Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

AUDIOS | Las negociaciones que tuvieron en vilo a Europa en 2015 por el drama griego

Euroleaks grabaciones.

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

16

162 días como ministro; seis meses al frente de la Economía más delicada de Europa en el momento de la mayor crisis vivida. Yanis Varoufakis llegó al Gobierno de la mano de Alexis Tsipras, de la victoria de Syriza en enero de 2015 en Grecia. Syriza, Tsipras y Varoufakis se iban a sentar, por primera vez, en las instituciones comunitarias. Por primera vez, iba a haber un dirigente electo que discutiera las recetas de la austeridad para hacer frente a la crisis en Europa, al gobierno de los hombres de negro de la troika, a la idea de que no había alternativa.

El Eurogrupo es la reunión de los ministros de Economía de la zona euro. El espacio en el que Yanis Varoufakis intentó renegociar la deuda de su país, arrastrada de años de gestión de los gobiernos conservadores y socialdemócratas –estalla en 2009-2010–. Varoufakis llegaba con dos mochilas, además de la suya propia que le acompaña a todas partes: la del segundo Memorándum de entendimiento, firmado por el Gobierno anterior en marzo de 2012 –las condiciones draconianas para recibir financiación de las instituciones comunitarias–; y la de los votos logrados en las urnas para, precisamente, rechazar las recetas y los ajustes de la troika –Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI)–.

En aquellos años, el presidente del Eurogrupo era el holandés Jeroen Dijsselbloem –del mismo partido socialdemócrata que el actual vicepresidente de la Comisión Europea Frans Timmermans–. Dijsselbloem, calvinista, halcón en asuntos presupuestarios y fiscales, pasará a la historia no por su mano de hierro con Varoufakis, como por una frase que pronunció al final de su mandato.

En una entrevista al periódico alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung en 2017, dijo: “En la crisis del euro, los países del Norte se han mostrado solidarios con los países afectados por la crisis. Como socialdemócrata, atribuyo a la solidaridad una importancia excepcional. Pero el que la solicita, tiene también obligaciones. Uno no puede gastarse todo el dinero en copas y mujeres y luego pedir que se le ayude”.

Compromiso de corta duración

El 20 de febrero de 2015, cuando no ha pasado ni un mes de las elecciones del 25 de enero, Grecia consigue un compromiso del Eurogrupo, la institución que reúne a los ministros de Economía del euro: que se buscará un acuerdo teniendo en cuenta esas dos legitimidades: la de las urnas y la de los acuerdos heredados. Y lo hará alterando el sistema hasta entonces usado: ya no se incrustarán los hombres de negro de la troika en los ministerios griegos, sino que se abrirá en una mesa política lejos de Atenas, llamada Grupo de Bruselas, en la que negociar las dos partes.

Pero, duró poco.

Las grabaciones a las que ha accedido eldiario.es que componen #EuroLeaks, y que evidencian cómo fueron las discusiones del Eurogrupo en aquellos días, fueron realizadas en 2015 por el entonces ministro de Finanzas de Grecia. Actualmente, Varoufakis es diputado en el parlamento heleno por el partido MeRA25, y también es fundador de DiEM25, un movimiento político progresista paneuropeo con sede en Bruselas.

Las grabaciones demuestran las estrecheces de la arquitectura comunitaria, la falta de ambición de líderes y técnicos, la ausencia de democracia interna y transparencia de un órgano que un día decidió reunirse sin él, como también cuenta Varoufakis en el libro Adults in the room (2017). El título es un guiño al día, el 18 de junio de 2015, en que la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, afirmó en una rueda de prensa que lo que la negociación sobre Grecia necesitaba era “adultos en la sala”.

La reunión del Eurogrupo del 20 de febrero puso fin a un choque de trenes con un compromiso: se extendía el acuerdo del préstamo anterior por cuatro meses para dar una oportunidad a las negociaciones. Y se permitía buscar una convergencia entre el MoU existente (de austeridad e intervención de los hombres de negro) con una lista de reformas propuestas por Atenas.

Pero el 24 de febrero, cuatro días después, las grabaciones del Eurogrupo evidencian que Grecia, Yanis Varoufakis, estaban solos desde el principio: el MoU, el plan de ajuste firmado en 2012, volvió a ponerse encima de la mesa desde el momento en el que los líderes de las instituciones –Comisión, BCE, FMI– comenzaron a hablar, pero también los ministros.

