Ser padres en Malasaña: ventajas, inconvenientes y recomendaciones
Desde hace un tiempo he empezado a ver muchas noticias acerca de la preocupación que está generando que cada vez son menos las familias con hijos que deciden vivir en la zona centro de grandes ciudades como Madrid. Si os soy sincera, hasta hace bien poco es algo que para mí pasaba totalmente desapercibido, pero cada vez tengo más amigos que se han convertido en padres y veo la complicación a la que se enfrentan cada día criando a sus hijos en barrios como Malasaña. Ya que sobre este tema poco puedo aportar debido a mi falta de experiencia, he decidido hablar con familias que tienen diferentes visiones sobre criar a sus hijos en la zona centro de la capital y esto es lo que me han contado:
Joan (36), padre de Claudia (4 años)
Joan (36), padre de Claudia (4 años)
Joan y su familia vivieron en Chamartín durante los dos primeros años de vida de Claudia y en la actualidad residen en Conde Duque. “Los fines de semana pasábamos el día entero en el centro, lo que terminaba siendo agotador. Ahora que vivimos en Conde Duque podemos ir a comer a casa, descansar un rato y después seguir disfrutando de la amplia oferta cultural y de actividades que ofrece el centro de Madrid. Resulta muy sencillo encontrar planes que se adapten a toda la familia; una de las grandes ventajas es la posibilidad de encadenar diferentes actividades en un mismo día sin la necesidad de utilizar el coche”. A pesar de que Joan ve grandes ventajas en vivir en un barrio como este, reconoce inconvenientes como el elevado precio de los alquileres, la suciedad de algunas calles y parques a primera hora de la mañana o el estado de los colegios, que son un poco antiguos y disponen de poco espacio. “El centro de Madrid debería regular también la situación de los pisos turísticos, que están echando a muchas familias de los barrios; además, faltan ludotecas públicas y más espacios donde los niños puedan jugar después del colegio o los fines de semana cuando hace frío y muy importante también es destacar la falta de baños con cambiadores”.
María (43), madre de dos niños de 1 y 8 años
María (43), madre de dos niños de 1 y 8 años
María vive con su familia en Malasaña. “Tenemos la gran ventaja de contar con cines, teatros, bibliotecas y parques cerca del barrio que podemos disfrutar de manera conjunta en nuestro tiempo de ocio; además, la población de Malasaña es muy heterogénea en cuanto a edad, países de procedencia o nivel socioeconómico y existe una convivencia muy cercana entre las familias. Pero no todo son ventajas y la contaminación, la inseguridad que han generado fenómenos como la gentrificación o el poco contacto con la naturaleza, son algunos de los peros que sufren los niños que se crían en barrios del centro de las grandes ciudades”. Algunas de las soluciones y cambios que María ve necesarios son la peatonalización, la ampliación de zonas verdes, el control de la vivienda turística y la regulación de los precios de los alquileres de esos locales que dan alma al barrio.
Joaquín (45), padre de dos niños de 11 y 13 años
Joaquín (45), padre de dos niños de 11 y 13 años
Joaquín vive con su familia en Malasaña, que considera un pequeño pueblo dentro de una gran ciudad de lunes a jueves. “Es un barrio multicultural que permite que mis hijos (que han vivido por motivos profesionales de sus padres en diferentes países) se sientan parte de un pequeño lugar y del mundo al mismo tiempo; es difícil de explicar, pero es esa sensación de arraigo y de pertenencia local y global en un mismo espacio”, asegura. “Además, el hecho de que puedan moverse en un entorno de gente y lugares conocidos, hace que nos sintamos más seguros cuando mi hija, que ya ha entrado en la adolescencia, regresa sola a casa”.
