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Marta Peirano, escritora y periodista: “Internet está cada vez en menos manos y esos ojos lo ven todo”

La periodista Marta Peirano

José Miguel Vilar-Bou

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Internet, la mayor infraestructura que ha visto la humanidad, está cada vez en menos manos y más poderosas. La sociedad está indefensa frente a la vigilancia, la pérdida de privacidad y la manipulación informativa. Así describe la periodista Marta Peirano el panorama actual en 'El enemigo conoce el sistema' (Debate), un documentadísimo ensayo que relata cómo el sueño de libertad de Internet amenaza con convertirse en pesadilla del control y la desinformación. Respecto a las redes sociales afirma: “No nos van a servir para hacer frente al poder. Las herramientas del poder nunca sirven para desmantelarlo”.

Una lectura clarificadora para tiempos complejos y de incertidumbre, con el trasfondo amenazante de una crisis climática global. Para quien dude, no es ciencia ficción: Marta Peirano describe al detalle casos reales entre los que la campaña de manipulación rusa que contribuyó a la victoria de Trump en 2016 destaca pavorosamente.

Peirano presenta el ensayo el miércoles a las 20.00h en la Biblioteca Josefina Soria El Luzzy dentro del programa Cartagena Piensa.

Tendemos a creer que en Internet nos vigilan personas, pero lo hacen mayoritariamente algoritmos supereficientes. Como dices en tu libro, “pobre Stasi”.

Esa es una distinción muy importante porque, cuando la gente dice: “¿A mí por qué me van a vigilar, si no soy nadie ni he hecho nada?”, están pensando en que pueda haber una persona viendo lo que hacen. Pero es que no son personas: son algoritmos, y les da lo mismo vigilarte a ti que a 50 millones. No les importa quién seas. Solo quieren tu información, porque tiene valor: Tus intereses, miedos, particularidades, vulnerabilidades, asociaciones personales se usan para persuadirte de cosas. Para manipularte.

Describes las tácticas de manipulación de Goebbels en la Alemania de los años 30, que tuvieron un impacto brutal en una sociedad no preparada para afrontarlas. Hoy, ¿volvemos a estar indefensos frente a una nueva generación de métodos mucho más sutiles y sofisticados?

Esos métodos de propaganda, con la radio y después la televisión, consistentes en bombardear a la población una y otra vez, no dejaban de ser una herramienta limitada, porque el mensaje era el mismo para todo el mundo. Ahora los políticos pueden enviar cientos de miles de mensajes distintos a pequeños segmentos de población, hablarle al oído a cada ciudadano diciéndole lo que ya saben que quiere oír, porque previamente se han extraído sus datos, se le vigila. Y esos mensajes, que pueden ser noticias falsas, imágenes manipuladas o descontextualizadas, llegan a tu móvil, que todavía consideramos, equivocadamente, un espacio de intimidad. Y creemos que hay una sola campaña, cuando en realidad hay miles para un solo candidato, muchas de ellas contradictorias.

Así sucedió en las elecciones que llevaron a Trump a la Casa Blanca en 2016. Describes situaciones verdaderamente esperpénticas producto directo de la intervención rusa mediante bots y perfiles falsos de Facebook que arrastraron incluso multitudes a la calle.

He hecho un esfuerzo consciente por no tratar temas de España, porque dando conferencias he notado que cuando sacas asuntos como el de Cataluña, por ejemplo, la gente pierde su capacidad de escuchar de manera fría. Se les nubla el sentido y ya no entienden nada. Uno de los ejemplos que utilizo es la campaña de EEUU. El Senado sospechó que ésta había sido manipulada por Rusia. Se pidieron tres informes oficiales a tres instituciones especializadas distintas y por ellos sabemos que este tipo de manipulación, consistente en segmentar la población en grupos para contarles historias distintas, es una práctica común.

Hemos cedido nuestra preciada intimidad graciosamente. Ni siquiera ha sido necesario el uso de la fuerza, como sucedió en sociedades del pasado.