El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, siempre aparece en las grabaciones como uno de los más duros con la postura de Varoufakis. Aquel 24 de febrero marcó una línea roja que no se movió en los meses siguientes: “Hay que ser claro. No puede haber ninguna enmienda al acuerdo [el MoU]. No podemos ir a cambiar el MoU. Vamos a una prórroga, pero no a un cambio. Quiero que no se genere ninguna confusión o malentendido, de que pueda haber alguna enmienda al acuerdo presente”.

Es español, Luis de Guindos, seguía el razonamiento: “Hay apoyos, pero también advertencias, y un nivel alto de crítica que es relevante. Pero quiero destacar algunos puntos. El primero es que estamos en un proceso de arranque, que tenemos que finalizar en abril con un nuevo memorando que se fundamente en el acuerdo actual. Es algo que hay que tener muy claro”.

El 24 abril, en Riga, sigue torciéndose la situación, y se empieza a circular la idea del Grexit. Pero por parte del resto de ministros del Eurogrupo, que a la salida de la reunión hicieron circular que dentro de la sala hasta se habían proferido insultos contra el ministro griego, algo que desmienten las grabaciones. “Lo han triturado”. “Ha sido hasta violento, porque le han dado palos a Varoufakis por todas partes, parecía una piñata”. “Cuando decía que el proceso iba bien y que podría haber acuerdo antes de abril al resto se le desencajaba la cara con estupefacción”, dijeron diferentes participantes en la reunión.

Del acuerdo del 20 de febrero salió un cambio en el modelo de negociación: mover la mesa a Bruselas, debilitando a la troika, lejos de Atenas. Pero no estaba funcionando, como queda claro en Riga.

El ministro eslovaco, Peter Kažimír, fue duro desde el momento en el que Varoufakis terminó su exposición sobre las reformas propuestas por el Gobierno griego. Y es que el Eurogrupo sistemáticamente descalificaba las propuestas de Varoufakis y rechazaba negociarlas: “Es increíble. Es mi sensación de lo que estoy oyendo ahora. Acordamos en abril tener una lista completa de reformas, pero estamos a final de abril y no las tenemos. En su lugar, vemos resistencias a cooperar, marcha atrás en algunas medidas adoptadas antes de las elecciones [de enero de 2015, que cambiaron un gobierno de derechas de Nueva Democracia por la izquierda de Syriza] y la sostenibilidad fiscal es volátil. [...] Queremos ayudar a Grecia, pero si Grecia no quiere nuestra ayuda y las condiciones que la acompañan, quizá sea el momento de hablar de las consecuencias”.

“Quizá sea el momento de hablar de las consecuencias”: ¿Cuáles? ¿Expulsar a Grecia del euro, cuando en realidad no existe ningún mecanismo previsto para eso y habría costado un billón de euros a la UE?

Wolfgang Schäuble insistía: “En tanto que no hay discusión ni acceso a los ministerios, el mensaje a los griegos va en la dirección contraria. Y por lo que entiendo de lo que dice Yanis, la situación de la liquidez es urgente. Y creo que deberíamos pensar en lo que va a ocurrir porque no tenemos una solución y no me imagino como vamos a tenerla”.

El comisario europeo de Finanzas, Pierre Moscovici, corría a reforzar al alemán: “Como ha dicho Wolfgang Schäuble correctamente, creo que nos estamos moviendo en la dirección equivocada en lugar de en la correcta”. Al igual que el español, Luis de Guindos: “Creo que hay una gran distancia entre las expectativas y la realidad. Creo que es fundamental manejar las expectativas en la comunicación. Por eso coincido en que poner nuevos plazos quizá no sea inteligente, pero algo tenemos que decir en nuestra comunicación. No sé qué hay preparado porque nos estamos quedando sin tiempo, tenemos muy poco margen para encontrar una solución y no sé qué mensaje vamos a trasladar tras la reunión”.

El esloveno Dušan Mramor se sumó aquel día: “No hay ningún plan viable. No es un problema de liquidez, es un problema de solvencia de Grecia y no hay ningún plan para que Grecia recupere la solvencia. Deberíamos empezar a hablar del plan B. Teníamos varios meses, pero ahora con unas pocas semanas no sé cómo vamos a salir de esta situación”.

“El plan B no debería mencionarse”, replicó Varoufakis: “Es altamente antieuropeo si quiera traer este asunto al debate. Rechazo esta discusión porque nuestro Gobierno quiere hacer lo que sea necesario para permanecer en la eurozona. Es una discusión que no vamos a aceptar por principios y por compromiso en el beneficio de los ciudadanos europeos”.