Cuando los hijos se van haciendo mayores, empiezas a fijarte en otras cosas. “Para los amigos de mis hijos vivimos en un barrio guay (eso de tener tiendas de cómics o librerías en el portal, mola), aunque los padres prefieren venir a buscarles y que no vuelvan solos a sus casas. Que Malasaña es un barrio inseguro, es un poco fama, un poco verdad”. ¿Y qué pasa cuando llega el fin de semana? “Pues que el barrio deja de ser barrio para convertirse en tierra de nadie y en un parque temático de borrachera incontrolada, pisos turísticos y de a ver quién grita más a las dos y media de la madrugada. Aunque la llegada de coches de la policía municipal a la plaza Dos de Mayo los fines de semana ha mejorado un poco la situación, la falta de regulación de los apartamentos vacacionales hace que se corra el riesgo de que la tierra de nadie se extienda los siete días de la semana, haciendo que nuestro entorno se vuelva ajeno para niños y adultos”. Para Joaquín, las bibliotecas municipales deberían abrir también los fines de semana. “Tenemos dos al lado de nuestra casa, pero es imposible que las puedan disfrutar por lo horarios que tienen en el colegio y el instituto. También deberían existir más opciones para que los adolescentes puedan practicar deporte en el barrio, ya que la piscina de San Antón está muy llena en los horarios en los que ellos podrían ir y en el gimnasio de Barceló hay pocas clases para ellos y las actividades en verano son muy limitadas y más enfocadas a niños más pequeños”.
Lupe (40), madre de una niña de 11 años
Lupe (40), madre de una niña de 11 años
Lupe vive con su familia en Malasaña. “Vamos andando al colegio y prácticamente a casi cualquier sitio al que diariamente tenemos que ir, incluyendo las actividades de las que disfrutamos de manera conjunta. Culturalmente es increíble el movimiento y la variedad que hay, gracias entre otras cosas, a las diferentes nacionalidades que conviven en el barrio. Aunque contamos con pocos espacios verdes y zonas de juego para niños, podemos ir andando al Retiro, al Templo de Debod o al Parque del Oeste para disfrutar de un poco de naturaleza, pero en invierno necesitaríamos también espacios cubiertos de libre acceso para que los más pequeños puedan hacer deporte”.
La limpieza (o más bien, la falta de ella), la presencia de tráfico o el escaso cuidado de algunos espacios comunes son algunas de las preocupaciones presentes en casi todos los vecinos. “La contaminación, aunque ha mejorado bastante con la peatonalización de algunas calles, con la reforma de la Gran Vía y las restricciones a los coches no residentes que no cumplen cero emisiones, sigue siendo uno de los grandes problemas: más espacios verdes, mejores cuidados, menos coches y más bicis podrían ser algunas de las posibles soluciones”.
Xiana Fumega (35) y Víctor Toller (32), padres de Alejandra (2 años)
Xiana Fumega (35) y Víctor Toller (32), padres de Alejandra (2 años)
Xiana y Víctor trabajan en Malasaña y en el año 2015 tomaron la decisión de mudarse al barrio vecino de Lavapiés: “Nos encanta que nuestra hija se esté criando en un ambiente tan abierto, multicultural y urbanita. Al vivir en el centro apenas utilizamos el transporte, ni público ni privado, y vamos a casi todas partes andando. Pero por otro lado sentimos que tenemos muy pocas opciones de colegios públicos, espacios lúdicos (abiertos y cerrados), zonas verdes y parques donde puedan jugar tranquilamente”. Y es que la tranquilidad de los barrios más periféricos es otro de los factores que los padres del centro más echan de menos pensando en la posibilidad de que en un futuro sus hijos puedan salir solos a la calle.
César (48), padre de una niña de 3 años
César (48), padre de una niña de 3 años
César trabaja en Malasaña y durante muchos años ha vivido en diferentes zonas de Madrid. En la actualidad reside con su familia en un pueblo al noroeste de la capital y reconoce que criar a su hija en el centro se les hacía mucho más complicado: “Nos resultaba difícil elegir guardería, un futuro colegio, nos preocupaba el grado de polución, el entorno y la sensación (no sé hasta qué punto real) de menor seguridad para ella, no tanto ahora que es pequeña, pero sí para cuando sea un poco más mayor”.
