El gasto de turistas extranjeros salva al sector del lujo en Ibiza: “Son muy buenos clientes porque les da igual el precio”
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La Milla de Oro de Eivissa luce este año un poco más vacía de lo habitual. Hay días de todo, pero a media mañana, los yates de alquiler que normalmente habían zarpado a primera hora, aún continúan amarrados y así seguirán hasta que termine el día. La inestabilidad de este verano se refleja en todo el sector de lujo: hoteles de cinco estrellas con la mitad de las habitaciones vacías, restaurantes donde ya no es necesario reservar con semanas de antelación y un turismo nacional que ha perdido peso frente al estadounidense y el latinoamericano, más dispuesto a gastar.
A pesar de ser agosto, el compás es otro, es raro; arrítmico. En el pico de la temporada, mientras buena parte de los turistas llegan a Eivissa, otros han decidido marcharse para volver en otoño, cuando ya haya bajado un poco la actividad. A media mañana, la zona del puerto cercana al Casino y al famoso edificio Las Boas, un complejo residencial inconfundible por sus balcones de colores y diseñado por el arquitecto francés Jean Nouvel donde un apartamento no baja del millón, los clientes entran a cuentagotas en las exclusivas tiendas de firmas no aptas para todos los bolsillos. “Agosto es un mes muy voluble. Pero este año no existe, ni siquiera, el trajín de gente que sí suele venir en temporada alta”, valora Paula, una de las dos encargadas de la tienda de la marca española Loewe.
De momento, siguen un poco expectantes porque “un día hay mucho movimiento y al día siguiente se pincha”. Por las mañanas, antes de irse a los barcos, en 2024, había más demanda. Paula recuerda que, cuando llegaba a la tienda, los amarres de enfrente del establecimiento (casi todos reservados a yates de alquiler) ya estaban casi vacíos porque habían salido a navegar, algo que no ha visto todavía este 2025. Sus sospechas de que el verano no está yendo tan bien como otros se confirmaron el otro día, cuando hablando con un taxista le contó que había gente en los hoteles, pero que él estaba trabajando menos que otros años.
En pleno auge de la temporada, la ocupación de uno de los hoteles de ultra lujo de la zona de Cala Xarraca está a un 60%, según han confirmado a elDiario.es fuentes de este establecimiento hotelero. Con la previsión, eso sí, de que se llene durante los próximos días, no gracias a reservas ordinarias, sino a varios buyouts que tienen planificados para las próximas semanas. Es decir, la reserva de un área completa del hotel para la celebración de eventos concretos. El trabajador de otro complejo de cinco estrellas situado cerca de Cala Gració, en el municipio de Sant Antoni -donde el turismo es principalmente británico y de un rango de edad de entre 20 y 30 años-, asegura que, a principios de este mes, tan sólo la mitad de las casi 200 habitaciones estaban reservadas, con ligeras oscilaciones en la cifra hasta hoy.
Un hotel de ultra lujo de Cala Xarraca está a un 60% de ocupación y otro complejo de cinco estrellas de Cala Gració tiene ocupadas solo la mitad de sus casi 200 habitaciones
Menos turismo nacional
Otra de las observaciones es que el turismo nacional ha decaído. En Botafoch hay una presencia elevada de turistas estadounidenses, principalmente de Nueva York o de California -“Son muy buenos clientes porque les da igual el precio”-, y latinoamericanos, de donde el origen predominante es México. Además, se mantiene el turismo ruso, aunque ha remitido un poco. Una buena noticia, ya que los visitantes internacionales “gastan, sin duda, más que el local”, asevera la encargada de Loewe.
“Creo que la inflación de los precios -y es vox populi- está perjudicando a la demanda y, también, que no hay un equilibrio en la balanza calidad-precio”, añade la trabajadora. En su caso, la empresa les da alojamiento, algo que falla en otros sectores que no ofrecen vivienda a sus empleados, un hecho que al final repercute en la calidad del servicio.
A poca distancia, a bordo de uno de los relucientes yates que flotan sobre este rincón del Mediterráneo, Nino, capitán de barco, prepara varias botellas de champagne Ruinart -cada una vale unos cien euros- para que, cuando lleguen los dueños de la embarcación, de color negro, reluciente, se las encuentren pulcramente colocadas. Su compañía, la extranjera Wajer Yachts, se encarga de la limpieza, el menaje y, en resumidas cuentas, de atender las necesidades de los propietarios de alrededor de 70 barcos en Eivissa.
