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Trabajar en la mansión del “bunga bunga”: la exresidencia de Berlusconi acoge la sede de la prensa extranjera

La parte de atrás del Palacio Grazioli, visto en 2011, cuando aún era la residencia de Silvio Berlusconi.

Angela Giuffrida

19 de marzo de 2024 23:03 h

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Silvio Berlusconi, fallecido el año pasado, dio su primera y última rueda de prensa en la Asociación de la Prensa Extranjera en Roma en noviembre de 1993. El empresario no tenía ningún deseo de entrar en política y esperaba no verse nunca obligado a hacerlo, dijo entonces a los periodistas. Pero cuando los corresponsales quisieron saber más y preguntaron por su amistad con Gianfranco Fini, líder de Alianza Nacional (partido heredero del neofascista Movimiento Social Italiano), Berlusconi los tachó a todos de “comunistas”, el que según la derecha italiana es el peor insulto para los izquierdistas.

Pocos meses después, Berlusconi ganaba sus primeras elecciones formando parte de una coalición en la que también estaba Alianza Nacional. “Se presentó como un hombre de negocios, sabiendo perfectamente que iba a entrar en política y que esa era una forma de darse a conocer ante la prensa mundial”, cuenta Chris Warde-Jones, un fotógrafo que acudió a aquella rueda de prensa. “Pero le molestaba que le hicieran preguntas”.

El tres veces primer ministro italiano nunca volvió a hablar en la Asociación de la Prensa Extranjera en Roma. A lo largo de los años rechazó una tras otra las invitaciones que le hicieron alegando que los periódicos extranjeros le resultaban “ofensivos”. De ahí que sea especialmente irónica la decisión de esa asociación de trasladarse este marzo al primer piso del Palacio Grazioli, el que durante 25 años fue la residencia en Roma de Berlusconi.

Tras casi un siglo trabajando en una sede proporcionada por el Gobierno italiano, los corresponsales se trasladan ahora a este palacio del siglo XVI donde el difunto político celebró sus más importantes reuniones políticas y algunas de sus “bunga bunga”, tal y como se conocen sus famosas fiestas sexuales por las que se sentó en el banquillo.

Los periodistas pasearán por el mismo pasillo donde Vladímir Putin jugaba a buscar a Dudù, el querido caniche blanco de Berlusconi. Algunos trabajarán a toda prisa para cumplir con la entrega de su artículo en la misma habitación en la que estuvo la cama de Joseph Stalin, un regalo que Putin hizo a su viejo amigo Berlusconi. O visitarán el cuarto de baño donde mujeres invitadas por el magnate posaban y se hacían selfies en el espejo.

Berlusconi dominó la política italiana durante casi tres décadas. Aunque su relación con la prensa extranjera fue de odio y más odio, lo cierto es que la mantuvo entretenida. Cuando estaba en Roma, el Palacio Grazioli ocupaba el centro de todo, rodeado a todas horas por grupos de periodistas y fotógrafos.

El magnate alquiló el palacio a sus propietarios, la noble familia Grazioli, hasta el año 2021, cuando se trasladó a la zona más tranquila de Appia Antica. Algunas pistas que dejó allí dan fe de la preocupación que sentía por su propia seguridad, como las habitaciones con ventanas blindadas o la puerta “secreta” en un armario empotrado, que le hubiera servido de vía de escape de emergencia.

“El espíritu de Berlusconi” sigue en el palacio

Con más de 300 miembros, la Asociación de la Prensa Extranjera en Roma se instalará en el palacio este 25 de marzo tras la inauguración este martes por el presidente de la República italiana, Sergio Mattarella, quien dijo que los corresponsales son y serán siempre “la mirada del mundo sobre Italia”, alabando su función a la hora de entender la realidad del país e interpretarla.

Que los corresponsales extranjeros dispongan de un lugar oficial para trabajar es toda una rareza. Cuando la asociación se creó, en el año 1912, los corresponsales de 27 periódicos, entre los que figuraban el británico Daily Express y el francés Echo de París trabajaban en un café situado al final de la calle. En 1936 se trasladaron a un edificio cedido por el Gobierno de Benito Mussolini en la calle Mercedes, una maniobra del dictador fascista para tener vigilada a la prensa extranjera. Allí permanecieron hasta 2001, cuando se mudaron a un edificio cercano a la Fontana di Trevi, que ahora está siendo reconvertido en hotel de cinco estrellas.

Hubo mucha preocupación en la búsqueda de un nuevo hogar hasta que el Palacio Grazioli apareció casi por casualidad. “Vimos unos 15 edificios”, explica Gustav Hofer, miembro de la junta directiva de la asociación y corresponsal de la cadena de televisión Arte. “¿Qué tal la antigua casa de Berlusconi?, le dije en broma al agente inmobiliario; él se lo tomó en serio y me dijo: 'déjame que lo averigüe'”.

Hofer asegura que “el espíritu de Berlusconi” todavía se sentía la primera vez que entró en el palacio. “En un armario incluso había un papel con un pedido de ropa que había hecho y medidas tomadas por un sastre”, dijo. Berlusconi también dejó atrás muebles viejos y pesados, que sacaron del edificio para dejar paso a oficinas luminosas y diáfanas, salas de conferencias y un bar y restaurante diseñados por Serena Mignatti, la arquitecta que hizo la casa en Roma del cantante de Radiohead, Thom Yorke.

“El Estado italiano se siente muy orgulloso de que lo que pasa en Italia sea difundido de manera tan general por personas de todo el mundo”, dice Esma Çakir, presidenta de la Asociación de la Prensa Extranjera en Roma y corresponsal del canal de noticias turco NTV. “Tenemos una visión de 360 grados del país, desde la gastronomía y la cultura, hasta la política y la economía”.

Según Çakir, a la asociación han llegado multitud de peticiones de personas interesadas en celebrar actos y ruedas de prensa en el Palacio Grazioli. “Será un lugar de encuentro prestigioso”, afirma.

“No sé qué pensaría Berlusconi, desde allá arriba, sobre esta panda de comunistas, como diría él, instalándose en el Palacio Grazioli”, bromeó hace poco durante una cena informal con corresponsales Giorgia Meloni, la primera ministra italiana, de extrema derecha que aun no ha concedido una rueda de prensa en esa asociación.

Según su presidenta, si acusan a los periodistas extranjeros de “comunistas” significa que están “haciendo bien su trabajo”. “Y eso es bueno”.

Texto traducido por Francisco de Zárate y actualizado por elDiario.es

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