Los republicanos buscan en la derecha de su partido a un sucesor para McCarthy como presidente del Congreso de EEUU
La Cámara de Representantes de Estados Unidos está paralizada. Después de la inédita votación vivida el martes, en la que por primera vez en la historia su presidente fue destituido, no hay una hoja de ruta clara para superar el estancamiento. Fue una minoría republicana, liderada por el polémico ultraderechista Matt Gaetz, la que impulsó la moción al líder de su propio partido. Bastaron tan solo ocho votos republicanos para materializar la rebelión. Y todo apunta a que de esa minoría extremista va a depender, de nuevo, la elección del sucesor de Kevin McCarthy, cuya presidencia ha sido la más corta desde 1876.
Han pasado tan solo diez meses desde su fatídica elección, para la que se necesitaron hasta 15 votaciones y múltiples concesiones para superar el bloqueo del ala dura del partido conservador. Y el Congreso ha vuelto a la casilla de salida: las elecciones legislativas de mitad de mandato, celebradas el pasado noviembre, dejaron una ajustada mayoría republicana, de 222 a 213 escaños, y acentuaron sus divisiones internas.
Los 21 congresistas del Freedom Caucus, el bloque más cercano a Donald Trump de la bancada republicana, entendieron enseguida su posición de poder: de sus votos iba a depender no solo la elección del presidente, también la aprobación de leyes durante toda la legislatura. Cansado de su bloqueo, McCarthy tendió la mano a los demócratas y les pidió sus votos para las dos votaciones más importantes de estos diez meses: la suspensión del techo de deuda y la prórroga de los presupuestos, que han evitado, por el momento, las caóticas consecuencias de un cierre de gobierno.
La primera decisión dejó a McCarthy en la cuerda floja. La segunda le ha costado la cabeza. Ahora su cargo lo ocupa de forma interina uno de sus hombres cercanos, Patrick McHenry, el primero en una lista secreta que el presidente confeccionó cuando llegó al cargo. Pero la presidencia en funciones no le permite tirar adelante iniciativas legislativas: su única función es presidir la elección de un nuevo presidente.
Dos candidatos republicanos: Jordan y Scalise
El bloqueo seguirá instalado en la Cámara Baja hasta que elija por mayoría absoluta a otro candidato. Para ello, tan solo hay dos sumas posibles: o los republicanos dejan de lado sus diferencias y votan en bloque, o se busca a un candidato centrista que pueda recabar suficientes votos demócratas para superar el bloqueo de la extrema derecha. Ninguna de las dos opciones parece probable.
McCarthy ya ha anunciado a sus compañeros de partido que no se volverá a presentar al segundo cargo en la línea de sucesión del presidente, Joe Biden. Tampoco hay señales de que lo vaya a hacer McHenry. Desde la Casa Blanca, Biden pidió a los republicanos que se pongan de acuerdo rápido y acaben con la “atmósfera venenosa en Washington”. Las urgencias están justificadas: el Congreso se ha dado poco más de un mes para aprobar las leyes de gasto y mantener abierto el grifo de financiación del Gobierno.
Este miércoles, un día después del asesinato político de McCarthy, saltaron a la palestra dos candidatos a sucederle. Primero fue Jim Jordan, aliado muy estrecho de Trump y hombre fuerte, al ostentar la presidencia del Comité Judicial de la Cámara Baja. A su apuesta se sumó la de Steve Scalise, el número dos del grupo republicano en el Congreso después de McCarthy, que en principio parecería la sucesión más natural.
Ambos han comenzado su carrera para recabar apoyos en su partido. Jordan se reunió ayer con el grupo de los 25 congresistas republicanos de Texas que hay en la Cámara Baja, cuyos votos serán imprescindibles para llegar a la presidencia. “Creo que puedo unir a las bases conservadoras, al partido y a la conferencia: por eso me presento”, les aseguró Jordan. El republicano ha protagonizado en el pasado desencuentros con McCarthy, pero se alineó algo más con él después de que, durante su elección, le prometiera el mando de la Comisión Judicial.