César ha podido darnos el punto de vista de quien vive en las afueras, donde ve grandes ventajas, como la calidad del aire, la facilidad de acceso a los servicios básicos, la cercanía con los vecinos y -si hay buena comunicación con Madrid centro- la poca dependencia del coche. “Si pienso en las futuras ventajas para mi hija, un pueblo pequeño puede darle una mayor autonomía: ir sola caminando al colegio, bajar a comprar el pan o ir a jugar con sus amigos en el parque... son cosas que en el centro imponen mucho más respeto”. Pero a pesar de todas estas ventajas, el mayor inconveniente que ve en su situación actual es criar a su hija en un lugar en el que no tienen raíces. “Cualquier día nos vamos de allí, comenzamos de nuevo en otra ubicación y privamos a nuestra hija de ese vínculo que para nosotros ha sido tan importante. Por ese lado me resulta algo artificial que posiblemente en Madrid centro no habríamos sentido tras haber vivido allí durante casi tres décadas”.
Para que la situación de las familias con hijos mejore en Madrid centro -en su opinión- serían necesarios cambios como un menor número de coches, regular la gentrificación y poder contar con más zonas verdes. Entonces, ¿qué es lo mejor? “Creo que al final uno intenta reproducir para los hijos un entorno similar en el que los padres se han criado, en mi caso, un pueblo pequeño es un entorno más parecido a una ciudad de provincias como en la que yo nací y me crié. De todas maneras, tengo amigos con hijos que viven en Madrid y no lo llevan mal, de hecho a veces hasta me dan envidia, tanto por ellos como por los niños; ellos también sienten envidia a veces de determinadas cosas que nosotros vivimos en nuestro día a día, pero no se puede tener todo. Quizás cuando la niña sea más grande nos planteemos volver al centro, o irnos a otro país, que el mundo es muy grande”.
Miguel (56), padre de Carmen (19 años)
Miguel (56), padre de Carmen (19 años)
Miguel trabaja en Malasaña y vive con su familia en el barrio de Chamberí. Aunque su hija ya supera la mayoría de edad, el centro le resulta el lugar perfecto para que ella pueda disfrutar de todas sus ventajas. “Puede ir andando a casi cualquier sitio, cada vez cuenta con más opciones de movilidad, además del metro y el autobús, hay una gran oferta de ocio cultural y gastronómico, además de tener entre nuestros vecinos una amplia variedad de nacionalidades, lo que sin duda ayuda a abrir la mente y no sentirnos el centro del universo”. Pero Miguel también es consciente de los precios de la zona. “Vivir en el centro de Madrid hace que todo se encarezca, también el ocio de la gente joven, lo que para ellos implica uno de los peros más grandes, además de encontrar casi todos los lugares a los que quieren ir los fines de semana muy masificados. Eso sí, pueden pasear tranquilamente por zonas peatonales como la calle Fuencarral o quedar en la Plaza Dos de Mayo y encontrar muchos planes a su alcance y de su gusto, como los bares, restaurantes, mercadillos o tiendas vintage, por poner algunos ejemplos”.
