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The Guardian en español

La alta polarización social define unas ajustadas elecciones en Polonia

El presidente polaco y candidato a la presidencia de Polonia, Andrzej Duda, en una reunión con los residentes locales durante su visita a Gorlice, en el sudeste de Polonia.

Christian Davies

Cracovia —

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El evento, o más bien la sucesión de dos eventos, representa el momento simbólico de la división política en Polonia forjada durante tres décadas desde el final de los regímenes comunistas en 1989.

La tarde del lunes pasado, el presidente de Polonia, el conservador Andrzej Duda, y su contrincante en las elecciones presidenciales del domingo, el alcalde liberal de Varsovia, Rafał Trzaskowski, celebraron sus “debates presidenciales” por separado, en lugares diferentes del país, boicoteándose el uno al otro, y lanzando preguntas a sillas vacíos en las que podían leerse los nombres de los contrincantes. 

Los votantes polacos acuden este domingo a las elecciones por segunda vez en dos semanas. Duda ya logró un 43,5% del voto en la primera vuelta. Trzaskowski , por su parte, recibió el 30,5%, pero se espera que ahora reciba una mayoría de votos de los que en la primera vuelta fueron a parar a candidatos eliminados. Las encuestas dicen que el resultado estará muy ajustado.

La campaña ha sido agotadora para votantes y candidatos, celebrándose a la sombra del coronavirus y teniendo que posponer la votación, que debería haberse celebrado en mayo. El ambiente ha sido de recriminación y rencor, sobre todo en lo relacionado con el partido en el Gobierno, el Partido de la Ley y la Justicia. Se le acusa de querer acudir a las urnas antes de que se sintieran las consecuencias económicas del confinamiento al que el país ha estado sometido y que, en general, ha sido un éxito.

Pese a las circunstancias controvertidas, el consenso es generalizado a la hora de valorar que los polacos se encuentran ante una decisión que no será fácil sobre el futuro del país. Esta votación es vista por muchos como un referendo sobre la “Tercera República”, el orden político democrático-liberal establecido tras la caída del comunismo.

“Duda ha sido un jugador central y activo en los intentos de desmantelar la democracia liberal en Polonia”, señala Anna Wójcik, investigadora en la Academia Polaca de las Ciencias, que dirige una organización no gubernamental encargada de estudiar violaciones al estado de derecho. “Los polacos tendrán que decidir si quieren una democracia pluralista o una mayoritaria sin un sistema de equilibrios de poder frente al partido de Gobierno”, añade.  

Se trata de una elección que se personifica con claridad en ambos candidatos. Los dos tienen la misma edad, 48 años, y nacieron con apenas 4 meses de diferencia. Ambos estudiaron en escuelas de prestigio en ciudades importantes y tienen un doctorado en una de las dos universidades más destacadas del país. Los dos, una vez más, han representado en el Parlamento a la misma circunscripción, el casco histórico de Cracovia, lugar de origen de Duda.

Sus trayectorias, en todo caso, son muy diferentes e ilustran las fracturas de clase, cultura y geografía que perpetúan la polarización política del país y aportan ese elemento de psicodrama que caracteriza el proceso electoral del domingo.

“Para dejarlo claro, Duda y Trzaskowski representan las dos Polonias”, dijo Adam Szostkiewicz, veterano analista en Polityka, una reconocida publicación del país.

Trzaskowski,  hijo de un famoso músico de jazz, creció en Varsovia y estudió un año de instituto en Michigan a principios de los 90. Especialista en Relaciones Internacionales con título en Filología inglesa, estudió en el Colegio de Europa en Varsovia y recibió becas de la Universidad de Oxford y del Instituto de Estudios de Seguridad de París antes de entrar en política.

Duda, que estudió y después enseñó en la Universidad Jagielloniana de Cracovia, es hijo de profesores que enseñaban en la antigua universidad de la minería de Cracovia y recibió una educación mucho más tradicional. Partió del el catolicismo y pasó por el movimiento scout, pilar de la tradición nacionalista polaca.

“Trzaskowski se identifica con una tradición polaca cosmopolita que es liberal, internacionalista y proeuropea mientras Duda representa una Polonia provincial, conservadora y que gira alrededor de sí misma”, señala Szostkiewicz. “Es lo que nos separa, lo que siempre nos ha separado y de lo que todos somos culpables”.

Los partidarios de ambos candidatos han tratado de usar sus orígenes a su favor y contra su rival. Los partidarios de Trzaskowski se han beneficiado mucho del hecho de que su candidato hable cinco idiomas europeos, a diferencia de Duda, casi monolingüe, que fue ridiculizado en redes sociales a principios de año por sus dificultades para expresarse en inglés durante un debate en el Foro Económico Mundial en Davos.

El partido del Gobierno ha utilizado eso para representar a Trzaskowski como agente de la maligna influencia extranjera. La televisión pública, controlada por el partido del Gobierno, describió al candidato de la oposición como alguien que trabaja para un “poderoso lobby extranjero” conectado con el Club Bilderberg y el financiero judío-americano George Soros; no es casualidad que el lema de campaña de Duda lo describa como “el presidente de los intereses polacos”.

“Para la tradición cosmopolita de la cultura polaca, la jerarquía social parte del desprecio hacia aquellos a los que se considera menos cultos, una actitud profundamente enraizada en aquel mismo desprecio de la clase alta por el campesinado”, señala Maciej Gdula, sociólogo de la Universidad de Varsovia especializado en el estudio de las clases sociales polacas y diputado de la izquierda por la misma circunscripción en la que resultaron electos Duda y Trzaskowski.

“Para la tradición derechista, por otro lado, la jerarquía social se basa en la etnicidad y se manifiesta de manera hostil hacia las minorías, ya se trate de judíos, migrantes musulmanes o, en el caso de la campaña actual, los miembros de la comunidad LGTB. Hemos visto el choque entre estas dos actitudes durante la campaña”, sostiene.

En el centro de esa división cultural está el rol controvertido que ha jugado la Iglesia católica en la vida pública polaca. Duda ha hecho manifestaciones de fe ostentosas durante su presidencia y cuenta con el apoyo de la poderosa jerarquía católica polaca. Consiguió que la comunidad internacional le condenase por sus declaraciones en campaña describiendo a los defensores de los derechos LGTB como promotores de una “ideología” que es “incluso más destructiva para el hombre” que el comunismo impuesto por los soviéticos.

Consciente de la necesidad de no alienar apoyos entre esa compleja coalición de votantes que optarían por él como segunda opción, necesita garantizarse una victoria con el apoyo de personas de izquierda, conservadores moderados e incluso libertarios de extrema derecha, Trzaskowski ha tratado de evitar que lo arrastren a una confrontación sobre temas religiosos y sociales. Pero los analistas dicen que el rechazo, comprensible, del candidato liberal a entrar al trapo de la guerra cultural ilustra lo que podría llegar a ser una debilidad.

“Para sus partidarios, Duda parece el candidato ideal, mientras que los votantes de Trzaskowski son más proclives a verlo como un compromiso razonable, el menor de los dos males posibles”, cree Szostkiewicz. “Sospecho que el análisis final podría volverse contra él”. 

Traducido por Alberto Arce

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