El ministro italiano, Pier Carlo Padoan, intervino para golpear el proceso: “Como no cambiemos dramáticamente el sentido del proceso y su contenido, no vamos a completar el programa de reformas en dos semanas. No nos engañemos. Estoy compartiendo mi frustración y pido disculpas por ello, pero no tenemos el lujo de perder el tiempo”.

Rimantas Šadžius, ministro lituano de Finanzas, señaló otro flanco: “La soberanía de Grecia debe ser respetada, pero nosotros, el resto de la Eurozona, también tenemos algo que decir. Lo primero, es que se cambie el modo de las discusiones, que las autoridades griegas cambien de comportamiento. A partir de ahí, tendremos esperanzas de lograr un acuerdo para el programa de reformas, como paso previo para el acuerdo económico financiero. Pero, de lo contrario, Grecia debería empezar a vivir por su cuenta, sin depender de ayuda externa, y entonces veremos qué pueden hacer el resto de países para mejorar la situación de la zona euro”.

Dijsselbloem, quien dos años después diría que en el sur se gasta el dinero en “copas y mujeres”, se preguntaba aquel día en el Eurogrupo: “Todos tenemos que volver a casa y explicar por qué estamos apoyando aún este proceso. ¿Por qué aún confiamos en él? ¿Por qué tenemos que seguir apoyando a Grecia? Y lo hacemos porque creemos que es importante trabajar juntos en la eurozona. Pero no está habiendo claridad. Tenemos que repensar a cómo está diseñado este proceso, porque la forma en la que se había venido haciendo en el pasado se había demostrado efectiva, y lo que estamos haciendo no es efectivo”.

El presidente del Eurogrupo estaba reclamando una vuelta al sistema tradicional de la troika: los hombres de negro en los ministerios de los países intervenidos dando las órdenes.

Dos semanas después, el 11 de mayo, los ministros de Finanzas se vuelven a juntar en otra reunión del Eurogrupo. Varoufakis reconoce los problemas de liquidez del país, justo después de haber hecho frente a un pago de 770 millones de euros al FMI.

Aquella reunión, a diferencia de las anteriores, es más corta y no hablan los ministros hasta el final, cuando surge una discusión entre Dijsselbloem y Varoufakis por la redacción del comunicado que se haría público tras la discusión.

Quienes sí intervienen son los representantes de las instituciones. Benoît Cœuré, del Banco Central Europeo: “Los objetivos de privatizaciones están por debajo de lo requerido y no son muy específicos; las políticas de pensiones carecen de estrategia coherente; y desde el punto de vista del BCE, los préstamos dudosos requieren especial atención”.

Mientras tanto, Poul Thomsen, del FMI, atajaba cualquier duda sobre reestructuración de la deuda: “Para que no haya malentendidos y ser muy claro: no estamos pensando en un alivio de la deuda. Desde el punto de vista de la sostenibilidad de la deuda, hay un alivio inverso, una relación directa entre lo profundo de las reformas y la cantidad del alivio. Lo que dije en Riga es: si hay grandes desviaciones y se adelgazan las reformas, en ese caso hará falta mayor financiación”.

A los tres cuartos de hora de exposición por parte de las instituciones, Dijsselbloem procede a leer el comunicado que se iba a hacer público. Y Varoufakis pide la palabra: “Quisiera sugerir una pequeña enmienda. En la última frase del primer párrafo dices: 'Llamamos a las autoridades griegas a acelerar su trabajo con las instituciones para alcanzar...' Y nosotros sugerimos: 'Llamamos a las autoridades griegas y a las instituciones a acelerar su trabajo...'. Creemos que una declaración justa no debería sólo urgirnos a nosotros, sino a las dos partes que están negociando”.

Y, rápidamente, salta el ministro alemán, Wolfgang Schäuble: “Yo no estoy de acuerdo, no es cosa de las instituciones que no haya habido progresos en meses, por lo que yo no urgiría a las instituciones a acelerar. Yo sólo pido a las autoridades griegas que hagan lo que necesita Grecia y los griegos”.

“Creo que debemos quedarnos como estábamos”, respondió Dijsselbloem. Pero Varoufakis insistió: “Os aseguro que la atmósfera en Grecia sería más favorable a la convergencia y a acelerar el proceso si el comunicado es más equilibrado: cuando estás en una negociación, las dos partes tienen que hacer concesiones”.

