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Poca afluencia en las estaciones de Madrid en el primer día de cierre: “Mira el pasillo, esto está muerto”

La estación de Chamartín recibe a pocos viajeros en el primer día de cierre perimetral de Madrid.

Víctor Honorato

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El cierre perimetral de Madrid impuesto por el aumento de casos de coronavirus iba a ser un “caos”, según la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso. Pero quizás por prudencia ciudadana, quizás porque es fin de semana, las principales estaciones de tren y autobús de la ciudad eran esta mañana un remanso de paz, con pocos viajeros y agentes de policía haciendo la ronda a paso tranquilo, casi despreocupadamente. Aunque algún viajero consultado admite que se marcha para evitar el cierre, la mayoría tiene motivos justificados y ninguno ha encontrado complicaciones para salir de la capital.

“Huyo de Madrid, básicamente”, reconoce Alicia, una estudiante de Magisterio que vuelve a casa desde la estación de tren de Atocha para pasar con los suyos las próximas semanas, “a ver si mejora la cosa”. Elisabeth, que comprueba los billetes antes del control de seguridad, explica que ayer hubo más movimiento, pero que hoy se ve “muy poca gente”. Un vigilante de seguridad opina lo mismo: “Mira el pasillo, esto está muerto”, señala. Dos agentes de la Policía Nacional que pasaban cerca confirman que “de momento” no se controla “nada” y que todo está “muy parado”.

También a Atocha llegan Carles y Teresa, que vuelven el fin de semana a Alicante después de más de un mes haciendo pruebas PCR en un laboratorio de Madrid, donde trabajan como técnicos. Para ellos, que tienen un certificado de movilidad que les permite entrar y salir de la ciudad sin problemas, esta visita es la última en una buena temporada. “Queríamos despedirnos de la familia definitivamente”, bromea ella, que cuenta con que la carga de trabajo aumente y las restricciones también. Él avanza el dato esperanzador de que los positivos detectados en su centro se mantienen en los mismos porcentajes en las últimas semanas, pese a que el número de pruebas ha aumentado mucho. A unos metros, mirando los paneles informativos, está Robert, estadounidense residente en Jerez, recién aterrizado de vuelta de América. “Hay que hacer mucho más papeleo”, comenta al respecto de su viaje. Pero ni en el aeropuerto ni en la estación ha sufrido contratiempo alguno.

En la estación de autobuses de Méndez Álvaro, la más transitada de Madrid, el panorama es similar. “Mira la estación, si está vacía”, indica el trabajador del punto de información, que señala que el sábado es un día en el que ya normalmente hay menos tráfico. Desde Méndez Álvaro salen varias líneas internacionales, como la que había traído de vuelta de Francia a los gaditanos Raúl y Jonathan, obreros de la construcción que no estaban al tanto del cierre perimetral de Madrid. “Si nos dicen algo, pongo una bomba”, se lanza Raúl sin dejar de dar cuenta del bocadillo. “No pasamos ningún control, ni siquiera en la frontera”, apunta Jonathan.

La pareja de Cádiz sí que tuvo que hacerse una PCR antes de irse a la obra al norte, al igual que José, que llegó de Guatemala para la temporada de recogida de aceituna en Sevilla y pasa por Méndez Álvaro de camino al aeropuerto para regresar. No así Socorro, que vive la mitad del año en Valencia y la otra en Ourense. Sentada junto a dos maletas grandes y una jaula con un canario (“Es un familiar pequeño que tenemos, no le hemos puesto mascarilla”, ríe), Socorro explica que no podía cancelar el viaje. “Si no, no vendría”, asegura, convencida de que lo ideal sería que todo el mundo se quedase en casa y pusiese “un poquito de su parte”.

La otra gran estación de tren de la ciudad, la de Chamartín, también ha arrancado la primera jornada de prohibición oficial con placidez. “Esto está muy tranquilo”, confirman tres agentes de policía que caminan por el semivacío pasillo principal. A Israel y Bianca, estudiantes de teología, les facilitaron ayer un documento para justificar el viaje a Villarrobledo. Raquel, por su parte, va a Guadalajara. “Mi padre tiene ELA (esclerosis lateral amiotrófica, una grave enfermedad del sistema nervioso) y no tenemos una persona para cuidarlo”. A Caridad, auxiliar de enfermería de Vallecas que trabaja en el hospital Infanta Sofía de Alcobendas, la clausura de Madrid le ha supuesto, sin embargo, mayor libertad para moverse por su vecindario, ya que la Comunidad de Madrid eliminó las medidas de restricción parcial en los barrios del sur.

El inicio de la semana y el mayor flujo de viajes que trae aparejado determinará si la situación llega al grado caótico anunciado por Ayuso. Falta también por saber si los jueces deciden suspender de forma cautelar el cierre, como solicita la Comunidad de Madrid. Esta incertidumbre contribuye a la sensación de provisionalidad entre los viajeros este sábado. Teresa y Carles, los técnicos de laboratorio que esperan en Atocha, así lo sienten: “En dos días todo puede cambiar”.

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