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Retrato de un colegio rico y otro pobre durante la jornada electoral en Madrid

Colegio electoral de Valdezarza

Analía Plaza

Al colegio de San Agustín, detrás del Bernabéu, las señoras mayores llegan en taxi a votar. Al de Daniel Vázquez Díaz, detrás de la colonia de Valdezarza, lo hacen caminando si lo hacen, porque los edificios son de los sesenta y casi ninguno tiene ascensor. Al colegio de San Agustín no paran de llegar ancianos en silla de ruedas, en coches adaptados y acompañados de los hijos y los nietos, que luego se quedarán en misa (el colegio tiene capilla) y a tomar un tinto de verano al sol. Al de Daniel Vázquez Díaz bajan los matrimonios mayores solos, con bastones como mucho, y se vuelven a casa nada más terminar.

Sobre las urnas del primero, repartidas en varias clases, hay carteles religiosos –“da limosna”, “Ayuna: hacer ayuno nos ayuda a controlar nuestros deseos” y “Reza: la oración te ayuda a reavivar el alma”–. Sobre las del segundo, en un gimnasio, algunos carteles de “Aprender y disfrutar” o “Los mejores momentos son los que compartimos”.

Al colegio de San Agustín y al de Daniel Vázquez Díaz les separan unos 45 minutos andando, no más de 30 en autobús, y dos barrios. En la sección censal del primero, la renta media de los hogares supera los 60.000 euros. En las que corresponden al segundo, la horquilla está entre los 24.000 y 32.000 euros, así que hay casas que viven con menos de la mitad. Y en ambas se cumple la norma de que los pobres votan menos: en las últimas elecciones, la participación en la zona del San Agustín fue del 83%, mientras que en la del Daniel Vázquez no llegó al 70% (se quedó en el 67%). Este diario ha visitado ambos para ver sus ambientes durante la mañana electoral. 

“Que arreglen las pensiones de miseria que tenemos”, dicen Ramón y Pilar, un matrimonio de socialistas convencidos que lleva toda la vida en Valdezarza. “Lo teníamos clarísimo desde el primer día. Pedro lo ha hecho bien, así que esperemos que gane el PSOE”. 

El sentimiento no es del todo unánime en la colonia, aunque la mayoría vota a la izquierda. En las pasadas elecciones, el PP fue la fuerza más votada (consiguió el 36% de los votos), pero la suma de PSOE y Podemos lo superó (24% y 26%, un 50% en total). A los mayores les preocupan sus pensiones y la sanidad y rara vez están contentos con los políticos, pero esperan que esta noche gane la izquierda. “No he querido seguir la campaña porque me tienen hasta las narices”, apunta un señor jubilado. “Puede pasar de todo, pero ojalá salga la izquierda. Al de Vox no lo quiero ni ver”.

En las escaleras por las que se entra a San Agustín las caras son otras: la gente está contenta. Dentro, el taco de papeletas de Vox es el que más ha bajado con diferencia. “Fíjate, ¿verdad? Está bajando mucho”, dice sonriente Victoria, una señora de 57 años. “En este barrio hay mucha gente del PP. Pero yo quiero darle una oportunidad a Vox. Me gusta lo que proponen: eliminar las autonomías, el amor a España... Rajoy es una bellísima persona, yo era muy de él. Pero ha sido blando. A Vox lo veo más sincero. Tengo mucha ilusión”.

Las prioridades también cambian aquí. A un jubilado que ha votado al PP –aunque le gustaría haber votado a Ciudadanos, pero no se fía de lo que pueda hacer Rivera– las pensiones le preocupan lo justo. “A quienes os tiene que preocupar es a vosotros”, ríe. “A los jóvenes”. Sin embargo, Cataluña le parece una cuestión fundamental. “No quiero que gane la izquierda. Sánchez es un demagogo y un falso. Y si Vox está triunfando es gracias a Cataluña”.

En esta sección censal, el PP se llevó en 2016 el 72% de los votos y Ciudadanos el 16%. La pregunta es cuántos de estos electores –algunos han venido con la bandera de España al cuello– mantendrán su voto y cuántos le darán esa oportunidad a Vox.

No serán los únicos. El perfil del votante de Vox es el de un hombre casado, católico, ex votante del PP y que cobra bien. Y es muy difícil (más bien imposible) encontrar un votante de izquierdas en el colegio rico (en las últimas elecciones, apenas sumaron un 10% entre el PSOE y Podemos), pero es relativamente fácil dar con un votante de Vox en el colegio pobre.

“Lo tenía muy claro”, dice Antonio, un trabajador de Valdezarza de toda la vida. “Vox es necesario. Necesitamos mano dura en España. Lo que más me preocupa es la corrupción: hay que sacar a los de siempre de ahí”. Como él, un matrimonio mayor aún sin jubilar tiene ideas similares. “Lo peor de España es la corrupción, el paro y el terrorismo islámico”, indican. No cuentan a quién han votado, pero sí que han estado indecisos hasta el último momento.

“Espero que se sigan respetando nuestros derechos. Me preocupa la libertad de las mujeres y me parece raro que tras todo el movimiento del 8M, en el que por fin estamos unidas, vayamos a volver atrás”, añade Cristina, una joven de 25 años que trabaja en un supermercado en Vicálvaro y también vota en Valdezarza. Cuenta, junto a su compañero Carlos, que en las últimas semanas un militante de Vox ha pasado mucho por el supermercado repartiendo pulseritas e intentando convencerles de que “no es tan malo”. 

“Pero es muy radical, ¿no?”, dice él. “Es como volver a lo de antes... pero con cosas que estaban mal, como la mili. Ojalá hubiera un término medio, ahora es todo o como siempre o muy radical”.

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