beige de un antiguo Macintosh 128k.

Ahora puedes hacer dos cosas: ir corriendo a buscar tu Macintosh al trastero para destriparlo, o, si no tienes uno, puedes mirar las firmas para identificar las de Jobs, Wozniak y compañía.

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