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The Guardian en español

El nuevo veto migratorio podría separar para siempre a una pareja yemení a punto de reencontrarse

Nagi Ali y Arwa al-Abili en Kuala Lumpur, antes de que el veto migratorio pusiera en peligro su proyecto de casarse.

Oliver Laughland

Nagi Ali y Arwa al-Abili son una joven pareja que está separada por 14.000 kilómetros de distancia, una entrevista final para la obtención de un visado y la nacionalidad yemení de ella. Cuando la nueva orden migratoria de Trump entre en vigor podrían quedar atrapados sin remedio en un limbo legal.

“Es como intentar que no se te escape el agua que tienes en las manos y tienes miedo de que se te escurra entre los dedos”, indica Ali mientras contempla la calle nevada desde un supermercado de East Harlem.

Ali, es un joven de 22 años que nació en Yemen pero que ya tiene la nacionalidad estadounidense. Todos los días habla con su prometida por teléfono durante tres horas. La joven reside en Kuala Lumpur, Malasia, y está a la espera de poder reunirse con él. También a diario, Ali comprueba por internet si se ha producido algún avance en el expediente de petición del visado. La demora se está haciendo eterna y su sueño de casarse en Nueva York se evapora cada minuto que pasa.

Para que ella pueda llegar hasta Nueva York, sería necesario que un juez dejara sin efecto la medida de Trump, que veta la entrada a Estados Unidos a los nacionales de ciertos países musulmanes. Otra posibilidad sería que en las próximas horas a ella le dieran cita para una entrevista, el último trámite que les falta, en la embajada de Estados Unidos en Kuala Lumpur, y que esta cita sirviera para desencallar el proceso de solicitud de visado. Si esto no sucede, su última esperanza es que un funcionario consular haga una excepción. Su gran temor es que el presidente nunca la deje entrar en el país.

Si bien los expertos no esperan que la nueva medida de Trump genere el caos de la primera orden migratoria, ya que la nueva versión contempla exenciones y un plazo de diez días para que se implemente, miles de nacionales de los países mencionados en el veto serán víctimas de la rigidez burocrática del decreto. Sin embargo, muy pocos estaban tan cerca de conseguir su sueño americano como Arwa al-Abili.

Ya habían hecho todo el papeleo. Hace meses, cuando la posibilidad de que Trump ganara las elecciones ni siquiera estaba en el horizonte, habían rellenado un montón de formularios, habían presentado toda la documentación y ya habían pasado por un proceso de control de seguridad. Su abogado en Nueva York, Mohammad Saleem, explica que su solicitud fue aprobada en febrero y que ahora solo falta la entrevista final, una mera formalidad en la que el funcionario consular pone un “sello” en la solicitud: “Lo cierto es que han hecho todo lo que se les pedía y ahora solo falta este trámite final”.

Una boda con 100 invitados

En agosto del año pasado. Ali le pidió matrimonio a su amada de 19 años. Viajó hasta Malasia para asistir a una boda de la familia de ella y verla. No se habían visto desde hacía años.

Se conocieron cuando eran unos adolescentes, en 2011, en la provincia yemení de Ibb, situada en el sudoeste del país. Ali estaba pasando unos días con unos familiares y no se orientaba bien por la ciudad y le preguntó a ella por una dirección. Hasta ese momento, nunca había creído en los flechazos. “Desde entonces, solo he pensado en ella”, explica con una gran sonrisa: “Es muy respetuosa, es paciente, cuando habla tiene grandes ideas, quiere prosperar y ayudar a los demás”.

Ali es conductor de Uber y tras hacer largos turnos de noche y de madrugada consiguió reunir el dinero suficiente para pagar a un abogado de inmigración. Solicitaron un visado K-1 para ella, un visado “de prometida” que le permitiría entrar en Estados Unidos y que les daría un margen de 90 días para casarse, tras lo cual ella podría solicitar la residencia. Dejó una paga y señal en el sitio donde quería celebrar la boda, un salón en Brooklyn, eligió el menú de una comida para 100 invitados, pensó en una vida con ella y en la familia que formarían. El 8 de noviembre, cuando ya hacía días que Ali había presentado la solicitud ante el Departamento de Seguridad Nacional, Donald Trump, el candidato que había prometido “prohibir la entrada” a Estados Unidos a los musulmanes, ganó las elecciones.

Ali recibió una llamada desesperada de su prometida. “¿Te va a expulsar?”, le preguntó: “Ven aquí conmigo, yo no espero nada, solo quiero estar a tu lado. Podemos vivir en Kuala Lumpur el resto de nuestras vidas”. Sin embargo, Ali aún no estaba preparado para claudicar, y además pensaba que Trump no cumpliría con su promesa. Se equivocaba.

La primera Orden de Trump que impedía la entrada a los nacionales de siete países musulmanes, incluso los que tenían visados en regla, provocó el caos en los aeropuertos del país. En enero, varios jueces federales de Estados Unidos ordenaron la suspensión del decreto migratorio. El segundo decreto, presentado el lunes, contempla exenciones para los titulares de visados pero vuelve a hacer mención expresa a las personas que tienen la nacionalidad de países musulmanes, entre ellos Yemen. También suspende el programa de reasentamiento de refugiados.

“Se me rompió el corazón”, indica Ali al explicar cómo se sintió cuando supo que Trump iba a presentar una nueva versión de la orden migratoria: “Escuché la noticia cuando me desperté y no pude ir a trabajar”.

Saleem teme que si el visado de ella no se aprueba antes del 16 de marzo, ya nunca pueda entrar en el país. La Orden de Trump permite que la expedición de visados se suspenda indefinidamente y será un solo trabajador consular el que tenga la última palabra.

Aunque la expedición de visados solo se suspendiera durante 90 días, los documentos que aprueban la solicitud de Ali y Abili solo tienen validez hasta el 12 de junio (la suspensión terminaría el 14 de junio). Tendrían que volver a cursar la solicitud desde cero.

Ninguna certeza

En un correo que envió a Saleem el 9 de marzo, el personal de la Embajada de Estados Unidos en Kuala Lumpur indica que todavía no ha recibido el expediente de Abili: “Puede volver a preguntar en dos semanas”. Saleem subraya que la embajada podría darles cita para la entrevista pero que es improbable.

“Ya no puedo prometer nada a mi cliente, no tenemos ninguna certeza. Su futuro está amenazado por una gran nube negra”, lamenta.

Ali intenta conservar su optimismo. Habla de su sueño de convertirse en policía: “Es el mejor trabajo que puedes tener”. Intenta convencer a Abili para que presente una solicitud de matrícula en una universidad y estudie odontología“. No soporta la posibilidad de que ella tenga que volver a Yemen, sacudido por una guerra civil.

“Es demasiado duro pensar que tal vez tengamos que renunciar a nuestro sueño”, indica. “Tenemos que respetar a Trump y a su decreto, esperemos que se haga justicia”.

¿Qué le diría a Trump? A diario el joven pasa por delante de una de sus torres, situada en el centro de Manhattan, cuando hace su turno de Uber. “Le hablaría con la voz calmada para que entendiera que la comunidad musulmana es pacífica. Si en un futuro tienes la ocasión de viajar a nuestros países, te sorprendería su belleza”.

Traducción de Emma Reverter

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