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Flor Goldstein (escritora y música): “El arte callejero es cultura”

Flor Goldstein

José Miguel Vilar-Bou

Murcia —

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Tras muchos años como saxofonista profesional, Flor Goldstein, argentina afincada en Madrid, se lanzó a un modo por completo nuevo de vivir la música: tocar en la calle. Esta experiencia transformó su vida. Resultado de sus vivencias en varios países, ganándose al público en un territorio tan duro como las aceras, es `Instantáneas callejeras (Libros del Zorzal). En él recoge con notable sensibilidad una colección de anécdotas personales que transitan entre el relato, la memoria, la poesía y la reflexión; entre lo profundo y lo divertido.

Flor presentará `Instantáneas callejeras´ el martes 17 de julio a las 19.30 en la librería Colette de Murcia (Cánovas del Castillo, 17). Por supuesto, no faltará la música en directo. En esta entrevista nos habla sobre los secretos del arte callejero, y también sobre sus dificultades.

¿Cómo empezaste a tocar en la calle?

Llevo unos cuatro años, lo cual es poco comparado con los veinte que hace que me dedico profesionalmente a la música. Comencé a raíz de una crisis personal, un período muy difícil, también en lo económico. Por varios motivos, todo lo que tenía armado en mi vida se rompió y de pronto me vi sin opciones, paralizada por la sensación de no tener nada a lo cual aferrarme. En medio de la desesperación, miré mi instrumento y me di cuenta de que ese `nada´ no era real: Tenía mi saxofón, mi música y mis muchos años de aprendizaje y experiencia, y me di cuenta de que lo único que podía hacer era salir al mundo a ofrecer aquello que sí tenía.

¿Y la idea de hacer el libro?

Desde el primer día, la calle fue una sorpresa y una especie de enamoramiento para mí. Lo que descubrí que podía suceder en esa interacción entre mi presencia en ella y el mundo fue tan sorprendente, tan rico y tan interesante que tuve que ponerme a escribir. Estaba sola, y las vivencias y emociones que no tenía con quién comentar me desbordaban, así que compartir estas experiencias se volvió vital para mí. Comencé publicando mis relatos a través de las redes y en un blog bajo el nombre de `Instantáneas callejeras´, y me sorprendió el interés que suscitaban. Me fueron llegando comentarios del tipo “¡Esto tiene que ser un libro!” y fue así que nació la idea de publicar. Realmente vino de los lectores y lectoras de mis Instantáneas.

Hay muy pocos libros en español sobre arte callejero, pero poco a poco empiezan a aparecer.

Cuando comencé a tocar en la calle me puse a buscar literatura al respecto y me sorprendió no encontrar casi nada. Creo que es un tema fascinante y poco explorado. Por eso mi idea al escribir fue esa: Acercar a la gente a esa experiencia tan particular, permitirles espiar por un rato lo que se vive desde adentro cuando se sale con un instrumento a la calle.

¿Qué te da la calle que no encuentras en un escenario?

La calle es el más directo y democrático de los escenarios, en ella llegas a personas que jamás te hubieran ido a escuchar a una sala de conciertos. La calle es absolutamente imprevisible, es espontánea, es abierta. Todo esto es maravilloso y también terrible, ya que allí estás expuesta a la indiferencia más absoluta, incluso al rechazo. Requiere un trabajo extra de autoafirmación y, al menos en mi caso, un constante recordatorio de por qué hago lo que hago. Esto ha significado para mí un enorme crecimiento tanto en lo personal como en lo musical: La calle me obligó a buscar nuevos recursos.

¿Es adictivo tocar en la calle?

Cada persona lo vive a su forma. Para mí sí que lo es. Tocar en la calle me produce una satisfacción que no se da en otros ámbitos. Me siento plena repartiendo mi vida musical entre la calle y los escenarios: Ambas experiencias me aportan. Al menos en este momento, no me imagino mi vida sin la calle.

¿Cuáles son los principales problemas a que te enfrentas en tus actuaciones?

Existen problemas que tienen que ver con los límites del orden público. Una se expone en la calle sabiendo que lo normal es transitarla educadamente, y no sacar un instrumento y ponerse a tocar. De algún modo estás tomando un espacio que es de todos, y eso implica que lo que haces pueda chocar con algunas personas. Puede haber problemas con la policía, vecinos, mendigos, vendedores, otros músicos. Es una actividad que en muchos casos no está regulada, y eso implica que hay que autorregularse y ponerse de acuerdo con los demás. Luego existen los problemas lógicos de realizar una actividad al aire libre, el clima sobre todo. Y también existen los problemas personales: vencer la timidez, el temor a lo impredecible, la inseguridad económica ya que nunca se sabe cómo te va a ir, cuánto vas a sacar…

¿Cuáles son las mayores recompensas del músico callejero?

La satisfacción de ver que lo que haces llega a conmover a alguien que ni siquiera imaginaba encontrarte. Que alguien te diga “Me alegraste el día”, tiene un significado que yo relaciono con el sentido más esencial y primario de hacer música. Como mujer, hay una recompensa extra que tiene que ver con ocupar un espacio de acción y visibilidad en lo público. Esto para mi conlleva un aprendizaje de empoderamiento.

Me imagino que constantemente te sucederán cosas curiosas. ¿Hay alguna que recuerdes especialmente?

Hace un par de días, tocando en el rastro de Madrid con mi grupo callejero Atacapaca: Una mujer que rondaba los 70 años se lanzó a bailar al ritmo de la música. En medio del tema, uno de sus tacones se rompió y ella se sacó los zapatos para seguir bailando descalza. Entre el público, un pequeñín que apenas sabía caminar decidió sumarse: se descalzó y caminó tambaleando hasta el centro del corro donde la mujer seguía su danza. Así estuvieron toda la canción bailando descalzos en plena calle.

Algunos confunden arte callejero con mendicidad. ¿Crees que está suficientemente valorado?

Yo encuentro de todo en la calle: gente que aprecia mucho, gente que desprecia y gente que te dice: “Qué pena que tengas que tocar aquí”, sin saber lo muy afortunada que me siento. Creo que es cultural y que depende de cada ciudad. Me parece importante remarcar que el arte en las calles es cultura, que los artistas callejeros cumplimos una función, que enriquecemos la ciudad. Hay que generar conciencia al respecto.

Esto te lo habrán preguntado un millón de veces: ¿Se puede vivir de tocar en la calle?

Se puede vivir, o sobrevivir, depende, pero hay que tener un buen proyecto. Esto es muy dificil de definir: Algunas cosas funcionan mejor que otras dependiendo del sitio, del horario, del público. No es lo mismo tocar sola, a dúo, o con un grupo de doce integrantes. En mi caso tengo estas tres experiencias, cada una con sus particularidades. Y es fundamental tener discos para vender.

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