Análisis World of Warcraft: Warlords of Draenor, el rey de los MMO vuelve a los orígenes
En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados, ofreciendo cada vez juegos visualmente más impactantes, complejos, profundos y repletos de posibilidades, ¿es posible que un videojuego mantenga su vigencia durante más de diez años siendo el rey absoluto e indiscutible de todo un género? Pues sí, claro que sí. Y prueba de ello es World of Warcraft, un título que más que un videojuego ha alcanzado el nivel de ‘estilo de vida’ para muchos de los millones de usuarios que dan forma a su nutrida e incansable comunidad de jugadores.
WoW es todo un símbolo, un baluarte erigido por Blizzard partiendo de su genial saga de estrategia en tiempo real, haciendo de ella todo un universo en el que día a día se sumergen cientos de miles de jugadores de todo el mundo para continuar su lucha por hacerse un nombre, por hacer evolucionar a su personaje o sencillamente porque ahí, en ese mundo virtual, tienen un rinconcito fundamental de su vida, un refugio que les permite ser lo que quieran ser.
Desde elfo oscuro hasta enano, pasando por orco, tauren, goblin o elfo de sangre. No-muertos, trols, humanos y gnomos, todos son igual de valiosos en World of Warcraft, un universo en el que cualquiera puede ser leyenda. Pero son ya diez años de WoW, diez años sobreviviendo a base de expansiones de contenido, unas más acertadas que otras, y no son pocos los que actualmente ponen en duda la supremacía de este rey de los MMORPG.
Y en este punto es en el que entra en escena Warlords of Draenor, quinta y por ahora última expansión del juego, para decir bien alto que a World of Warcraft aún le queda muchísima vida por delante. Prueba de ello es el haber vendido 3,3 millones de copias en apenas una semana, elevando de nuevo la cifra de suscriptores activos hasta los 10 millones, algo impensable para cualquier otro juego.
La Horda de Hierro avanza…
Para conseguir captar la atención tanto del viejo como del nuevo jugador desde Blizzard han creído conveniente realizar una vuelta a los orígenes argumentales de Warcraft, dejándose de nuevas historias para centrarse en el conflicto primordial de este universo; la eterna batalla entre la Alianza y la Horda, en un movimiento tan arriesgado como acertado. Puede que Warlords no sea tan exótico como Pandaria ni cuente con personajes tan carismáticos como Arthas, pero este retroceso en el tiempo (en todos los sentidos), tiene sin lugar a dudas una mayor carga emocional, ofreciendo un ritmo en ocasiones trepidante.
El centro de la trama de Warlords es sencillo: Garrosh Grito Infernal viaja al pasado hasta la inhóspita región de Draenor, hogar original de los orcos, para forjar la Horda de Hierro, un todopoderoso ejército formado por los señores de la guerra más poderosos y temidos de la historia que aplastará tanto a sus enemigos del pasado como a los del presente gracias a que Garrosh llevó a Draenor la tecnología actual. Nuestro papel también es sencillo: deberemos seguir sus pasos para echar por tierra sus planes, para darle caza en su propio hogar.
Lo interesante de Warlords of Draenor es que empezamos en nivel 90, dado que ahora el techo está en 100. Y al tener tal nivel queda claro que no somos un ‘mindundi’ solitario que deambula por World of Warcraft. El propio juego nos trata como al auténtico héroe que hemos llegado a ser tras superar centenares de mazmorras y acabar con los mayores peligros de Terralende; y cuando crucemos el Portal Oscuro rumbo a Draenor lo haremos en calidad de Comandante, con sus propias huestes a su mando y el respeto de no pocos personajes de este mundo.
La mayor innovación la encontramos en la posibilidad de crear nuestra propia Ciudadela, la cual se convertirá en un auténtico baluarte en mitad de Draenor. Además de ser nuestro centro de operaciones, también será fundamental para permitirnos subir de nivel y avanzar en nuestras profesiones. Nuestro avance dependerá ahora de los puestos que creemos dentro de la Ciudadela, como herrerías, talleres, etc., contando con un sinfín de misiones secundarias para obtener recursos.
Estamos pues ante una especie de retorno hacia la estrategia de los Warcraft originales. Las posibilidades son muy numerosas, contando con diferentes tipos de tropas según para qué misiones o enfrentamientos, con la posibilidad de elegir dónde colocar a nuestros ingenieros para que agilicen ciertos trabajos o a qué recursos dar prioridad a la hora de extraerlos de la tierra. Cierto es que falta algún que otro punto de personalización, puesto que por norma tendremos que contentarnos con el aspecto predefinido de cada edificio, pero las posibilidades estratégicas y de gestión están ahí, y son amplísimas, hasta el punto de que no pocos jugadores dedicarán más tiempo a desarrollar este hogar virtual que a avanzar por la aventura contra la Horda de Hierro.
