Prueba del Volvo C40 Recharge: el minimalismo en clave eléctrica
Con frecuencia se vincula el término minimalismo, en cuanto tendencia a expresar lo esencial eliminando lo superfluo, con toda clase de manifestaciones artísticas y también industriales provenientes de los países escandinavos. Suecia ocupa un lugar destacado en este fenómeno, y marcas de coches como Volvo lo han explotado con muy buenos resultados desde hace décadas.
La última creación de la firma de Gotemburgo, a la espera del revolucionario EX90, es el C40, un vehículo 100% eléctrico y con silueta de SUV cupé -la más de moda ahora mismo- que lleva hasta sus últimas consecuencias esa corriente minimalista procedente del norte de Europa.
Ya visto desde fuera, el coche atrae multitud de miradas sobre sus líneas refinadas pero muy sencillas, carentes de todo adorno o subrayado. La parrilla completamente cerrada y pintada en el color de la carrocería, así como lo agraciado de su firma lumínica, tanto delantera como trasera, son tal vez los otros focos de atención para viandantes y otros conductores, seguramente junto con el hecho de que se trata todavía de un modelo muy poco visto por la calle.
En el interior aún se ha llevado más al extremo la intención de eliminar todo lo que no es imprescindible, de modo que el conductor se encuentra ante sí con media docena de botones contados, más los -también pocos- que lleva el volante. Casi todas las funciones hay que manejarlas a través de la pantalla central de 9 pulgadas, lo cual no es siempre positivo.
Sí se agradece que el sistema de navegación emplee Google Maps, aplicación a la que está acostumbrada gran parte de la población, que resulta sencilla de utilizar y está siempre actualizada al estar conectada a internet. En cambio, la organización de los menús es poco intuitiva, no hay posibilidades de configuración y la inclusión del manejo del climatizador supone una fuente de distracción.
A diferencia de la moderna pantalla central, dispuesta en vertical, el cuadro de instrumentos, de 12“, no se distingue ni por lo vistoso de sus gráficos ni por las opciones de personalización. Lo único que permite es situar en el centro el mapa del navegador o el ordenador de viaje, que desaparece al cabo de un minuto, o bien dejar el espacio en blanco (en este caso, en negro).
El C40 es un modelo que mide 4,44 metros de longitud y cuyo rasgo exterior más característico es la pronunciada caída del techo en la parte final de la carrocería. En consecuencia, las plazas delanteras son amplias y cómodas en tanto que las traseras presentan algunas limitaciones, especialmente en lo tocante a la altura disponible, aunque una persona de hasta 1,80 metros puede acomodarse con cierta holgura detrás de otra de la misma estatura.
Como suele suceder en los coches eléctricos, las baterías situadas en el piso acortan la distancia entre este y el asiento, con lo que toca sentarse en una posición en que las rodillas quedan por encima de la cadera. Hay vehículos en que la incomodidad es aún mayor, de modo que el Volvo no destaca particularmente en esta cuestión; peor es, para un eventual quinto pasajero, lidiar con un túnel central de lo más voluminoso.
En cualquier caso, quien busque funcionalidad más que diseño no se interesará en un C40 teniendo a su disposición en la misma gama de Volvo un XC40, que sería su alter ego de carrocería SUV convencional y puede montar el mismo sistema de impulsión eléctrico.
Dicho esto, la capacidad de carga del C40 no está nada mal para un modelo de sus características de diseño, gracias a un maletero de 413 litros dotado de un espacioso doble fondo y a otro compartimento situado en el capó delantero que proporciona 31 litros adicionales y es ideal para llevar los cables de carga. El portón trasero es eléctrico en todas las versiones del modelo.
Una explosión de potencia
Hemos conducido el C40 en su variante equipada con dos motores eléctricos, uno por eje, que rinden conjuntamente nada menos que 408 caballos. Anotar aquí que acelera de 0 a 100 km/h en 4,7 segundos dice poco de la explosión de potencia que sentimos al pisar el acelerador a fondo mientras el registro de velocidad se dispara en el panel de instrumentos. No es la respuesta violenta de otros eléctricos muy potentes, pero sí resulta sin duda excitante a la par que seguro, pues los adelantamientos se solventan en un abrir y cerrar de ojos.
Fuera de estos momentos de exigencia, el coche se desenvuelve con gran suavidad y finura, así como con cifras de consumo que no difieren mucho de las oficiales. El promedio que hemos obtenido se sitúa en los alrededores de 20 kWh/100 km, y circulando en autovía a velocidad legal no suele pasar de los 23, algo más si encontramos muchos repechos. La batería de 78 kWh (74 útiles) tiene una autonomía homologada de 447 kilómetros. Según nuestra experiencia, permite recorrer -siendo muy cuidadoso- unos 400 km si nos movemos sobre todo por ciudad y alrededores, y unos 300 km en un viaje por vías rápidas.
Volviendo al minimalismo, el C40 se significa por carecer de varias herramientas, habituales en los vehículos eléctricos, que podrían contribuir a su eficiencia. Por ejemplo, el selector del cambio automático no cuenta con una posición B para regular la frenada regenerativa, ni disponemos de levas que cumplan idéntica función. No existen tampoco modos de conducción. Sin embargo, habrá usuarios que quizá prefieran la simplicidad de ponerse al volante, iniciar la marcha y no preocuparse de nada más.
Sí es posible elegir la conducción con un solo pedal, que sí es efectiva (y mucho) en términos de retención y de recarga para la batería, pero tiene el inconveniente de que para ello debemos navegar en los menús de la pantalla central. No se ha dispuesto un botón para activarla directamente, así que mejor no intentar hacerlo mientras conducimos.
Lo mismo cabe decir, por ejemplo, del sistema de mantenimiento en el carril. Para acceder a él hay que recurrir de nuevo a la pantalla, pero al menos, una vez lo hemos puesto o quitado, así permanece, sin necesidad de repetir la acción una y otra vez cada vez que montamos en el coche.
Además de la versión Recharge Twin (por sus dos motores) que ha pasado por nuestras manos, Volvo ofrece una variante Single del C40 con un solo motor eléctrico de 231 CV, parecidas cifras de autonomía y un desembolso sensiblemente inferior. Esta parte de 47.143 euros en el acabado Core, no disponible en los Twin, que cuestan 55.409 euros en el denominado Plus y 58.837 en el Ultimate. Los Single salen por 5.890 euros menos en estas dos últimas terminaciones.
La versión Ultimate que hemos probado días atrás se distingue en el interior por un completo recubrimiento -alfombrillas incluidas- en moqueta de color azul Fjord Blue. También son vistosas las inserciones decorativas del salpicadero y las puertas, que se ven negras de día y blancas de noche gracias a la retroiluminación de que disponen.