Dijsselbloem se movió un centímetro: “¿Y si lo dejamos así?: 'Nosotros saludamos la intención de las autoridades griegas de acelerar sus trabajos con las instituciones... No suena como una crítica, sino como que dices: 'Haremos lo que haga falta'.

“Me tientas a decir que me gustaría que las instituciones dijeran lo mismo. Pero no lo haré para ser constructivo”, replicó Varoufakis: “Pero quiero que conste que esto es un proceso de dos partes, y las dos partes deben acelerar y ceder”.

Después de aquel Eurogrupo llegó el mes final de junio. En el que se sucedieron varias reuniones, tensas, que desembocaron en un ultimátum y el subsiguiente referéndum del 5 de julio que resultó en un NO del 61% a la troika. Pero que, finalmente, se tornó en un sí del Gobierno griego a un tercer memorándum, que estuvo en vigor hasta agosto de 2018.

El 18 de junio 2015, en Luxemburgo, fue la vez en que la Comisión Europea presentó una propuesta para un nuevo Memorándum, basado en el de 2012, y bautizado como aide memoire. La reunión llegaba 48 horas después de la reunión del grupo Parlamentario de Syriza en la que Alexis Tsipras había acusado al FMI de tener una “responsabilidad criminal” por la situación de Grecia.

Aquel día, la voz cantante la llevó el presidente del BCE, Mario Draghi, quien recitó las cantidades de euros retiradas por los griegos de las cuentas corrientes en la semana previa: “El lunes, 358 millones; el martes, 563 millones; el miércoles, 856 millones; el jueves, 1.080 millones”.

Hasta el punto de que Luis de Guindos preguntó: “¿Abrirán los bancos mañana?”

Varoufakis intentó contrarrestar con plan de reforma alternativo de consolidación fiscal, sin que le dejaran distribuirlo en papel.

Antes de la reunión del Eurogrupo, La directora gerente del FMI, Christine Lagarde, avisó de que no habría “periodo de gracia” para Grecia; y de que si no se realizaba el pago pendiente, de unos 1.600 millones de euros, el día 30 de junio, el Fondo declararía el impago. Lo que se dibujaba como una catástrofe. Al final de la reunión, Lagarde dejó para la posteridad la frase que dio título al libro de Varoufakis dos años después: “Para avanzar, necesitamos adultos en la sala”.

Eso sí Varoufakis presentó sus propuestas y los ministros las descartaron sobre la marcha.

Se estaba a 12 días para que la prórroga del programa de rescate concluyera y Atenas corría el riesgo de no conseguir los 7.200 millones del rescate que tenía pendientes. Para ello, tenía que pagar 1.600 millones al FMI.

En un intento por salir del punto muerto, Varoufakis propone acabar con la austeridad y, si la recaudación y el déficit fiscal no mejoraba, entonces reducir el gasto automáticamente. Pero nadie le escucha.

El ultimátum

Así se llega a las horas agónicas previas al referéndum. El 22 de junio se celebró un Eurogrupo que acabó sin acuerdo. Y eso que al filo de la medianoche Grecia presentó un nuevo plan, basado en el aide memoire presentado días atrás por Moscovici, que preveía rebajas en pensiones y subidas del IVA. Pero no fue aceptado.

Según afirma Varoufakis en su libro Adultos en la habitación, él estaba convencido “de que la troika no permitiría que Tsipras se rindiera, desesperadamente ansiosa por humillarlo con los bancos cerrados hasta que se arrodillara frente a ellos. Para el 21 de junio, el intento de Tsipras de capitular ante la troika alcanzó su apoteosis. Les dio casi todo lo que habían pedido. Pero, como había predicho, la troika subió la apuesta aún más, señalándole que realmente no estaban interesados en un acuerdo. Al día siguiente, me vi obligado a asistir a una reunión del Eurogrupo diseñada para fracasar justo antes de que los jefes de Gobierno de la eurozona se reunieran en una Cumbre informal, como parte de la estrategia de la troika para retratar al lado griego como recalcitrante y el resto de los líderes de la eurozona ansiosos por encontrar una solución”.

Antes de la reunión del Eurogrupo, el entonces jefe de gabinete de Jean Claude Juncker, Martin Selmayr, saludaba la propuesta de Tsipras como “una buena base para el progreso”.