Jordan, uno de los fundadores del Freedom Caucus, tiene muchas papeletas para convencer al ala dura del partido. “El asunto más acuciante en la mente de los estadounidenses no es Ucrania, sino la situación en la frontera y el crimen en las calles”, aseguró este miércoles en los pasillos del Capitolio, resaltando las prioridades del ala ultraconservadora, cuya principal línea roja en la aprobación de los presupuestos es la ayuda a Ucrania. “¡Las cosas pintan bien!”, publicó Gaetz en X (antiguo Twitter), en referencia a tales declaraciones.
Por otro lado, Scalise se presenta como el candidato conciliador. “Tengo un historial probado de unir a una diversidad de puntos de vista en nuestra conferencia para construir un consenso donde otros pensaban que era imposible”, argumentó en una carta enviada el miércoles a sus compañeros de partido, donde les anunciaba su candidatura haciendo hincapié en su experiencia como segundo al mando bajo la presidencia de McCarthy.
Tanto Scalise, más comedido, como Jordan, más radical, se encuentran a la derecha de McCarthy, que tampoco destaca por su moderación. Ambos candidatos votaron en contra de la certificación de la victoria de Biden tras las elecciones de 2020, cuando Trump convenció a sus seguidores de que había habido un fraude electoral y presionó a los congresistas republicanos para que evitaran la transferencia del poder.
El perfil de Scalise está más ligado al establishment republicano. Con 57 años, lleva media vida en política (desde 1996) y ya fue el portavoz de su partido en la Cámara de Representantes entre 2014 y 2019. “Conocen el estilo de liderazgo que he demostrado como líder de la mayoría y como portavoz”, aseguró en la carta a sus compañeros. Su personalidad fuerte le ha permitido ganarse la confianza de distintas facciones del partido.
Además, cuenta con un perfil carismático y una historia inspiradora: en 2017, sobrevivió a un tiroteo masivo mientras practicaba béisbol. La herida de una bala en la cadera le generó serios problemas de salud desde entonces, que, sumados al diagnóstico de un mieloma múltiple (un tipo de cáncer en la sangre), han levantado dudas sobre su capacidad para asumir el cargo. Pero el candidato no es visto con malos ojos entre los radicales, que lo ven como una opción de consenso con los miembros menos extremistas del partido. “Es el tipo de personas a las que me veo apoyando. No creo que el cáncer sea un impedimento”, aseguró Gaetz.
Por su parte, Jordan, de 59 años, representa a la perfección el espíritu trumpista en el Congreso. Fiel al exmandatario, su paso por la Cámara Baja ha estado marcado por la polémica, la agitación reiterada y la oposición a cualquier tipo de acuerdo entre los dos partidos. Encabezó la defensa de Trump durante el primer juicio político de los dos que hubo en su contra y es uno de los impulsores de la investigación a Biden aprobada en el Congreso, paso previo a su posible proceso de impeachment (juicio político). “Estamos en una encrucijada crítica en la historia de nuestra nación”, aseguró en el anuncio de su candidatura.
Posible votación el próximo miércoles
Entre otros nombres que suenan como posibles contendientes están el congresista Tom Cole, presidente del Comité de Reglas, y el número tres del partido en la Cámara Baja, Tom Emmer, ambos, también, a la derecha de McCarthy. Sin embargo, ninguno de ellos tiene el liderazgo y la personalidad que destacan en Jordan y Scalise. Y, por ahora, no se ha presentado ningún candidato que se pueda considerar “moderado”, es decir, capaz de recabar apoyos en la bancada demócrata.
Los republicanos tienen previsto reunirse el próximo martes para que los aspirantes expongan sus argumentos, con vistas a una posible votación en el pleno del Congreso el miércoles. Sin embargo, parece improbable que logren ponerse de acuerdo tan pronto. “Va a llevar un tiempo volver a poner este tren en marcha”, reconoció el senador Markwayne Mullin, con estrechos vínculos entre los republicanos de la Cámara Baja.
La extrema derecha ha dejado claro que no aceptará a ningún candidato que no se comprometa a aprobar recortes masivos del gasto, a severas restricciones a la inmigración y a terminar con el apoyo económico a Ucrania. Sin embargo, la aprobación de los presupuestos –que se componen de 12 planes distintos de gasto– depende también de los votos demócratas, que dominan el Senado y ostentan la presidencia de la república. Esto significa que, mientras el ala dura republicana mantenga su capacidad de condicionar mayorías y mantenga como rehén al presidente de la Cámara Baja, el estancamiento seguirá instalado en el Congreso estadounidense.
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