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Las estatuas y placas de Madrid son para los hombres: otro 8-M con mujeres en las calles y calles sin mujeres

La estatua de Juana de Castilla instalada hace unos años en el parque madrileño de El Retiro

Lourdes Barragán

Madrid —

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Una de cada cinco calles en Madrid tiene nombre de mujer. Solo 726 de las 2.674 que hacen honor a un personaje las recuerdan a ellas. De las 33 bibliotecas públicas que existen en la capital, 19 se llaman como algún escritor. Únicamente hay cinco literatas: Ana María Matute y Isabel de Borbón, alias La Chata (en Carabanchel); Gloria Fuertes (Barajas), María Lejárraga (Hortaleza) o María Zambrano (Tetuán). La lista no termina ahí. Entre las 387 placas conmemorativas que existen en la ciudad hay más que homenajean a edificios (58 en total) de las que lo hacen con mujeres (40). 282 nombres de hombres copan el resto, en amplia mayoría. Si el 8-M las feministas reivindican desde las calles, la realidad sugiere que la paridad que se persigue ni siquiera ha arraigado en el mobiliario urbano que atraviesan.

Este periódico publicaba en 2019 un mapa que evidenciaba cómo las placas metálicas públicas se referían más veces a edificios o lugares emblemáticos que a mujeres. Seis años después, la situación no es muy distinta. Hace unas semanas, a finales de febrero, el área de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento inauguraba siete láminas en bronce colocadas en distintos bancos del parque del Retiro. Concretamente, en el Paseo de Colombia. Ponían en valor distintas figuras de la escena artística que habían hecho mella en la capital y nos dejaron en 2023. Pero la cantaora sevillana María Jiménez volvía a ser el único nombre femenino que se recordó.

Ese mismo año también perdieron la vida otras mujeres reconocidas del mundillo como Itziar CastroConcha Velasco, Daniela Costa, Mercedes López de Luzuriaga, Carmen Sevilla María Teresa Campos. “Esperemos que en el futuro haya más mujeres”, admitía Isabel Jiménez, hermana de la única artista nombrada, en el acto inaugural organizado por el consistorio. Acudieron más familiares o allegados de los hombres que imperaban. Más allá de las fronteras del Retiro, la situación del callejero público no dista demasiado.

En un mapeo trazado por la organización feminista Geochicas en 2020, Madrid fue una de las ciudades analizadas con más paridad en cuanto a nombres de figuras escogidas. Y sin embargo, la proporción seguía siendo irrisoria: solo una de cada 12 calles se llama como una mujer. Algo más de 700 de las alrededor de 9.000 que se ramifican por toda la urbe. El estudio se hizo a través de la herramienta OpenStreetMap y abarcó otros territorios españoles como Barcelona, Huesca o Girona (en todas, con un 84% hombres y 16% mujeres) o Gijón (78% frente al 22%, lo mismo que Madrid).

Brecha en el callejero o los espacios públicos

Fuera de nuestras fronteras se observó a Ciudad de México (88% a 12%), Buenos Aires (94% a 6%) o Brecia, en Italia (95% a 5%); pero los resultados cada vez eran más distantes entre sí. “Y eso es lo más curioso: si a lo largo de la historia las mujeres lo hemos tenido más difícil de base para ocupar determinados espacios, las pocas que lo hayan conseguido deberían estar mucho más reivindicadas. Pero no es así”. La reflexión es de Laura García, una arquitecta afincada en Ibiza que está especializada en el urbanismo con perspectiva de género o sostenibilidad.

Como ocurre en Madrid, en su ciudad también ve cómo en el callejero o los edificios públicos priman ellos incluso aunque el tiempo pase. “Está claro que faltan referencias de mujeres no solo por una cuestión de azar, sino porque las limitaciones culturales o sociales que teníamos para ir a la universidad o ejercer profesionalmente estaban ahí”. Y es que a fin de cuentas, reflexiona, de eso se trata precisamente cuando hablamos de los espacios públicos.

“Son lugares políticos: es el sitio donde se toman las decisiones que afectan al mundo en el que vivimos. Y no han sido creados para que las mujeres nos integremos en ellos. Si hay un sitio que te hace sentir incómoda, te acabas marchando”, añade la experta. La diferencia se remonta a un contexto histórico del que, con el paso del tiempo, algunas cosas permanecen.

Brecha entre los profesionales que deciden

Si a día de hoy no es tan raro encontrar mujeres que ejerzan profesionalmente desde la primera línea, la proporción continúa haciendo aguas. La maternidad sigue agudizando la precariedad y en las grandes cúpulas directivas continúan primando los hombres. Un escenario que, en última instancia, también incide en que las arquitectas jueguen un papel más modesto.

“Han pasado 10 años y todo sigue igual: seguimos luchando por ser más visibles en los concursos públicos, diriger escuelas de arquitectura, ser catedráticas en una profesión eminentemente masculina... Y tampoco hemos conseguido equilibrarnos en el nomenclator de los museos, los callejeros, las estatuas o en los nombres de las paradas del metro”, agrega al debate Ariadna Cantis, que forma parte del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM) y hace una década ideó un documental que reflexionaba sobre la condición femenina en el mundo de los edificios.

Brecha en el trasfondo social y político de lo urbano

Para Laura García, en cambio, la cuestión de fondo está más ligada a la política que a lo meramente profesional. Aunque reconoce que también influye, considera que aquellos lugares que históricamente han estado ligados a las mujeres tampoco han sido reivindicados a posteriori como el símbolo que son. Más allá de si ellas ocupan o no los espacios urbanos, está el cómo esos mismos sitios permanecen en la memoria según la función que cumplieron.

De hecho, hay un elemento de la calle que ha sido muy reivindicado por el urbanismo feminista. “Los lavaderos públicos eran esos rincones de socialización donde las mujeres se encontraban y charlaban entre ellas en las zonas urbanas”, recuerda García, que puntualiza que en terrenos más rurales eran los ríos naturales los que cumplían esta función. En las ciudades, en cambio, se trataba de una construcción pública. “Es un dato que pasa prácticamente desapercibido en el imaginario común, porque las raíces de esta diferencia son muy cortas”, resuelve.

Entiende que desde la política se estimula hoy más que ayer la representación femenina en el mobiliario urbano. Pero también cree que el efecto que consiguen sigue lejos de lo esperado y tampoco se le da “la importancia que merece”. En Madrid, mismamente, hace relativamente poco se incorporó una nueva cara de mujer al conocido paseo de las Estatuas del Retiro.

Juana I de Castilla, a quien posteriormente se le llamó Juana La Loca, fue representada por la artista Iría Groba Martín en una escultura tallada en piedra caliza que se adhirió a las que ya homenajeaban a figuras monárquicas en el espacio. En 2022 se unió a Urraca de León y Castilla y Berenguela de Castilla como las únicas tres mujeres entre un conjunto de 14 reyes y reinas.

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