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La residencia de mayores murciana que se adelantó al coronavirus: “Confinarnos ha sido la mejor decisión”

Un grupo de trabajadoras en el turno de comedor

Erena Calvo

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Lo hicieron voluntariamente, y para proteger a sus mayores, “los más vulnerables al coronavirus”. Una treintena de trabajadores del Residencial Vipsuites, en el barrio de San Basilio de la capital murciana, se adelantaron al confinamiento y tres días antes de que se decretase el estado de alarma decidieron encerrarse totalmente con los ancianos a los que asisten a diario en esta residencia de la Fundación Arais.

Era 13 de marzo. Los trabajadores, que atienden a personas mayores o con discapacidad, se blindaron en este centro murciano para evitar el posible contagio de los residentes por la epidemia de COVID-19. De sus 65 empleados, 32 quedaron aislados del exterior. Del resto de la plantilla, una parte permanece en sus hogares en cuarentena como retén para entrar a relevar a los trabajadores encerrados que vayan necesitando descanso.

También tomaron ventaja en la restricción de visitas. “Hace más de 20 días se pidió a los familiares que solo viniera una persona y una sola vez al día, sin niños... y aunque costó que lo entendiesen al principio”, la medida resultó ser eficaz.

“El virus se está llevando a mucha gente mayor por delante”, cuenta a eldiario.es Región de Murcia Antonio Martín, manager general y director financiero, que explica que para los trabajadores se han habilitado algunos apartamentos que quedaban libres además de alguna sala que se ha convertido en un albergue improvisado. En cuanto todo estuvo dispuesto, los trabajadores hicieron su hatillo y se instalaron en la residencia. “Cuando empezamos con el encierro, grabamos un vídeo todos juntos para las familias”, cuenta Antonio con una sonrisa de orgullo por su equipo. “No teníamos intención de hacernos famosos, solo de detener el avance del coronavirus, pero el vídeo se ha hecho viral”.

“Cuando empezó la crisis en China ya lo vimos con cierta expectación y cuando saltó a Italia, nuestra gerente, Patricia Simón, se preocupó y vio que en una semana estaba aquí”. Justo entonces hicieron una previsión y pidieron “lo que ahora mismo nadie tiene”: mascarillas de distintos tipos, gel hidroalcohólico, guantes y víveres no perecederos para un mes, como legumbres, arroz, harina, leche o congelados.

Murcia, por el momento, es una de las Comunidades con menor incidencia de casos positivos y muertos por el virus. En las residencias de la Región (casi un centenar entre públicas y privadas) se han contabilizado 52 residentes infectados y un fallecido. Unas cifras que contrastan con las del conjunto de España, donde más de un centenar de ancianos han perdido la vida en residencias y la Fiscalía investiga el hallazgo de ancianos muertos en alguno de estos centros durante las tareas de desinfección que se han llevado a cabo por el Ejército.

Martín pide “al Gobierno, al Papa o a quien sea” que mande ya test rápidos a las residencias de ancianos. Para que cuando tengan que hacer algún relevo “podamos hacerlo con garantías”. Sus trabajadores, también los que están fuera en sus casas, han mantenido sus puestos de trabajo. “No hemos despedido a nadie”. Y medio en serio medio en broma pide a las empresas de Murcia que les donen “lo que sea, aunque sea cubitos de hielo”.

Belén Baraza se emociona durante la entrevista. Aunque estamos lejos, en una videoconferencia, los sentimientos traspasan la pantalla. Es una de las supervisoras de las auxiliares. Su hijo mayor -tiene dos, 9 y 14 años- cumple 15 este lunes y le verá soplar las velas desde su encierro. A pesar de todo, no se arrepiente de su decisión. “Les echo mucho de menos pero confinarnos ha sido la mejor decisión”, cuenta convencida. “Me anima muchísimo ver contentos a los residentes, sus sonrisas de agradecimiento” y bromea: “Además, ahora estamos muy cerquita del trabajo, podemos levantarnos más tarde y dormir más”.

Son médicos, enfermeras, auxiliares, fisioterapeutas, limpiadoras, cocineras y animadores socioculturales.

“Intentamos llevarlo con la mayor normalidad posible para que no noten mucho los cambios”, y en su tiempo libre van al gimnasio, hacen aerobic, charlan, o quedan para organizar sesiones de peluquería, relata Belén, que lleva cuatro años en su puesto de trabajo y dice de sus compañeros que son una pequeña gran familia. “Mucho más, estos días”. Los turnos son de ocho horas, hacen tres al día para tener cubiertas las 24 horas. “Como siempre”.

“Son 30 y están haciendo el trabajo de 60 personas, con turnos muy intensos y sin perder la alegría ni dejar de hacer sus bromas”. Da fe agradecida Victoria Rodríguez. No es una residente al uso. Ella está en el residencial acompañando a su marido, en su apartamento, que es dependiente y no cree que haya en toda Murcia “ningún otro espacio donde pueda recibir todas las atenciones que él necesita”. Y a pesar de que es una persona “de alto riesgo”, asegura sentirse “muy segura” porque “han gestionado muy bien la situación”.

Victoria, que tiene siete nietos a los que añora “muchísimo” y ve todos los días a través de videollamadas, reconoce que en un principio se sintió asustada “con toda esta historia del coronavirus; nunca pensé que viviría algo así”.

Entra en la sala donde ha quedado parte del equipo para entrevistarse con este periódico Antonio Rodríguez, uno de los cocineros de la residencia y que fuera de los fogones -y a falta de sacerdote en el confinamiento- reúne a diario a los residentes para rezar el rosario. “Lo hago en mi tiempo libre y cada vez se une más gente”. En este encierro, dice, “todos hacemos de todo; los jefes son los primeros que colaboran, descargar cuando hace falta, incluso fregar (se ríe mientras lo dice)...”.

De momento los ánimos “van bien”. “Al final aquí estamos en una especie de burbuja y bastante desconectados de fuera”.

Las compras de productos frescos se hacen una vez a la semana. “Tendrías que vernos, es un espectáculo”. Se refiere a las precauciones que tienen que tomar cada vez que entra algún producto, del tipo que sea, a la residencia. “Salimos a por los pedidos casi que con escafandra y el protocolo de desinfección es muy estricto”, añade Antonio Martín.

Sobre la situación que se vive en otras residencias de mayores del país, Martín reconoce que lo que han hecho ellos “no es fácil; nosotros contamos con apartamentos, unas zonas comunes de lujo, y el equipo se encerró de forma voluntaria, no se puede obligar a ningún trabajador a hacer lo que ellos han hecho”. Pero aun así, sí que considera que en colectivos tan vulnerables al virus “se tendría que haber hecho algún tipo de previsión, nosotros la hicimos”. Y por el momento han conseguido mantenerse a salvo.

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