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The Guardian en español

El Gobierno militar de Tailandia refuerza la lucha contra la extensa corrupción de los monjes budistas

Monjes budistas y oficiales del Departamento de Investigación Especial permanecen delante del templo Wat Phra Dhammakaya durante el registro de las instalaciones, a las afueras de Bangkok (Tailandia), en marzo de 2017.

Hannah Ellis-Petersen

Bangkok —

Hace mucho tiempo que los templos budistas de Tailandia están envueltos en escándalos de corrupción, sexo, asesinatos y abuso infantil, mientras que los monjes que han prometido vivir en abstinencia son a menudo descubiertos en situaciones comprometedoras, viviendo una vida ostentosa.

Pero si bien antes se les veía como seres intocables, durante el último mes, el Gobierno militar tailandés ha decidido tomar medidas severas contra la corrupción en los templos y ha ordenado el arresto de seis de los monjes más conocidos del país. Un séptimo monje ha huido a Frankfurt solicitando asilo y las autoridades tailandesas le están persiguiendo por Europa.

Esta es la medida más atrevida de la junta militar en su afán por limpiar el Sangha, nombre de la orden budista tailandesa. Entre los seis monjes arrestados están varios monjes ancianos del Consejo Supremo Sangha, el organismo de gobierno budista en el país. Dos abades ancianos del famoso templo del Monte Dorado de Bangkok también están entre los arrestados, pero lo que más ha sorprendido ha sido el arresto de Phra Buddha Issara, un monje agitador de derechas conocido por su activismo político y por sus supuestos vínculos con el primer ministro tailandés Prayut Chan-ocha. Ambos sirven en la unidad militar de la Guardia de la Reina, aunque ahora Prayut niega estar relacionado con Issara.

“El arresto de estos monjes ha sido claramente diseñado para tener bajo control a cualquier monje que pretenda marcar distancias con la junta, especialmente ahora que se acercan las elecciones”, afirma Paul Chambers, profesor de la Universidad Naresuan y especialista en política tailandesa. “Ésta es su forma de demostrar que el Estado está por encima del sangha budista”, añade.

Es cierto que la junta militar, que tomó el poder en un golpe de Estado incruento en 2014, siempre ha prometido luchar contra la corrupción, pero la elección del momento para las redadas en cuatro templos es analizada como significativa y con una clara intención política. El gobierno de Prayut está bajo más presión que nunca para cumplir con su promesa de convocar elecciones para febrero de 2019 y muchos ven la lucha contra la corrupción en los templos como una medida astuta que puede caer bien en el electorado cuando la junta se presente como un partido político.

El budismo es uno de los tres pilares de Tailandia, junto con la monarquía y la nación (el 90% de la población es budista) y hay una sensación de hartazgo generalizado por el nivel de corrupción y las actividades ilegales orquestadas por los monjes en los templos. Algunos templos reciben millones de euros en donaciones cada año, ya que se cree que las donaciones aumentan el buen karma de los fieles y, sin embargo, no existe ningún organismo externo que controle el gasto de ese dinero.

Los anteriores intentos de la junta de imponer su autoridad en los templos no tuvieron éxito. En febrero del año pasado, el Gobierno militar ordenó una redada en el popular templo Dhammakaya, en busca de su líder espiritual Phra Dhammachayo, acusado de malversación de 31,8 millones de euros de donaciones. También se creyó que la redada estaba motivada por la conocida cercanía entre el templo y el ex primer ministro Thaksin Shinawatra, despreciado por la junta militar y derrocado por un golpe en 2006.

Dhammachayo logró escapar al arresto y el Gobierno militar fue criticado por realizar la redada de forma demasiado violenta, ya que enviaron a 4.000 agentes al templo durante tres semanas.

“Tras la toma del templo Dhammakaya, la gente comenzó a mirar de reojo lo que la junta estaba haciendo a los monjes y a cuestionar sus motivaciones, y esto realmente perjudicó la imagen de Prayut”, asegura Chambers. “Así que estos nuevos arrestos deben de estar diseñados para mejorar la imagen de los militares y lograr que la gente se olvide de la fracasada misión del año pasado. Y los monjes que han sido arrestados –a excepción de Buddha Issara– ya tenían fama de corruptos, así que eran un blanco fácil”.

Tras el fracaso de la toma del templo Dhammakaya, en marzo la junta anunció que estaba redactando una ley que debilitaría significativamente al Consejo Sangha. Esa ley no ha sido presentada aún en el Parlamento, aunque estos nuevos arrestos podrían ser el trabajo preliminar para esa legislación.

Quizás el más sorprendente de los arrestos recientes ha sido el de Buddha Issara, que perdió oficialmente su jerarquía de monje y fue enviado a una cárcel de Bangkok mientras espera el juicio por los cargos de robo, falsificación y detención ilegal de funcionarios durante las protestas de 2013 y 2014, antes del golpe de Estado.

Hace tiempo que Issara promueve una reforma del budismo y el pasado agosto condenó a la junta militar por no cumplir su promesa de limpiar los templos. “¿Todavía dicen en serio que van a luchar contra la corrupción o sólo se van a mover contra ciertos grupos?”, afirmó Issara, añadiendo que a los monjes “nadie puede tocarlos”.

El arresto de Issara ha sido percibido como una señal, ya sea de que la junta teme que el monje se vuelva muy impredecible políticamente o de que la junta esté queriendo demostrar al rey Maha Vajiralongkorn, el monarca tailandés que heredó el trono el año pasado, que son éticos y merecen mantenerse en el poder.

Recientemente, Tailandia ha visto un inusual aumento de las protestas y manifestaciones y los arrestos también han sido analizados como un fuerte mensaje de la junta militar para que los monjes que no se desvíen de la línea política marcada. Especialmente para aquellos que aún son leales al movimiento de camisas rojas a favor de Thaksin. Las investigaciones continúan y se cree que habrá más detenciones en el futuro.

Traducido por Lucía Balducci

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