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The Guardian en español

Otra mujer acusa a Donald Trump de agresión sexual: “Me agarró fuerte y no podía soltarme”

El presidente de EE.UU., Donald J. Trump, regresa a la Casa Blanca en Washington (EE.UU.), hoy 15 de septiembre de 2020. EFE/EPA/Yuri Gripas

Lucy Osborne

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La exmodelo Amy Dorris ha acusado públicamente a Donald Trump de acoso sexual en un episodio ocurrido presuntamente en Nueva York durante el torneo de tenis US Open de 1997 y que le dejó “asqueada” y con una sensación de haber sido “violada”.

En una entrevista concedida en exclusiva al periódico británico The Guardian, Dorris alega que Trump se le acercó cerca del baño en su palco VIP en el torneo de Nueva York un 5 de septiembre de 1997.

Dorris, que entonces tenía 24 años, acusa al ahora presidente de meterle la lengua hasta la garganta, de manosearle todo el cuerpo y de sujetarla con una fuerza que le hacía imposible escapar.

“Me metió la lengua hasta la garganta y yo lo rechacé. Entonces fue cuando me agarró más fuerte, sus manos me apretaban mucho, sobre mi trasero, mis pechos, mi espalda, todo”, recuerda. “Me atenazaba y no podía soltarme”. “No sé cómo se llama cuando le metes a alguien la lengua hasta la garganta, pero la empujé con mis dientes. Yo la empujaba y es posible que le hiciese daño en la lengua”.

Los abogados de Trump han negado tajantemente que el actual presidente de EEUU haya acosado, abusado o tenido un comportamiento inapropiado con Dorris. La exmodelo, que vive en Florida, mostró a The Guardian documentos que respaldan su versión de haberse encontrado con Trump. Entre ellos, su entrada para el US Open de 1997 y seis fotografías tomadas en diferentes días en Nueva York junto al magnate inmobiliario. Trump tenía 51 años en ese momento y estaba casado con Marla Maples, su segunda esposa.

Su relato de los hechos ha sido confirmado por varias personas a las que contó el incidente en aquella época. Entre ellas, su madre y a una amiga de Nueva York: llamó inmediatamente a las dos después de los hechos denunciados. También se lo contó a un terapeuta y amigos con los que ha hablado desde entonces. Todos afirman que Dorris había compartido con ellos detalles del presunto incidente que coinciden con lo revelado posteriormente a The Guardian.

Dorris tiene 48 años, es madre de dos hijas gemelas y en 2016 consideró la posibilidad de hablar públicamente sobre el incidente, cuando otras mujeres presentaron acusaciones similares contra el entonces candidato republicano a la presidencia. Decidió no hacerlo porque pensó que podría perjudicar a su familia.

“Ahora lo que siento es que mis hijas están a punto de cumplir 13 años y que es importante que sepan que no hay que dejar que nadie te haga nada que no quieras”, dice. “Prefiero ser un ejemplo a seguir, que vean que no me quedé callada, que me enfrenté a alguien que hizo algo inaceptable”.

Dorris dijo que en septiembre de 1997 pasó varios días con Trump en Nueva York. En esa época ella vivía con amigos en Boca Ratón (Florida), desde donde viajaba a menudo a Miami para trabajar como modelo y, en algunas ocasiones, también como actriz.

El viaje a Nueva York fue durante un fin de semana largo con su novio de entonces, Jason Binn, que había fundado varias revistas de moda y de lujo y era amigo de Trump. En 1999 Binn supuestamente se refería al empresario inmobiliario como su “mejor amigo”.

Dorris cuenta que el viernes 5 de septiembre Binn la llevó a conocer a Trump en su oficina de la Trump Tower en el centro de Manhattan, para desde allí ir juntos al US Open en Queens. “Intentaba ligar de manera evidente”, dijo Dorris sobre Trump. “Parecía típico de cierta gente, gente que siente que tiene derecho a hacer lo que quiera... aunque yo estuviera allí con mi novio”.

“Para, por favor”

Otros amigos de Trump también acudieron a su palco privado, un lujoso espacio alfombrado que daba a la cancha. Las fotos del día muestran a Dorris junto a Trump y a Marylou Whitney, amiga de Trump.

Dorris cuenta que la supuesta agresión ocurrió cuando ella se levantó para ir al baño, a pocos metros de donde los invitados de Trump veían el partido. “Tenía problemas con mis lentillas”, dice. “Recuerdo que entré allí para hidratar mis lentillas”.

Cuando salió, recuerda, Trump estaba esperando fuera del baño. “Al principio pensé que estaba esperando para entrar en el baño, pero lamentablemente ese no era el caso”. Tras un breve intercambio Trump trató de imponerse físicamente sobre ella, que recuerda haberse reído nerviosamente y decirle: “No, aléjate”.

Dorris alega haberle dicho a Trump “no, por favor para” y que “a él no le importó”. “No importa quién seas”, dijo ella. “No significa no, pero eso no funcionó para mí; no fue suficiente”.