Para ellos esta temporada está siendo incluso “mejor que la anterior”, con una clara presencia de holandeses (la mitad de sus barcos son de gente de Países Bajos) que pasa en Eivissa las vacaciones o el verano en general. Por eso le sorprende la anomalía de que los restaurantes, especialmente los más populares de Formentera -Beso Beach, Cala Dúo o Juan y Andrea- luzcan bastante más vacíos que años anteriores: “Otros veranos tenías que reservar con antelación y este, el mismo día, tienen sitio sin problema”. Ante la pregunta de elDiario.es sobre si sus precios se han incrementado responde que “poco, alrededor de un 5%, a causa de la inflación”.
Otros veranos tenías que reservar con antelación [en restaurantes] y este, el mismo día, tienen sitio sin problema
Para el Capuccino, uno de los cafés de referencia de la elitista zona de Marina Botafoch, el ritmo tampoco ha parado. Alba, una camarera debutante esta temporada, vuela de una mesa a otra, ataviada con camisa blanca, pantalón negro y muy bien peinada. “Ya me habían dicho que aquí se trabaja”, dice mientras asiente al escuchar que la comidilla es que muchos negocios han pinchado esta temporada. “Eso dicen, pero aquí tenemos actividad todo el rato”. Las sillas son bajitas y están muy bien dispuestas junto a mesas de la misma altura. Todo el mobiliario orientado hacia el mar, hacia las imponentes vistas de Dalt Vila con el castillo como guinda. Una postal histórica representativa, declarada en 1999 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
La búsqueda de “más lujo”
Los clientes del Capuccino piden la cuenta -que no sale más cara que otros años- y salen del establecimiento turistas que coinciden con el target que describe Alba: la mayoría, italianos “de dinero” que acuden a la zona a comprar firmas europeas de la talla de Dior, Bvlgari, Dolce & Gabbana o Louis Vuitton, situadas a apenas unos metros del café. No sorprende. Se trata, con diferencia, del área de “más lujo” de la isla. Italia también es el origen de casi la totalidad de personas que se pasean por la nueva tienda que ha abierto Pacha a finales del paseo de Botafoch, justo antes de la rotonda que dirige a la nueva estación marítima donde amarran los cruceros titánicos que en verano llegan casi a diario a la isla. Los cruceristas de clase media frecuentan más el establecimiento que los usuarios de alto poder adquisitivo de los yates que se alquilan justo al otro lado de la carretera.
La mayoría de clientes de la Milla de Oro son italianos 'de dinero' que acuden a la zona a comprar firmas europeas de la talla de Dior, Bvlgari, Dolce & Gabbana o Louis Vuitton
Una de estas empresas es Ibiza Boat Charter, con un catálogo de embarcaciones que van desde los 2.000 a los 20.000 euros por ocho horas de navegación, incluido el IVA, la propina obligatoria para el capitán y la gasolina. El yate más barato que alquilan tiene diez metros de eslora y una capacidad para once personas que a bordo disfrutan de toallas, bebida y un pica-pica cortesía de este negocio de origen alemán. Claudia, una de las propietarias, afirma que este verano los clientes están demandando “más lujo”. Sobre todo con la llegada del fin de semana, cuando buscan embarcaciones más ostentosas para celebraciones especiales, mientras que entre semana se vive un ambiente “más tranquilo” que en temporadas anteriores.
Claudia admite que, desde el año de la pandemia, las reservas han ido disminuyendo progresivamente. “Los precios aumentan y los clientes se reducen”, lamenta la germana. La costa, sin embargo, es un hervidero de navegantes inexpertos que disfrutan de fruta y champagne en alta mar. Algunos. Otros se limitan a pagar el alquiler del barco entre todos para pasar un día distinto durante la, a estas alturas, inaguantable temporada.
