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Rusia expande su influencia en Medio Oriente con la venta de armas e inversiones petroleras

Vladímir Putin, presidente ruso

Agustín Fontenla

Este lunes, la región del Kurdistán iraquí votó a favor de su independencia de Irak en un referéndum. La iniciativa, resistida por Estados Unidos y las potencias de la región, promete traer más incertidumbre al polvorín que reina en Medio Oriente, con la guerra civil siria a poco de cumplir siete años, la lucha contra el Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés) y la disputa entre las monarquías del golfo.

El escenario, sin embargo, no amedrentó a la compañía rusa Rosneft, cuyo CEO, Igor Séchin, es uno de los hombres más cercanos del Kremlin, a anunciar un proyecto gasífero en el Kurdistán, independientemente de lo que suceda con su soberanía.

La jugada saltó a los titulares de los principales periódicos occidentales, por el riesgo que conlleva la inversión en una región en disputa, y por la trascendencia económica y geopolítica que podría tener la presencia de una de las principales empresas rusas allí.

Otro anuncio que cayó como una bomba en Medio Oriente, y cuyos efectos se expandieron hasta Europa y Estados Unidos, fue el que realizó a mediados de septiembre el Primer Ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogán en la televisión del país, cuando confirmó la compra de dos sistemas de defensa antimisiles S400, la joya más preciada de la industria militar rusa.

El gobierno turco es el segundo comprador del S400, después de China, y pagará más de dos mil millones de euros por las dos unidades. Una adquisición que dejó con la mandíbula en el aire a los miembros de la OTAN, que integra Turquía, y que no ven con buenos ojos la adquisición de armamento militar en el mercado ruso.

Ambos anuncios no deberían tomar por sorpresa a Occidente, si se tiene en cuenta que representan solo un reflejo de la estrategia que ha desarrollado últimamente el Kremlin en esa región del mundo.

“Rusia ha estado tratando por años de expandir su influencia en Medio Oriente utilizando sus ventajas competitivas: participando en proyectos de gas y petróleo, vendiendo armas, y previendo asistencia en la construcción de plantas nucleares”, afirma Timur Ahkametov, experto residente en Turquía del Consejo de Asuntos Internacionales de Rusia (RIAC), un think tank fundado por el Kremlin.

Precisamente el caso de Turquía muestra cómo Rusia ha logrado expandir su presencia a través de esas tres potentes industrias. Además de la venta reciente de los S400, el presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogán, acordaron el año pasado la construcción de una central nuclear en Turquía y un imponente gasoducto que atravesará el Mar Negro para unir a las dos naciones.

En el primer caso, se trata de la central nuclear de Akkuyu, cuyo primer reactor debería estar operativo en el 2023, y que costará alrededor de 20 mil millones de euros. En cuanto al segundo, se trata del “Turkstream”, un gasoducto que ya comenzó a construir el gigante Gazprom en mayo, y que servirá para abastecer el consumo de gas de Turquía y de países europeos.

“Rusia está tratando de obtener influencia entre las infraestructuras energéticas más grandes en Medio Oriente, especialmente en el sector gasífero”, explica Ahkametov, “para poder influenciar los precios globales del gas, uno de los más importantes recursos de Rusia, de gran importancia para la economía nacional y para la estabilidad política del régimen”.

Eso justifica que las empresas petroleras rusas quieran jugar un rol destacado en la región del Kurdistán iraquí, en cuya tierra se alojan millonarias reservas de gas, pero también en naciones como Siria e Irán, a donde el Kremlin ha logrado tejer alianzas para expandir su influencia con proyectos petroleros y la venta de armamento.

Siria e Irán, los principales aliados de Rusia en Medio Oriente

En cuanto a Siria, Rusia es su principal sostén en la guerra civil. Desde que el Ministro de Exteriores ruso, Sergey Lavrov, se adelantó a ofrecer una salida a las armas químicas sirias en septiembre de 2013, Rusia ha estado luchando casi a la par del ejército sirio. Un alianza que incluyó la venta de armamento militar (defensivo, según el Kremlin), y que ahora, que el tablero se inclinó a favor de Damasco, y que el grupo terrorista Estado Islámico está siendo acorralado, se apresta a cosechar los frutos de la “cooperación” en el área petrolera.

En abril de este año, el presidente de Siria, Bashar al Assad, afirmó a la agencia rusa Sputnik que “el mercado sirio es libre para que las compañías rusas arriben, se unan y jueguen un rol importante en la reconstrucción de Siria, y para que inviertan (en el país)”. Un año atrás, el exprimer Ministro sirio, Wael al-Halqi, había anunciado acuerdos por casi mil millones de euros para “desarrollar el sector de la energía, el comercio, las finanzas y otros sectores devastados por la guerra”.

Stanislav Ivanov, investigador del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales de la Academia de Ciencias de Rusia (IMEMO), advierte que el caso de Siria debe ser tomado con cautela. “Es muy temprano para hablar de proyectos petroleros en Siria, puesto que la guerra aún continúa”, afirma.

“Pero en condiciones de paz, las compañías petroleras rusas podrán participar en la reconstrucción y el desarrollo de la infraestructura petrolera de Siria, ya que cuentan con una experiencia significativamente positiva trabajando en el vecino Irak”.