En cuanto al propio progreso de esta aventura, cuenta con un ritmo como decimos trepidante, con infinidad de eventos aleatorios que dotan de gran variedad a su desarrollo, aunque bien es cierto que no siempre resultan demasiado originales. La libertad de acción es ejemplar, y todo aquel que guste de jugar en compañía también encontrará motivos para estar contento gracias a las ocho mazmorras para grupos, que pueden no ser muy innovadoras ni exigentes pecando de un desarrollo lineal y carente de sorpresas, pero que nos permitirán enfrentarnos a jefes finales en batallas dignas de ser narradas.
Aquellos que gusten de luchar contra otros jugadores encontrarán por su parte una gran zona PvP en la isla de Ashran, donde podrán disputar numerosas batallas utilizando incluso maquinaria de asedio, lo cual asegura un verdadero espectáculo. De esta forma no hablamos de pequeñas refriegas entre jugadores, si no de una auténtica guerra a gran escala con los correspondientes ejércitos, artilugios, maquinarias y fortificaciones. Eso sí, cuando nos toca defender un bando superado ampliamente en número, la cosa resulta hasta tediosa.
En cuanto al resto de modificaciones y variantes que podemos encontrar en Draenor, decir que no son pocas, y que en la gran mayoría de los casos son más que bienvenidas, aunque quizás se echa en falta una mayor profundidad. Se han cambiado las estadísticas de daño para que la pantalla no se inunde con los números de golpes de uno o dos millones de puntos, se han realizado diferentes ajustes en el Sistema de Talentos añadiendo nuevas habilidades y sustituyendo otras clásicas, llegando a modificar algo más las de los sanadores, y se ha agilizado la gestión del inventario permitiendo la clasificación automática de objetos dentro de bolsas destinadas a cada tipo. Y estos tan sólo son algunos puntos a destacar.
La belleza de un clásico.
Visualmente tan sólo podemos alabar la tarea realizada por Blizzard teniendo en cuenta que el motor gráfico del juego cuenta con la friolera de 10 años a sus espaldas, y eso es algo que puede espantar enormemente a los recién llegados. Ciertamente, conseguir que un título como este luzca llamativo con dichas limitaciones es una tarea titánica, dado que todo el peso recae en un apartado artístico que, como es de esperar dentro de esta casa, resulta más que sobresaliente, con unos diseños de personajes y escenarios fascinantes.
Es indiscutible que a día de hoy podemos encontrar muchos otros MMOs infinitamente más poderosos a nivel gráfico, sin embargo pocos alcanzan las cotas de encanto de World of Warcraft: Warlords of Draenor, pese a que la primera sensación que tenemos al iniciar el juego es de recibir una bofetada. Por suerte esa sensación pasa pronto, gracias a la maestría de Blizzard a la hora de demostrar, una vez más, que los gráficos no son lo que más importa en un videojuego.
Prueba de esta tesis es el hecho de haber introducido secuencias cinemáticas realizadas con el propio motor del juego, en un gesto de valentía que les ha salido redondo. Sí, puede que los personajes que vemos en ellas parezcan sacados de la generación de PS2, pero aún y con esas sirven para introducir una épica indiscutible gracias a su fuerza y buena ejecución, algo que viene apoyado por una BSO capaz de reinventar algunos de los temas más clásicos de este universo, y un doblaje al español sobresaliente.
Reforzando el trono.
En conclusión, desde Blizzard han sabido dar en el clavo para que su rey de los MMO se mantenga en el trono por otros tantos años. Gracias a Warlords of Draenor han demostrado que poco importa el contar con un motor gráfico obsoleto y un universo del que se podría pensar que ya ha sido explotado hasta la saciedad, dado que la compañía californiana parece tener un don para seguir expandiendo su magia sin perder la capacidad de sorprender incluso al jugador más veterano.
Cierto es que esta quinta expansión cuenta con algún pero, como lo comentado a nivel técnico, el agotamiento de ciertas mecánicas que están ahí desde los orígenes, o la ausencia de un mayor nivel de dificultad y exigencia para los expertos. También es cierto que se echan en falta mayores novedades de peso, aunque la introducción de las ciudadelas resulta más que acertada, ofreciendo una mayor dosis de frescura que en anteriores expansiones.
Con el gran número de contras que había en su camino, resulta admirable como Blizzard los ha sorteado, permitiendo que tanto los recién llegados como los jugadores de toda la vida se sumerjan aún más en un universo que parece seguir teniendo todavía mucho que decir.
Lo mejor:
- Consigue introducir frescura en un juego que lleva diez años dando guerra, y lo hace con un épico retorno a los orígenes.
- A nivel artístico destila la magia y gran saber hacer de Blizzard por los cuatro costados. Pese a sus limitaciones técnicas, ofrece ciertos escenarios realmente bellos, con unas secuencias cinemáticas realizadas con el mismo motor del juego de gran fuerza.
- La introducción de las ciudadelas ofrece un punto estratégico y de gestión capaz de ofrecer horas y horas de juego. Resulta un añadido más que bienvenido.
Lo peor:
- Ciertas mecánicas comienzan a quedarse obsoletas.
- Se echa en falta un mayor desafío para los jugadores expertos.
- A nivel visual, aunque el trabajo realizado por Blizzard nos merece un total y absoluto respeto, se notan los diez años del motor gráfico.