Más que graciosamente, lo hemos hecho a cambio de servicios y sin entender qué grado de intimidad cedíamos por esos servicios. Esta idea de que tu rastro queda disuelto en la marea inmensa de datos de Internet y que nunca te va a afectar, que eres anónimo en la multitud, ha quedado obsoleta: No eres anónimo en ningún caso. Luego, por ejemplo, gracias a la geolocalización, estamos localizados al milímetro. Tu operadora de telefonía sabe dónde estás, a quién tienes alrededor, con quién vives, trabajas o tienes un affaire en la oficina… porque llevas tu móvil a todos lados.

Algunas de las amenazas que describes son potenciales, futuras, casi invisibles todavía.

Son invisibles, pero no futuras. Ahora mismo la amenaza más urgente es la combinación de algoritmos de reconocimiento facial con algoritmos de inteligencia artificial capaces de procesar esa información y juntarla con big data. Puedes cambiar de password, o de vivienda, pero no puedes cambiar de cara. Eso hace que, por ejemplo, ahora mismo los policías chinos vayan por la calle con una cámara en el cuerpo y, cuando se cruzan con un grupo de personas, antes de acercarse, ya las tienen identificadas y su historial a disposición. Un historial que, además, suele ser sesgado: Está condicionado por tu clase social, el color de tu piel… China lleva a cabo una persecución del colectivo de uigures [musulmanes chinos] en este momento.

Ha puesto en marcha un sistema de supervigilancia. Esos ojos te vigilan, identifican y cuentan una historia sobre ti, y tú ni siquiera sabes dónde están. ¿Qué consecuencias tiene tu información en manos de una empresa de recursos humanos? Irás a una entrevista y ni siquiera mirarán tu currículum: el algoritmo hará el trabajo por ellos y dirá si eres idóneo. O las grandes universidades, que no quieren tener a cualquier estudiante, decidirán así si eres apropiado para entrar. Los algoritmos determinarán cuánto vas a pagar por tu seguro, o si tienes derecho a un pulmón. Evaluarán tu historial médico, de consumos, si eres deportista, tus antecedentes familiares… Todo esa información se conjura en tu contra.

¿Somos conscientes de lo desamparados que estamos ante la vigilancia?

Creo que no, un poco de la misma manera que pasa con el tabaco: Hace décadas que sabemos que fumar provoca cáncer. Sin embargo, no dejamos de fumar. ¿Por qué? Sabemos que fumar mata, pero como cada cigarrillo no trae una consecuencia directa, no nos lo creemos realmente. En el caso de la vigilancia sucede igual. Sabemos que es mala, pero vamos cediendo nuestra intimidad porque no parece suceder nada y pensamos que es a cambio de cosas que nos molan.

Ahí entra otro de los peligros que tratas en tu libro: la adicción que generan las redes. Recoges una cita: “Las mejores mentes de nuestra generación están pensando en cómo hacer que la gente pinche en los banners”.

Lo dijo Jeff Hammerbacher, un programador que trabajó para Facebook desde los inicios, lo que llaman en la mitología de Silicon Valley “uno de los primeros cien”. Esa declaración encierra lo que ha sido la deriva de Internet. Hubo un momento en que parecía que iba a hacerse algo constructivo. Silicon Valley se llenó de grandes cabezas, de genios de la programación, del diseño, del desarrollo… Gente con imaginación, talento, disciplina… que llegaron allí para cambiar el mundo y terminaron buscando maneras de que la gente diese más 'likes'.

¿Cómo se convirtió el sueño de libertad de Internet en pesadilla? ¿O es que el sueño nunca fue real?

Internet es un proyecto muy joven y que en muy poco tiempo ha transformado todos los aspectos de nuestras vidas. Es la infraestructura más grande del mundo y conecta todos los países, incluyendo los que se llevan mal. Es natural que algo de tal dimensión necesite ir ajustándose. Internet se irá ajustando. El problema es que las infraestructuras que la conforman están cada vez en menos manos. Y esto va a agudizarse en el futuro, porque la concentración de recursos es cada vez mayor. Y esto, en un contexto de crisis climática, que es el tema real del libro aunque no lo diga, es peligrosísimo, porque dejas un aparato de vigilancia y manipulación intensiva en poder de las mismas personas que quieren acumular todos los recursos para protegerse de la crisis climática y dejar al resto de la humanidad a su suerte.

