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Antonio Ortuño: “A muchos la literatura se los llevó entre sus llantas”

Antonio Ortuño

José Miguel Vilar-Bou

Murcia —

El escritor mexicano Antonio Ortuño (Guadalajara, 1976) ganó el V Premio Ribera del Duero con la colección de relatos “La vaga ambición”. Páginas de Espuma publica ahora estos cuentos que ahondan, a menudo con humor pero sobre todo con desnudez, en las miserias de la vida y la escritura. En esta entrevista, Ortuño habla de la literatura como forma de duelo, y también de resistencia: “Hay una suerte de épica en entregarle tu vida a algo que sabes que muy difícilmente va a tener retribución. Es lo más parecido a un vicio”. El autor presentó “La vaga ambición” en la librería Educania.

En tus cuentos le quitas al mundo de la literatura cualquier atisbo de glamur.

No es que yo se lo quite, es que otros se lo ponen. No lo tiene por ningún lado. O lo tiene en un porcentaje tan pequeño que casi no se puede expresar en números. La vida de la gente dedicada a la literatura en general es una vida frustrante. Mucha de la gente que escribe ni siquiera pasa del primer círculo de lectores. No los lee ni su pareja. La mayor parte de lo que se escribe se queda en correos que se mandan a amigos y que estos ni miran. Incluso hay gente tan tímida o vulnerable que jamás muestra lo que escribe. Yo sé de gente que escribe y luego lo destruye. Y de textos que sus autores guardan durante veinte años porque se niegan a sacarlos a la luz. Luego están la búsqueda de un editor, los trabajos asociados a la supervivencia del escritor, como dar talleres, las giras literarias por centros culturales de provincias muchas veces ante auditorios vacíos o desinteresados. Al escritor de gira, en general, sólo se le acercan loquitos que le dan sus manuscritos, por los que tú no puedes hacer nada. Deberían perseguir a los editores. Ante estas medidas un poco desesperadas, entiendes que todavía peor que tu propia situación es la de estos escritores que se sienten encerrados, metidos en una ratonera de la que no se sale nunca. Me interesaba escribir sobre esta parte, aunque allí no es donde ocurre la literatura. La literatura ocurre entre la hoja impresa y quien la lee.

Algunas de las anécdotas del escritor en gira que relatas en “La vaga ambición” rozan lo delirante.

Desde luego que el libro está completamente nutrido con mis experiencias personales. Yo además soy un coleccionador de ese tipo de disparates. En el mundo del escritor a veces te pasan cosas de verdad hilarantes, casi grotescas. Podría haberme quedado en eso, y habría sido un libro muy divertido, pero no el que yo quería. Me interesaba también mostrar cómo la creación se enfrenta a las pérdidas personales, al naufragio vital.

En ese sentido, dedicas el libro a la memoria de tu madre. Su presencia impregna los cuentos.

Yo tenía desde hacía dos años ideado el libro. Pensaba escribirlo en un verano, en unos meses. Entonces la muerte de mi madre detuvo el proyecto, pero luego lo hizo cambiar porque me pareció que, escribiendo estos relatos, yo podía a la vez llevar el luto y encontrar un cauce literario para transformar esa experiencia en escritura, que es algo importante para mí.

¿La ironía es un analgésico contra la realidad?

Yo creo que es algo más parecido al astigmatismo: Ves el mundo de una cierta manera y por lo tanto tu lenguaje y las cosas en que te fijas son otras. Cuando viajo termino siempre regañado por mi mujer porque todos los retratos que hago son de letreros absurdos, de vírgenes feas, de gente que hace cosas rarísimas… Esas son las cosas que me llaman la atención. Retrato eso antes que una catedral gótica. Luego regreso con esa colección de ‘freaks’ a casa. También me gusta fisgar en las conversaciones de la gente. Las cosas extrañas y divertidas que se dicen en el tren. Pero, a la vez, y este sería el lado B de la respuesta, el humor tampoco es una herramienta universal. No resuelve todo lo que yo quiero que se resuelva en un texto. No expresa todo lo que yo quiero expresar. Por eso busco otros tonos también.

En un momento del libro, se dice que escribir es la vaga ambición de guerrear contra mil enemigos y salir vivo.

La literatura se parece mucho a esa carrera de resistencia y de obstáculos. No sólo depende del talento, la erudición, la sutileza que tengas. Todas esas características desde luego ayudan a un escritor, pero hay autores que siendo geniales no han logrado escribir más que un par de libros, ni sobrevivir de la literatura. Su obra es tan grande que perduró, pero ellos no perduraron. Se los llevó la literatura entre sus llantas. Hay una suerte de épica en la escritura. En entregarle tu vida a algo que sabes que muy difícilmente va a tener retribución. Es algo muy parecido a un vicio. Yo estoy fatalmente ligado a la escritura. No estaría cómodo en el mundo sin escribir. Ese aferramiento, como decimos en México, es algo que me gusta. Para escribir necesitas ser un necio, un tozudo, un aferrado. Sin inteligencia, lecturas y reflexión no vas a ser buen escritor, claro. Pero todos esos elementos tampoco bastan. Hay un momento en que tienes que pelear.