María (37) y José (37), padres de Amalia (4 meses)
María (37) y José (37), padres de Amalia (4 meses)
El caso de María y José me resultó muy interesante: ambos son gallegos, de A Coruña, y viven en el centro de Madrid. A finales del año 2018 nació su hija Amalia. “Cuando nos planteamos ser padres en Madrid, sabíamos las dificultades a las que nos íbamos a enfrentar, entre otras, que los dos pasamos por trabajo una media de once horas fuera de casa”. Tuvo lo que los médicos llaman un buen embarazo y hasta la semana 35 no le dieron la baja. “Tres semanas después llegó Amalia tras un parto muy complicado que terminó en cesárea. Cuando salí del hospital me dieron una medicación que debía tomar durante quince días con la prescripción médica de no coger peso durante el primer mes para que me cicatrizase bien la herida. A pesar de contar con mi pareja y la ayuda de mi madre, que vino de Galicia a pasar a nuestra casa los primeros días, me sentía débil, como un robot, y todo lo que tenía que hacer para cuidar de mi hija, por mínimo que fuese, se me hacía un mundo. Con la llegada de la Navidad nos fuimos a A Coruña, donde nos sentimos muy arropados por la familia y los amigos; en ese momento tomamos la decisión de que lo mejor sería que la baja la pasase en casa de mi madre con Amalia”.
A principios de enero a José se le terminó la baja de paternidad y tuvo que regresar a Madrid y reincorporarse a su trabajo. “Mucha gente me puede tildar de egoísta por separar a Amalia de su padre en las primeras semanas de vida o de inmadura por tener un bebé y no poder enfrentarme a su cuidado en Madrid, pero fue una decisión consensuada entre los dos y como bien me dijo una de las enfermeras que me atendió en el hospital, lo primero es que yo me sintiese bien para poder transmitir a mi hija lo mejor y sabíamos que en Madrid, que iba a pasar tantas horas en casa sola con Amalia, no podía dárselo, y la verdad, no nos arrepentimos para nada de la decisión”.
A María se le termina esta semana la baja por maternidad, aunque uniendo los permisos de lactancia y días de vacaciones no disfrutados del año pasado, se reincorporará a su trabajo a principios del mes de mayo. “Se nos ha pasado todo muy rápido, pero nos sentimos contentos de que Amalia haya podido disfrutar de las cosas que José y yo consideramos más importantes en nuestra vida como es la familia, nuestro entorno y la tranquilidad de disfrutar de una ciudad pequeña y con mar”. Durante toda la baja, José ha pasado en A Coruña los fines de semana con ellas. “Ahora nos toca enfrentarnos a las hostilidades de una ciudad como Madrid, como encontrar guardería, que está siendo toda una odisea. En nuestra ciudad contaríamos con la ayuda de los abuelos, pero sabemos que la baja de maternidad no es un estado eterno y ahora nos toca asumir nuestra realidad. Nos asustan temas como que la niña se ponga enferma,no poder llevarla a la guardería y no contar con la ayuda de nadie”.
Entonces, ¿cuáles son las grandes diferencias entre una ciudad grande y una pequeña? “Para nosotros, en una ciudad pequeña todo es mucho más fácil porque parece que el tiempo se estira y en cambio, poder hacer varias cosas en un mismo día en Madrid se complica enormemente. Muchas de las cosas que hemos podido hacer con Amalia durante estos meses serán más complicadas a partir de ahora y la verdad es que nos da mucha pena, aunque asumimos que por el momento tiene que ser así y encontraremos otras ventajas a vivir en Madrid, aunque debo confesar que seguramente cuando me reincorpore, ya estaré pensando en los días que faltan para poder volver a nuestra ciudad en verano, porque los padres siempre buscamos lo mejor para los hijos y para nosotros, sin duda, lo mejor lo tenemos en A Coruña”.
Preparar este artículo ha sido el descubrimiento de una realidad totalmente desconocida para mí y he llegado a la conclusión de que formar una familia en el centro de Madrid es de todo menos sencillo. A pesar de que tiene una serie de ventajas, confieso que le veo demasiados contras y entiendo que cada vez sean más las familias que decidan mudarse a barrios periféricos de la capital e incluso a otros municipios. Nunca he pensado en tener hijos, pero en el caso de que en algún momento tomase esa decisión, creo que formar una familia en una ciudad pequeña, te evita muchos de los problemas que han descrito algunos de estos testimonios, a los que agradezco enormemente que me hayan ayudado a entender un poco mejor la situación.
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