“Me quedé como en shock”, añade. “Me sentía violada, por supuesto, pero aún no lo había procesado y lo único que quería era volver a hablar con todos y pasar un buen rato porque, no sé, me sentía presionada para que fuera así”.

Dorris no puede recordar si le contó a Binn todos los detalles de la supuesta agresión, pero dice que le pidió que le dijera a Trump que la dejara en paz. “Está todo el rato encima de mí, no puedo soportarlo, tienes que hacer algo”, dice que le dijo a su novio.

Binn no respondió cuando The Guardian trató de preguntarle sobre las acusaciones. Los abogados de Trump aseguran que Binn dice no recordar a Dorris diciéndole que se sentía incómoda con Trump o que algo inapropiado había ocurrido con él.

Poco después del supuesto incidente, Dorris dice que llamó por teléfono a una amiga en Nueva York y le contó lo que había pasado. “Creo que me dio seguridad saber que tenía a alguien en Nueva York a quien acudir si aquello iba a peor, Dios no lo quisiera”.

Dorris dice que Trump no volvió a agredirla gravemente durante su estancia en Nueva York, pero que siguió persiguiéndola pese a que ella rechazaba con firmeza sus avances. El día después de la presunta agresión, Dorris y Binn volvieron al palco de Trump en el US Open. Con el objetivo de desalentar nuevos avances del magnate, Dorris se había puesto un “conservador” traje de pantalones, suéter de punto azul y mocasines.

Antes de llegar al partido de tenis, Binn y ella hicieron una parada en el apartamento de la Trump Tower, donde posaron junto a celebridades que también visitaban al magnate inmobiliario. Entre ellos, los músicos Lenny Kravitz y Sean Combs, más conocido como Puff Daddy.

Dorris dice que Trump seguía persiguiéndola, preguntándole cosas como “¿te ves viviendo aquí?”. “No importó que me hubiera cambiado de ropa, la situación seguía igual”, dijo. “Ese segundo día no me sentí yo misma en lo más mínimo; era como si me hubieran quitado algo”.

Más tarde se unieron al palco de Trump otros invitados VIP, incluyendo a Leonardo DiCaprio y al ilusionista David Blaine, con quienes posaron para las cámaras. DiCaprio, Blaine, Kravitz y Combs no han respondido a la solicitud de información de The Guardian. Dos días después, el 8 de septiembre de 1997, Dorris cuenta que Binn y ella asistieron a un servicio en homenaje a Gianni Versace con Trump.

Preguntada por qué siguió pasando tiempo con Binn y Trump en los días posteriores a la supuesta agresión, Dorris explica que no terminó de procesar lo ocurrido hasta que pasó más tiempo. “Yo había llegado allí desde Florida y estaba con Jason. No tenía dinero, no tenía dónde ir. Íbamos de un evento a otro y era abrumador (...) Las personas pasan años cerca de gente que ha abusado de ellas, eso es lo que ocurre cuando sucede algo traumático, te congelas”.

Según los abogados de Trump, la versión de los hechos de Dorris no aguanta ningún escrutinio. Dicen que si Trump hubiera incurrido en algún comportamiento inadecuado fuera del baño, habría habido numerosos testigos dentro del palco VIP.

A los abogados de Trump les parece increíble que Dorris haya elegido voluntariamente estar cerca de Trump, en el US Open y en el homenaje a Versace, en los días siguientes a la supuesta agresión sexual. También aseguran que Binn planteó dudas similares sobre la versión de Dorris.

Los abogados de Trump se preguntan por qué Dorris se sentó al lado de Trump en el homenaje a Versace, cuando podía haberse sentado al otro lado de Binn. También argumentan que Dorris nunca presentó una acusación formal ante un tribunal ni acusó directamente a Trump y que acusarlo tan cerca de las elecciones presidenciales de noviembre sugiere una motivación política.

The Guardian se enteró por primera vez de la acusación contra Trump por una agente de modelos con la que Dorris trabajó en Chicago, y a la que le había contado en confidencia su versión de lo ocurrido. Dorris habló sobre el tema por primera vez con The Guardian hace 15 meses, pero no estaba segura de si quería que su historia se publicara. Hace poco decidió que estaba lista para dar el paso, en parte para que sirviera como un ejemplo para sus hijas, que ahora están en la adolescencia.

“Si invades el espacio de alguien, no importa si fuiste violada o no, a eso se le llama agresión sexual, y no está bien”, dice. “No tocas a alguien a menos que quiera ser tocado. Y yo no hice nada para alentarlo a que me tocase”.

Dorris señala que también estaba cansada de ver cómo llamaban mentirosas a las muchas personas que han acusado a Trump. “Estoy harta de que se salga con la suya”, dice. “Estoy cansada de estar callada. Es algo catártico. Sólo quiero que esto se sepa. Y quiero que la gente sepa que este es el hombre, este es nuestro presidente. Este es el tipo de cosas que hace y no se puede aceptar”.

Traducido por Francisco de Zárate

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