Dijsselbloem explicitaba los diferentes análisis de las instituciones de la troika, si bien las tres dejaban la puerta abierta a un acuerdo: “Es sólo una primera aproximación porque acaba de llegar el documento, pero Pierre [Comisión Europea] ha dicho que era un paquete completo, pero que aún quedaba trabajo por hacer. Benoit [BCE] lo ha definido como el marco correcto para la discusión; Christine [FMI] ha dicho que era estratégico e inteligente, con avances positivos pero que le faltaban algunos detalles...”

En todo caso, el ministro alemán no iba a permitir que el optimismo cundiera. Y, en cuanto Varoufakis terminó la presentación de 20 minutos del plan, afirmó Wolfgang Schauble: “Hay una serie de comentarios positivos de la Comisión antes de que se pronunciara el resto de las instituciones. Esto me resulta muy molesto”.

Y lanzó una andanada: “Recuerdo en nuestra última reunión, a la pregunta de Luis [sobre si abrirían los bancos al día siguiente] que Benoit [BCE] hizo unas aportaciones [dijo que sí abrirían, pero que no sabía qué pasaría en los días siguientes]. Y me gustaría preguntar al Gobierno griego si está preparado para aplicar control de capitales, y si el BCE está pensando en una asistencia de liquidez inmediata [ELA]”.

Era la primera vez que se ponía sobre la mesa la idea del control de capitales, que luego respaldaron el ministro irlandés, Michael Noonan –“Creo que será necesario establecer controles de capitales en Grecia para proporcionar una red de seguridad”– y, como es habitual, por Luis de Guindos: “Cómo hemos podido llegar a esta situación, en la que se ha empezado a hablar de control de capitales. Cuánto tiempo hemos perdido hasta encontrarnos al filo del colapso”.

“Me preguntaba directamente Wolfgang”, respondió Varoufakis, “si el Gobierno griego estaba preparado para imponer el control de capitales. Nuestra posición, te lo digo claramente, es que no hará falta ningún control de capitales si cerramos este acuerdo”.

Tras un Eurogrupo de hora y cuarto el 24 de junio sin avances, se llegó al del ultimátum del 25 de junio. Aquel día, según dice Varoufakis en su libro, llevaba una carta de dimisión en su bolsillo, por que consideraba que se estaba produciendo la capitulación de Tsipras, quien le hacía tener un “papel decorativo” en el Eurogrupo. Las instituciones presentaron una nueva versión del aide memoire.

Cuando llevaban casi una hora de debate, fue el esloveno Dušan Mramor quien primero lanzó el ultimátum: “Es inaceptable desviarse del aide memoire e ir más allá, es la mayor flexibilidad que podemos ofrecer. Entonces, mi conclusión es que lo único que podríamos hacer hoy es decirle a los griegos es: tomadlo o dejadlo”.

El presidente del BCE, Mario Draghi, lanzaba un aviso: “Me parece que las propuestas de las tres instituciones son una base suficiente para un acuerdo para una prórroga. Si son aceptadas completamente por el Gobierno griego. Pero creo que no hay voluntad de querer alcanzar un acuerdo, y los mercados darán su respuesta muy rápido, a lo largo del día”.

“Sobre la cuestión de cómo avanzamos desde aquí, como Pierre [Moscovici], como Christine [Lagarde], como Mario [Draghi], estamos dispuestos y listos para continuar trabajando, pero cuando Jeroen dice que tenemos que trabajar dentro de las líneas, necesito que me digas exactamente qué significa esto. ¿Eso significa que aceptamos el documento de las instituciones o si no? ¿Es lo que uno de los colegas dijo que es tomarlo o dejarlo? Porque esto necesito transmitirlo a mi gobierno”, afirmó Varoufakis.

Pero el “lo tomas o lo dejas” volvió a salir al final de la reunión, por parte del presidente del Eurogrupo, Dijsselbloem: “Hace falta un acuerdo, y si quiere un 'tómalo o déjalo', también es posible. Simplemente di sí. Esta es una opción, porque de verdad que nos estamos quedando sin tiempo, creatividad ni opciones”.

Al final, Tsipras decide trasladar ese 'o lo tomas o lo dejas' al pueblo griego y el 26 de junio convoca un referéndum para el 5 de julio. El 27 de junio, horas después de convocarse el referéndum, se celebró otro Eurogrupo, nada contento con la iniciativa griega, que acabó con algo inédito: la expulsión de uno de sus miembros, Varoufakis, de la sala.

