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The Guardian en español

Resistencia en la discoteca: salir de fiesta en el lugar donde nació Boko Haram

Sunday Yuguda, un conocido DJ de 32 años apodado DJ X-Mix, ha pinchado en Maiduguri durante una década

Eromo Egbejule

Unos minutos antes de las diez de la noche de cada viernes, los jóvenes se apresuran por llenar los bares y discotecas de Maiduguri, justo a tiempo para evitar el toque de queda nocturno. Una vez dentro, los parranderos bailan hasta que los puestos de control vuelven a abrir al amanecer.

Aquí, en el lugar de nacimiento de Boko Haram, el grupo que ha desatado una brutal guerra insurgente en el noreste de Nigeria desde 2009, asesinando a unas 20.000 personas y forzando a más de 2 millones a desplazarse, parece que poco a poco recupera cierta sensación de normalidad, tras una campaña conjunta con el ejército.

Mientras la gente del Estado de Borno ha huido a zonas urbanas y campamentos para escapar de los ataques terroristas, Maiduguri ha duplicado su población y se ha convertido en hogar de decenas de miles de jóvenes que intentan reconstruir sus vidas.

El nuevo presidente del país, Muhammadu Buhari, un exgeneral, fue elegido el año pasado tras prometer que limpiaría el ejército y derrotaría a la insurgencia. En los últimos 15 meses, las tropas del ejército han hecho retroceder al grupo terrorista, que se ha refugiado en bastiones en pueblos remotos a lo largo del Estado.

Como consecuencia, los Guerreros de El-Kanemi, el equipo de fútbol local, han vuelto a jugar en la liga de fútbol nigeriana por primera vez en dos años. La Universidad de Maiduguri ha reanudado las ceremonias de graduación.

Fati Abubakar, una fotógrafa de 30 años que ha retratado la vida cotidiana del inquieto Estado y que ha subido las fotos a su cuenta de Instagram, llamada “Trozos de Borno” , cree que poco a poco ha vuelto una sensación de normalidad. “Borno siempre fue conocida por tener las bodas más extravagantes y coloridas”, afirma. “La insurgencia detuvo todo eso, pero ahora está regresando con fuerza. La gente está ansiosa por volver a la normalidad”.

Sunday Yuguda, un conocido DJ de 32 años apodado DJ X-Mix, ha pinchado en Maiduguri durante una década. Se hizo conocido en el club Lake Chad, donde pinchaba hip-hop, Fela Kuti y una fusión de varios estilos de música bailable influenciados por lo que ahora es conocido como afrobeats.

“Antes de Boko Haram, Maiduguri era la ciudad de moda”, explica. “Había tanta vida social que podías despertarte a las 2 de la madrugada, salir de casa y encontrar un bar abierto. Pero durante un tiempo vino menos gente a las discotecas porque nadie quiere pasar el mal momento de ser requisado en un puesto de control”.

Ahora, la vida nocturna está reapareciendo. El club nocturno Sahara, ubicado al borde de la ciudad, recibe cada vez más gente. “La gente llega a montones”, dice Yuguda. “Especialmente los miércoles y viernes, cuando las mujeres tienen entrada gratis. Ponemos música hasta las 2 o las 3 de la madrugada”.

Sally Hayden, una periodista británica que estuvo en mayo en Maiduguri como corresponsal, explica que vio a la gente “empezar a salir de fiesta el sábado por la tarde, así les daba tiempo antes del toque de queda. Otros optaban por quedarse de fiesta hasta el amanecer del día siguiente”.

Los jóvenes van a la discoteca Hot Bites, a tiro de piedra de la residencia del antiguo gobernador Ali Modu Sheriff, que permanece fuertemente custodiada. Allí, al ritmo de música pop del cantante Tekno, Wizkid y Mr Eazi, dos hombres jóvenes y cristianos bailan con mujeres musulmanas de los grupos Kanuri y Shuwa, una escena que ofrece una imagen de la ciudad diferente de lo que las noticias suelen describir como “la frontera africana de la yihad”.

Aunque el estado de Borno es mayoritariamente conservador y musulmán, como en cualquier sitio del mundo los jóvenes encuentran la forma de romper las normas impuestas por sus padres.

Khadeejah, una reciente graduada de la Universidad de Maiduguri de 21 años que no quiso dar su apellido, sale a las discotecas regularmente. “La mayoría de las chicas les dicen a sus padres que se quedan a dormir en casa de una amiga,” explica. “Luego salen de fiesta y se ponen ropa más atrevida una vez dentro de la discoteca”, añade la joven.

Khadeejah y su amiga Falmata, de 24 años, comienzan el fin de semana comprando drogas para la fiesta de la noche. “Tienes que drogarte para salir de fiesta”, asegura Falmata.

En agosto, la Agencia Nacional de Lucha contra el Narcotráfico en el estado de Borno anunció que había confiscado 20 toneladas de drogas en Maiduguri en los últimos dos años, un número agravado por los 22 campamentos para desplazados internos que están cerca de la ciudad y dónde se registra un alto consumo de drogas.

Por esta razón, Thierry Laurent-Badin, director de programas del grupo humanitario Acción Contra el Hambre, se muestra precavido antes de declarar que la ciudad está nuevamente en pie.

“Si bien a simple vista parece que Maiduguri está lentamente volviendo a la vida, es importante remarcar que la población de la ciudad se ha duplicado en los últimos cuatro años”, dice. “El trauma que provoca el desplazamiento forzado tiene un impacto a largo plazo en las personas y en las comunidades”. Advierte que gran parte de la población se encuentra “en situación muy vulnerable ante la explotación”.

Sin embargo, Abubakar señala que por primera vez en años no ha habido ataques durante los festejos de Eid al-Adha en septiembre, lo cual tuvo un profundo efecto en la población.

“Este año ha sido bonito porque por primera vez en años no ha habido que cerrar la ciudad por miedo a los ataques. La gente estaba muy contenta, especialmente los niños,” afirma Abubakar.

Traducción de Lucía Balducci 

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