Una de las revoluciones que trajo Internet fue la de poder saber qué sucede en el otro extremo del mundo en tiempo real. Entonces, ¿esto podría cambiar potencialmente, con la desinformación?

Exacto: Internet se está convirtiendo en unos pocos ojos que lo ven todo en lugar de muchos ojos que lo comparten todo. Hay millones de personas en países pobres para quienes la red social es Internet. Gente que utiliza tarifas cero que sólo dan acceso a Facebook, Instagram y algunas aplicaciones más. Pero Internet no es la red social. Están pasando muchas cosas en Internet que no son la red social. Lo que sucede es que ésta domina el tráfico ahora mismo con aplicaciones extremadamente adictivas pensadas para extraer de las personas el mayor número de datos posible. Pero no tiene por qué ser así. Hay alternativas.

Otra idea que encontramos en tu libro es que cuando compartimos noticias indignantes o denuncias en redes sociales creemos estar haciendo una buena obra de difusión, pero, por lo que a Facebook respecta, solo generamos 'engagement'. Es decir, le hacemos el juego.

Ese compartir lo que nos indigna viene de los años 2002 y 2003, cuando, con el 'No a la guerra', empezamos a hacer nuestras propias noticias. Creamos blogs de manera masiva para ser testigos y contar nosotros el mundo. Que los medios oficiales vinculados al poder no fueran la única voz. Y era tan importante generar el contenido como compartirlo y que llegase al máximo de gente posible. Se decía aquello de que somos más poderosos que la CNN porque somos más. Entonces aparece Facebook y se convierte en esa herramienta de distribución inmediata. Los blogs eran algo por completo distribuido, pero Facebook es una herramienta cien por cien centralizada, en poder de una empresa que no la utiliza para salvar el mundo sino para extraer información de los usuarios.

¿Las redes son intrínsecamente perversas o existen aspectos positivos? Tienes más de 15.000 seguidores de Twitter.

Las redes son maravillosas. La red social no es la red. Yo no tengo un problema con la red. No soy ludita. Adoro Internet. He dedicado mi vida a escribir sobre ella. Mi vida sería infinitamente peor sin Internet. Con lo que tengo un problema es con el modelo de negocio basado en la extracción de datos que ahora mismo la domina. Internet no es eso. Lo veo un poco como un virus oportunista. Algo que ha venido a extraer la energía de los movimientos sociales. Ahora más que nunca necesitamos estar conectados a nuestra comunidad, ser capaces de coordinarnos para resistir los retos que vienen, y que están vinculados a desastres naturales, falta de recursos, de agua, al aumento de las temperaturas… Necesitamos más que nunca esa red.

Mientras en los colegios de todo el mundo se introducen las tecnologías, los peces gordos de Silicon Valley llevan a sus hijos a escuelas de donde lo digital está desterrado. Esos niños hasta elaboran a mano sus propios libros…

El mundo de la tecnología actual es el único cuyos grandes artífices dicen abiertamente que no toleran que sus hijos usen los productos que ellos mismos diseñan. A Steve Jobs le preguntaron qué opinaban sus hijos del iPad y respondió que ni lo habían tocado. Y sí, existe en Silicon Valley esta escuela, carísima, adonde van los hijos de los gurús digitales y donde aprenden de manera tradicional, de modo que no tengan que coger un móvil en sus vidas. ¿Por qué? Porque sus padres saben que diseñan esos productos como si fueran máquinas tragaperras: para producir una adicción irrefrenable en personas desprotegidas. Esto tendría que decirnos algo, ¿no?

¿Y cómo hacemos con nuestros hijos?

La clave está no en que sepan usar las herramientas sino en que aprendan a hacerlas, su funcionamiento. Es una diferencia crucial: Que no sean estas herramientas centralizadas quienes les digan qué tienen que hacer sino, si acaso, al revés. Cualquier actividad que les ayude a entender cómo funciona el sistema va a ser beneficiosa para ellos. No digo que vayan a ser ingenieros de Google y hacerse ricos, pero sí que comprendan el papel de las tecnologías en sus vidas y cuáles les benefician y cuáles no.

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