¿Qué resquicios le quedan al autor que quiere hacer oír su voz propia en un océano de entretenimiento de consumo?

Queda la tradición literaria, que nunca ha sido mayoritaria. Hay una idealización de la literatura del XIX que choca con la realidad de que no había educación universal y las personas eran analfabetas. Se educaban los ricos, que aprendían a contar y a leer por propósitos comerciales, eclesiásticos, militares. Pero las clases trabajadoras estaban repletas de analfabetos absolutos, hasta que se fue expandiendo la educación universal. Desde luego las novelas eran el entretenimiento de la época, pero era mucha más la gente que no leía. Lo que me parece interesante es esa pequeña tradicion de la autoría individual que se ha ido abriendo paso entre grupos minoritarios, pero a la vez influyentes. Porque los lectores tienen unas capacidades que en general los no lectores no tienen. De las filas de lectores han salido los científicos, los pensadores y buena parte de los estadistas -para bien o para mal- del mundo. Churchill no hubiera escrito esos discursos que encendían a la gente si no hubiera sido un lector devoto. Es difícil llegar a ser una figura de calado en una sociedad sin ser un lector.

¿Aun en un mundo de futbolistas millonarios y famosos televisivos?

Sí, se enriquecen los deportistas, que en su inmensa mayoría no leen nada. O las figuras del cotilleo, como dicen en España. Del chisme. Pero estos no gobiernan, sino que son entretenimiento, figurantes. De momento no puede decirse que sean una suerte de poder dentro de la sociedad. En todo caso, mucho de la cortedad de miras y la mediocridad de los políticos actuales tiene que ver con su poca educación y con el hecho de que no son lectores.

En “Quinta temporada” haces un humorístico trasunto de “Juego de tronos”. Alguna vez has dicho que el cine es “fatalmente colectivo” y que la escritura solitaria casa más con tu talante.

A mí esto de las series de televisión como la ficción contemporánea más relevante me fascina, porque no es el producto de un autor individual, sino de maquinarias industriales perfectamente calculadas. Series que en inicio tenían una fuerte presencia autoral, como “Los Soprano” o “The Wire”, comienzan a ser sustituidas por otras que buscan el mismo efecto, pero con los cálculos de un productor, con equipos cada vez más grandes que hacen tareas cada vez más pequeñas y en donde la ficción está a merced de los resultados de audiencia. Es cierto que hay toda una tradición de escritores que han participado en la producción industrial de entretenimiento en Hollywood, como Faulkner o, en la actualidad, gente como Diablo Cody. Pero a mí no me deja de dar risa que haya escritores que se dicen influenciados por las series de televisión, porque tratar de reproducir dentro de la tradición de la escritura individual algo que es un producto industrial y colectivo es como el niño que con sus muñequitos juega a reproducir la película que ve en el cine.

En el relato “La Batalla de Hastings” el narrador declara que escribir es mentir. ¿Es la escritura una manera de ordenar la realidad?

Para todo el mundo es importante contar historias porque somos historias. La mayor parte de patologías mentales tienen que ver con la pérdida de la capacidad de contarte a ti mismo como una historia coherente. Dejas de ser tú. Entonces crear ficción es crear sentido, pero también es mentir. Porque mentir no es sólo contar hechos falsos, sino reordenarlos, hacer que el tiempo corra distinto para que sea más expresivo.

En 2010 fuiste el único mexicano incluido en la lista de la revista Granta de los mejores escritores jóvenes en español. ¿Qué supuso para ti, visto desde hoy?Granta

Ocurrió en un momento en que yo me había peleado con un editor, estaba un poco como volando, con una novela a medio escribir… Esta suerte de momentos en que sientes que estás extraviado, que no tienes mucha claridad de hacia dónde dirigirte. Así que para mí fue un espaldarazo importante. Aunque tampoco es que me haya resuelto la vida. Antes esa era la referencia. Luego he hecho otras cosas.

¿Qué te parecen este tipo de listas? Siempre levantan ampollas.

No soy un enemigo feroz de los listados, supongo que porque he salido en ellos. Me parecen bien. Los escritores necesitan esos pequeños espaldarazos. Pero sabemos que la literatura está llena de envidias, mezquindades, trampas, cuchilladas por la espalda, competencia sana y competencia absolutamente delirante e insana. Y la gente, insisto, es vulnerable al escribir. Esto de que escribir empodera… -que por cierto me parece una de las palabras más feas de reciente cuño- a mí me parece que no. La escritura abre flancos de fragilidad. La mayor parte de la gente que conozco, cuando escribe, no se siente fuerte sino todo lo contrario. Involucra sus emociones en ello y no le resulta sencillo tragar una mala reseña porque se pregunta qué demonios leyeron en un libro en el que uno empeñó tiempo y esfuerzo… Te insubordina. El asunto de las listas es algo de industria editorial. Es hacer que a un público que está mirando a otro lado le hagas volverse diciéndole: “¡Mira, aquí está este grupo de escritores!”. Es un poco como los sabores del verano: Están estos diez, elige el que más te guste.

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