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The Guardian en español

ANÁLISIS

El descubrimiento de la polio en Reino Unido muestra que no hay que bajar la guardia

El doctor Jones Salk, creador de la vacuna contra la poliomielitis, sosteniendo un estante de tubos de ensayo en su laboratorio de Pittsburgh (EEUU).

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El hallazgo del virus de la polio en varias muestras extraídas del sistema de cloacas de Londres durante 2022 no es una gran preocupación para las comunidades con tasas de vacunación tan altas contra este virus como Reino Unido, donde los niños son inmunes a las bajas probabilidades de parálisis. Sin embargo, es el recordatorio de una potencial catástrofe individual para las familias con niños no vacunados o con vacunaciones incompletas de la capital británica, a menos que se tomen medidas urgentes. 

En estos tiempos de pandemia, no debería ser necesario recordar que hay varios virus peligrosos dando vueltas, y que siempre los hubo. Pero intervenir con urgencia para controlar epidemias y brotes con vacunas es algo relativamente nuevo. La devastadora epidemia de la polio en los años 40 y 50, que dejó a miles de niños con parálisis en Reino Unido, estuvo en el ojo público durante la época, con las conocidas imágenes de hospitales repletos de niños en pulmones artificiales con forma de ataúdes o paralizados y obligados a llevar prótesis ortopédicas. 

La epidemia finalmente se extinguió en muchos países como resultado del empleo masivo de dos tipos diferentes de vacunas contra la polio, creadas por Jonas Stalk y Albert Sabin. El éxito del programa contra la polio llevó a la creación en 1963 del Joint Committee on Vaccination and Immunization (Comité Conjunto de Vacunación e Inmunización, o JCVI, por sus siglas en inglés), y al desarrollo de un programa de inmunización coordinado que protege a nuestros niños hasta el día de hoy. 

La vacuna de Sabin

En los años 80, a pesar de la invención de la vacuna 30 años antes, aún había más de 300.000 casos de polio cada año en todo el mundo debido a errores en la coordinación global y a la falta de despliegue en muchos países. Pero, como resultado de grandes esfuerzos, el impacto desde entonces ha sido notable. Dos de los tres tipos del virus de la polio (el tipo 2 y el tipo 3) han desaparecido gracias a la inmunidad por la vacuna. Solo queda el tipo 1. Se podría erradicar el virus del mundo por completo. Y estamos cerca de verlo desaparecer —en los últimos 12 meses hubo apenas 16 casos registrados de polio con parálisis causadas globalmente por el tipo 1 (una disminución respecto de los 176 casos en 2019). 

Este éxito se ha dado en gran medida gracias al uso de la vacuna oral y al virus vivo de Sabin, la que cualquier persona que tenga más de 18 años ha recibido a través de gotas en la boca o, como yo, quizás la recuerde con cariño en forma de una dosis en un cubo de azúcar. Esta vacuna es especialmente buena para prevenir la enfermedad y para detener la transmisión del virus. Ya detuvo la polio en la mayor parte del mundo. Hay esfuerzos enormes para erradicarlo, los que se enfocan en mejorar la cobertura de la vacuna en los pocos países donde el virus todavía se encuentra. La mayor atención se dedica a mejorar el acceso en Afganistán y Pakistán. Han pasado 42 años desde la erradicación de la viruela. ¿Habrá llegado la hora de la polio? Aún no estamos allí, y hubo algunos retrocesos notables con casos en Malawi y Mozambique el año pasado. Pero el fin de otra amenaza de la historia parece posible. 

Si bien la erradicación de la polio parece al alcance de la mano, el camino no está claro. La vacuna de virus vivos de Sabin, que lleva 70 años salvando al mundo de la polio, puede atravesar mutaciones anormales en raras ocasiones, que paradójicamente hacen que el virus sea capaz de causar parálisis en poblaciones con baja tasa de vacunación. Sin embargo, la vacuna Sabin sigue siendo una parte fundamental del programa global gracias a su capacidad de mejorar la respuesta inmune, y así reducir la propagación del virus natural. Ahora que la polio está desapareciendo, se presta más atención a evitar los casos de parálisis causadas por mutaciones del virus de la Sabin. 

No bajar la guardia

Lo más importante de la estrategia es, quizás de manera contraintuitiva, mejorar la cobertura de vacunación con la vacuna Sabin, puesto que las parálisis no ocurren en poblaciones con altas tasas de vacunación. Muchos países que han logrado eliminar el virus, en general empleando la vacuna de virus vivo de Sabin, han pasado a usar la vacuna Salk. La Salk contiene un virus muerto que no puede mutar ni propagarse y ha sido parte del programa de vacunación rutinaria de Reino Unido desde 2004. A todos los niños de Reino Unido se les ofrecen cinco dosis inyectables de la vacuna Stalk contra la polio durante su infancia. 

El virus importado hallado en las cloacas de Londres que amenaza a los niños es un virus, y el riesgo puede ser eliminado si se mejora la cobertura de vacunación. Por desgracia, algunas de las tasas más bajas de vacunación de Reino Unido se dan en algunas partes de Londres, en los mismo lugares donde los niños corren riesgo de contraer este virus. La solución es simple, gratis y segura: los niños que no hayan recibido ninguna dosis, o se hayan perdido alguna dosis, deben vacunarse lo antes posible. 

La polio no es la única enfermedad que circula y que podría evitarse con vacunas. Y si bajamos la guardia y permitimos que baje la cobertura de vacunación, nos puede golpear. La última década, los individuos con vacunaciones incompletas en Reino Unido han sufrido brotes de sarampión, paperas y difteria. Las vacunas son inmensamente poderosas para controlar amenazas contagiosas, pero solo funcionan si las usamos. 

* El profesor Andrew Pollard es director del Oxford Vaccine Group, de la Universidad de Oxford

Traducción de Patricio Orellana

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