“La gente sigue interesada en vivir experiencias, pero todo está muy caro y la clase media ya no las puede seguir pagando”, dice apenada. Hay, en ese sentido, una diferencia con el año pasado, cuando alquilaban más barcos pequeños al cliente español, que ahora prácticamente ha desaparecido a favor del norteamericano, con muy buena fama entre los empresarios por su conformidad con el servicio y sus propinas generosas. Entre los turistas internacionales también destacan los austríacos, alemanes -al tratarse de una empresa alemana-, suizos y holandeses.
Antes se alquilaban más barcos pequeños al cliente español, que ahora prácticamente ha desaparecido a favor del norteamericano
La temporada de “récord”: frustrada
Ese intercambio ha hecho que los números se mantengan casi en equilibrio: el pequeño porcentaje de turistas con alto poder adquisitivo y dispuesto a pagar los precios desorbitados de la isla compensa la bajada de demanda. Una estrategia por la que los hoteleros llevan unos años apostando, apunta la presidenta en Balears de la Asociación Española de Directores y Directivos de Hotel (AEDH), Alicia Reina. Ya que significa una menor masificación del territorio. En los hoteles se está superando el 90% de ocupación en agosto con una tarifa media de 320 euros por noche a pesar de haber habido meses más críticos, como mayo o junio. “Se están prácticamente calcando números respecto a la temporada de 2024, que fue muy buena”, señala Reina, quien defiende que, al margen de la ocupación, se miren también otros indicadores.
El pequeño porcentaje de turistas con alto poder adquisitivo y dispuesto a pagar los precios desorbitados de la isla compensa la bajada de demanda
Esa, sin embargo, no es la realidad de todas las empresas hoteleras de la isla, sino que algunas, para llegar a los números, están teniendo que hacer ofertas opacas -encubiertas en packs junto a otros servicios para no echar por abajo el prestigio del producto y no dar una imagen de desesperación-, porque se habían planteado al principio unos objetivos “demasiado halagüeños”.
Los elevadísimos precios que se había planteado al principio han sido un problema para el consumidor, que no ha estado dispuesto a pagarlo en la medida en la que esperaban ciertos hoteleros. “Los que sí han conseguido mantener la ocupación lo han hecho porque han sido más capaces de adaptarse a la elasticidad de los precios, han tenido una buena estrategia de producto o la zona ha jugado a su favor”, añade la directora de AEDH.
Los hoteles que han conseguido mantener la ocupación lo han hecho porque han sido más capaces de adaptarse a la elasticidad de los precios, han tenido una buena estrategia de producto o la zona ha jugado a su favor
No es la temporada de “récord” que se vaticinaba en FITUR en Madrid a finales del pasado enero, cuando se echaron las campanas al vuelo y se esperaban cifras aún más mastodónticas de las habituales. Por otro lado, este año ha habido una tendencia inesperada, consistente en que el cliente ha reservado a última hora, lo que ha contribuido a desequilibrar las expectativas: “Eso te obliga a hacer ofertas, te canibaliza el resto de reservas y no te permite premiar al que ha hecho un early booking”.
La relación calidad-precio
Entre los factores que han influido en la inesperada ralentización de la demanda está, en efecto, “la innegable” subida de precios y la sensación de “injusticia” que percibe el cliente en relación con la calidad. Eso provoca que los turistas que venían antes todas las temporadas ya no repitan en Eivissa. Sobre todo, teniendo en cuenta que otros destinos mediterráneos suponen ya una competencia feroz. Por eso, para la representante hotelera es importante que la calidad ha de ser 360 si se quiere virar hacia un tipo de turismo más exclusivo: “La isla ha de ser segura, estar limpia y tener buenas infraestructuras”.
Por otro lado, el eco que se ha hecho la prensa internacional de la turismofobia influye en la decisión de venir de los extranjeros, que no se sienten bienvenidos y que, cuando vienen, cada vez prefieren hacerlo en ámbitos más privados, como en villas turísticas. Este tema preocupa cada vez más al sector hotelero pitiuso. Este tipo de alojamientos, que suponen otro competidor más, no están sujetos a normativas tan estrictas, por lo que muchas veces operan sin licencia y suponen una competencia desleal. Un hecho que perjudica al resto de la actividad hotelera -y al destino en sí- porque no tienen la obligación de cumplir los mismos estándares de calidad. “Tenemos que conseguir entre todos expulsar a los piratas intrusistas que solamente machacan nuestras islas”, concluye Reina.
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