Un referéndum que se presentó por algunos líderes políticos como un plebiscito sobre el euro. “Déjenme ser claro sobre esto”, dijo Varoufakis en el Eurogrupo: “Nuestra participación en el euro ni es ni puede ser parte de ningún referéndum. Déjenme recordarles que en los tratados de la UE no tienen previsto un mecanismo de salida del euro, y sería una violación de los tratados de la UE”.

Fue un Eurogrupo duro que se resume en la intervención del ministro finlandés, Alexander Stubb: “Creo que estoy de acuerdo con todos los colegas en que las noticias de anoche fueron muy desagradables. Estoy de acuerdo con Wolfgang Schäuble y otros en que esto pone fin al proceso de negociación. Que no haya dudas sobre esto. Esto significa que lo que solíamos llamar Plan B se convierte en el Plan A. Hemos llegado a un callejón sin salida. Creo que deberíamos emplear el tiempo hablando del Plan B. No hay absolutamente ninguna posibilidad de que podamos llegar a ningún tipo de resultado. Estoy de acuerdo con Pier Carlo [el ministro italiano], necesitamos claridad. Y claridad significa los próximos pasos. Y para ser honesto, veo que las cosas se desmoronan: el programa no se extenderá; Grecia no podrá pagar al FMI; habrá una fuga de capitales que obviamente ya ha comenzado; no habrá extensión y, por lo tanto, no ampliación de la liquidez (ELA); habrá caos político y económico; no podrán pagar salarios y pensiones; estarán prácticamente solos; habrá restricciones de capitales; el FMI no pagará y la UE no pagará. En este contexto que encuentro horrible, especialmente dada la perspectiva griega, creo que deberíamos centrar nuestro tiempo en cómo proteger la eurozona y mantenernos unidos. Y mi pregunta simple, aunque bastante contundente, es: Yanis, ¿has podido explicar seriamente las consecuencias de las acciones que estás tomando y los riesgos que estás tomando para el pueblo griego?”

“Alex”, le contestó después Varoufakis: “Hiciste una mención despectiva hacia mi primer ministro, y dijiste que estaba haciendo un chantaje. Es grave. Y justo después expusiste una lista de 10 puntos que podría interpretarse como los resultados de decir no a la propuesta: huele a chantaje”.

Al final de la tensa reunión, en la que todos los ministros cargaron contra Varoufakis por la convocatoria del referéndum, Jeroen Dijsselbloem convocó una reunión a 18, sin el ministro griego, algo insólito: “Deberíamos concluir esta reunión del Eurogroup, hacer la conferencia de prensa y, después, volver a reunirnos para una reunión informal de 18 ministros de finanzas, para hablar sobre los pasos que debemos tomar para proteger a la eurozona”.

“En ese momento, pedí asesoramiento legal al secretariado del órgano”, explica Varoufakis, “sobre si se podía emitir una declaración del Eurogrupo sin la unanimidad tradicional y si el presidente del Eurogrupo podía convocar una reunión sin invitar al ministro de finanzas de un Estado miembro de la eurozona. Recibí la siguiente respuesta: 'El Eurogrupo es un grupo informal. Por lo tanto, no está sujeto a tratados o regulaciones escritas. Si bien la unanimidad se cumple convencionalmente, el presidente del Eurogrupo no está obligado a reglas explícitas”.

¿Y qué pasó después? Que el No, el Oxi, se impuso en el referéndum del 5 de julio; que Varoufakis dimitió porque Tsipras quería cerrar un acuerdo sobre la base del memorándum rechazado en el referéndum, cosa que terminó ocurriendo: en agosto de 2015 se iniciaba un tercer programa de rescate griego que duró tres años.

-----

Las grabaciones incluidas en #EuroLeaks fueron realizadas en 2015 por el entonces ministro de Finanzas de Grecia Yanis Varoufakis. Actualmente, Varoufakis es diputado en el parlamento heleno por el partido MeRA25. Varoufakis también es fundador del Movimiento para la democracia en Europa 2025 DiEM25, una organización política progresista transnacional con sede en Bruselas. #EuroLeaks es una iniciativa puesta en marcha por DiEM25 en colaboración con Julian Assange, fundador de WikiLeaks.#EuroLeaksMeRA25DiEM25#EuroLeaks

Contacto para mayor información sobre DiEM25: Luis Martín, jefe de comunicación y estrategia política | luis.martin@diem25.org

Etiquetas
stats