En cuanto a su otro socio preferente, Irán, se da un caso con algunas similitudes con el vínculo entre Moscú y Damasco, con la sustancial diferencia de que no existe una guerra de por medio. Rusia fue uno de los principales aliados de Teherán para lograr el acuerdo por su plan atómico con las seis potencias en junio de 2015, y luego intercedió ante Arabia Saudí para que la industria iraní pudiera aumentar su producción petrolera en el marco de un congelamiento de precios entre los principales países productores.

Desde entonces, Moscú ha gozado de un trato favorable y prioritario por parte de Teherán en el desarrollo de áreas petroleras y en la compra de armamento.

Un caso ejemplar es el reciente ingreso de Gazprom en el desarrollo del yacimiento iraní Farzad B, que ostenta más de 600 mil millones de metros cúbicos de gas. El caso es paradójico porque la Corporación de Gas Natural y Petróleo de la India (ONGC por sus siglas en inglés), descubrió las reservas y, hasta el ingreso de la compañía rusa, era la encargada natural de desarrollarlo.

En la esfera militar, Rusia espera vender armamentos por valor de diez mil millones de euros. La cifra fue adelantada por Víctor Ozerov, Jefe del Comité de Defensa y Seguridad de la cámara alta del Parlamento ruso, que además precisó parte del equipamiento que incluiría el acuerdo: “tanques T-90, sistemas de artillería y varias aeronaves”.

Los antecedentes en esta materia son auspiciosos: Rusia ya vendió a Irán el costoso sistema de defensa antimisiles S-300, una versión anterior al armamento adquirido por Turquía.

Arabia Saudí e Irak, dispuestos a ampliar su cooperación con Rusia

Pero la influencia de Rusia no se limita solo a países tradicionalmente aliados, sino también a países bajo el radar de Washington como Irak o Arabia Saudí.

Irak precisamente representa un ejemplo reciente de aquellos países que buscan romper el cerco que creo Washington cuando se trata de venta de armas o proyectos petroleros. En julio pasado, durante una visita a Moscú el vicepresidente de Irak, Nouri al-Maliki, afirmó que su país “quiere reforzar la cooperación estratégica (con Rusia) en áreas como la generación de electricidad, el sector petrolero, la investigación, la formación universitaria, la economía y el comercio, así como en las esferas política y militar”.

El primer saldo del encuentro fue retórico, puesto que Maliki bendijo la intervención rusa en Medio Oriente por haber “prevenido la desintegración de la región”. Sin embargo, la reunión podría también propiciar un negocio valorado en mil millones de dólares para la adquisición por parte de Irak de cientos de tanques rusos T-90.

Aunque aún no se ha confirmado oficialmente, el diario ruso Izvestia citó el Kremlin afirmando que el gobierno iraquí había “acordado” una “gran” orden de tanques.

En cuanto al desarrollo de un área petrolera, es poco dudoso que la inversión prevista por Rosneft en el Kurdistán no cuente con el aval del gobierno iraquí, independientemente de si esa comunidad logra o no su soberanía. En uno u otro caso, es una señal de que Irak está dispuesta a continuar ampliando la cooperación en materia petrolera.

El caso de Arabia Saudí es uno de los más complejos en la relación con Rusia. Además de ser el principal aliado árabe de Estados Unidos en Medio Oriente, Ryad es un competidor directo de Moscú en el área petrolera. Pero, además, durante la visita que el presidente de Estados Unidos Donald Trump realizó a la capital del Reino en mayo pasado, los saudíes acordaron la compra de armamento militar por la explosiva suma de 100 mil millones de dólares.

En ese contexto, es difícil encontrar margen para la negociación. Sin embargo, Rusia y Arabia Saudí lograron ponerse de acuerdo el año pasado para congelar la producción mundial de petróleo y estabilizar los precios. En cuanto a la cooperación militar, es conocido que ambos países llevan un tiempo negociando.

“Si el liderazgo de Arabia Saudí decide diversificar las fuentes de sus armas y apela a Rusia para la compra de armamento, es poco probable que esta se niegue”, afirma Stanislav Ivanov. “Tales negociaciones han tenido lugar en el pasado reciente y es probable que el Reino esté maduro para acuerdos en la cooperación militar-técnica con Rusia”.

Un modo de averiguar si Moscú y Ryad están “maduras” para esa cooperación estará a la vista de todos en las próximas semanas cuando el Rey de Arabia Saudí, Salman bin Abdulaziz Al Saud, se convierta en el primer monarca saudí en realizar una visita oficial a Rusia.

El encuentro es una suerte de continuación de la reunión que mantuvieron Vladímir Putin y el segundo hombre fuerte del Reino (segundo en la línea sucesoria), el príncipe Mohamed Bin Salmán (MBS), en mayo de este año en Moscú.

En aquella oportunidad, el príncipe MBS afirmó que “la relación entre Rusia y Arabia Saudí está viendo uno de sus mejores escenarios en este momento”.

En consideración de ese antecedente y la importancia asignada a esta visita por ambos países, las compañías rusas de petróleo, energía atómica y armamento militar estarán muy expectantes de que el encuentro sea la confirmación de que ya están autorizadas a extender sus tentáculos hasta el desierto saudí.

Después de todo, que Rusia logre hacer negocios con el Reino no es más descabellado que la construcción de un gasoducto en el Kurdistán iraquí, o que un socio de la OTAN como Turquía decida gastar más de dos mil millones de euros en armamento militar ruso.

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