Insulto racista a un futbolista adolescente del equipo que lucha por la integración en Lavapiés
“Contentos por ganar. Tristes por tener que pedir que se refleje en el acta un insulto racista”. Con este mensaje denunciaba en sus redes sociales el Club Deportivo Elemental Dragones de Lavapiés la situación que uno de sus futbolistas tuvo que soportar el pasado sábado. El adolescente de origen senegalés del equipo cadete fue increpado por un jugador del equipo rival, el CD Betis San Isidro B de Carabanchel, que se dirigió a él para decirle “apártate, puto negro”, según afirma el jugador agredido.
Es lo que asegura la presidenta de Dragones, Dolores Galindo, quien traslada a Somos Lavapiés su repulsa y cuenta cómo vivió desde las gradas lo sucedido en este partido de la Segunda cadete madrileña (categoría con jugadores entre 14 y 15 años): “Vi que nuestro jugador reaccionó con un empujón con las dos manos. Es un chico de comportamiento normalmente muy tranquilo, así que sabía que algo había pasado”. Al terminar el partido el joven comunicó a su entrenador, Carlos Rodrigo, el insulto que había recibido.
Rodrigo y Galindo le acompañaron para exponer la situación al árbitro y al cuerpo técnico del combinado rival antes de que se cerrara el acta: “La primera reacción de los entrenadores fue un me extraña, luego un no se sabe quién lo ha dicho... Nuestro jugador fue claro e indicó el dorsal del responsable. El árbitro insistió en que no lo había oído y no se le expulsó, pero finalmente constó en acta, lo cual nos parece importante”. En dicho documento figura que el rival se dirigió a él para decirle “negro”, aunque sin el agravante del calificativo “puto” delante, como sí mantienen que ocurrió desde Dragones después de hablar con el afectado.
Galindo evita rasgarse las vestiduras por el hecho de que el futbolista no fuera expulsado, ya que cree que en esas edades “se debe tener la ocasión de rectificar”. Eso sí, en su opinión habría que plantear un protocolo específico para casos como este, en los que el árbitro no actúa al manifestar que no ha captado los hechos: “Pedir disculpas debería ser un gesto que sale de uno mismo, pero si no es así podría plantearse que la norma obligue a hacerlo a quienes protagonizan actitudes como esta”. Aboga por “potenciar la educación específica en los clubes bases desde la Federación, para prevenir actitudes racistas y fomentar el respeto”.
Pablo García, gerente del CD Betis San Isidro, duda de la versión de Galindo ya que “lo que ocurrió realmente solo lo saben los dos jugadores”. Avanza en declaraciones a este diario que han abierto “una investigación interna”. No obstante, defiende “la labor social e integradora que llevamos a cabo en un club con 92 años de historia”. “Tenemos un protocolo antibullying y antiabuso. El 50% de nuestros chicos no son españoles y el 10% están becados porque no tienen recursos. También llevamos a cabo todo tipo de acciones para ayudar a los más necesitados en un contexto como el de Carabanchel. Nunca en nuestra trayectoria hemos tenido un acto de violencia de ningún tipo”, presume. Apunta que “independientemente de que pudiese o no suceder, está claro que en el acta aparece reflejado porque la presidenta y el entrenador persuaden al árbitro”.
Fútbol contra la discriminación (y a pesar de ella)
No es el primer episodio semejante que sufren miembros de Dragones. De hecho, Galindo puede comparar la situación vivida el sábado con otras agresiones verbales: “En el banquillo contrario nos empezaron comentando que los niños de 14 años se dicen de todo, pero insistimos en que un insulto racista es otra cosa, tiene implicaciones muy distintas y muy concretas. Cuando se dieron cuenta de nuestra profunda preocupación percibimos en ellos un poco de alarma, el sentimiento de que había pasado algo grave. Puede que no sea mucho, pero te parece un paso adelante cuando has visto tantas veces cómo el entorno se dedica a minimizar estas cosas”.
En el banquillo contrario empezaron a comentarnos que los niños de 14 años se dicen de todo, pero insistimos en que un insulto racista es otra cosa, tiene implicaciones muy distintas y muy concretas
Y el racismo tampoco ha sido la única forma de discriminación de la que ha sido víctima esta familia de Dragones. El pasado 9 de octubre Carlos Rodrigo, que padece una atrofia muscular espinal de tipo dos por la cual va en silla de ruedas, la sufrió en sus propias carnes. El entrenador de los cadetes pidió a varios estudiantes de un colegio privado abandonar el campo de la Chopera, en Retiro, ya que se había alcanzado la hora en la cual las instalaciones estaban reservadas para sus jugadores.
Ante la negativa del grupo de jóvenes a abandonar el terreno, Rodrigo se dirigió al centro del campo, donde recibió un balonazo. Después fue rodeado por estos individuos, que bromearon acerca de su condición física. Dragones emitió un comunicado denunciando los hechos en el que recordaba las más de 70.000 firmas que este técnico logró recoger para cumplir su sueño de entrenar. Hasta entonces, la Federación obligaba a superar una serie de pruebas físicas.
“Nuestro equipo está fundado en el valor de la diversidad. Somos diversos y estamos orgullosos y orgullosas de ello”, presume Galindo después de estos dos sucesos. “El viernes, un día antes de que el chico de nuestro cadete pasara este mal trago, tuvieron una charla en nuestra Escuela de Influencers con Omar el Pretinho, un exfutbolista, actor y experto en vídeos de redes sociales. En su instituto se metían con él por ser negro, así que se prometió ser mejor que quienes le insultaban. Es lo que le conté al jugador. Vamos a ser mejores que ellos”.
El propio club surgió como un proyecto vecinal que busca “la integración, la igualdad y el respeto a través del deporte”. Nació gracias al impulso de un grupo de madres y padres del barrio para que Lavapiés y Embajadores contaran con su propio club de fútbol. Uno creado desde una óptica que “se adaptara a las características de este entorno multicultural, que fuera participativo y abierto, que las familias sintieran como un espacio propio con una buena formación deportiva, fuera de la exacerbada competitividad tan común en el fútbol base que impera en nuestra ciudad y de los precios inasequibles para gran parte del vecindario”. Esta labor les valió en marzo un reconocimiento del Consejo Superior de Deportes.
En Dragones juegan chavalas y chavales de más de 50 nacionalidades diferentes, repartidas en 18 equipos de fútbol femenino, masculino y mixto (en algunas categorías base). También han apostado por el baloncesto y hasta tienen un equipo que emergió de la complicidad entre las familias con hijos o hijas en el club: Dragones Madres. Disponen de un solar cedido por el Ayuntamiento de Madrid en el número 18 de la calle Embajadores, aunque juegan y entrenan en diferentes instalaciones deportivas de la ciudad.
Es una entidad en la que vencer gusta pero perder no asusta, el resultado no es el objetivo principal. Galindo lo ilustra al hablar de una conversación que mantuvo con el adolescente que sufrió el insulto racista: “Habíamos ganado el partido con ventaja. Le pregunté qué sensación tenía, si estaba contento a pesar de todo. La respuesta fue negativa”. Mientras tanto futbolistas, familias, cuerpo técnico y dirigentes seguirán trabajando para cumplir esa máxima con la que arranca el himno del club: “Dragones de Lavapiés, que si otro mundo es posible, también otro balompié”.
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