'Leer el presente' es un espacio que dedicamos a libros desde eldiario.es/murcia. Del mundo a la página y viceversa. Coordina José Daniel Espejo.
Érase un verso, poemas revisitados por Nórdica
Dice Neil Gaiman que los chicos y las chicas preferirían no ser realeza, que
“Los chicos preferirían no ser príncipes /
y muchos chicos besarán con ganas a las chicas del pueblo /
allá en los pastos de las ovejas, alguna noche,/
antes que a la princesa, si no viniera como parte del paquete“
en un poema llamado 'Los chicos y las chicas juntos'
Mientras Theodora Goss recuerda en 'Lo que le dijo su madre' que
“Cuando te encuentre el lobo, recuerda:/
sé cortés, pero evasiva. /
No responder es mejor que una respuesta tonta.“
Y sigue
“Si te has desviado del camino, recuerda que también me desvié yo. /
No es de gran importancia, /
siempre que prestes atención a las señales: dónde crece el musgo en la corteza, /
dónde el petirrojo construye su nido.“
¿Cuántas veces no nos habrán dado este consejo para evadir acosos callejeros? ¿Cuántas veces nuestras madres y abuelas se habrán perdido exactamente en los mismos bosques que nosotras? Y cuántas pocas veces nos han dicho lo que sigue por falta de conciencia, miedo al que dirán o porque sus madres nunca mataron a lobos por ellas...
(…) “Y que sepas que estoy contenta/ contigo, mi hija./
Pero recuerda, volviendo por el bosque,/
calentita contra la noche con una capa de piel de lobo:/
el cazador es también un lobo“
Todas esas veces que no me lo dijeron ha resonado en mi cabeza este poema de Theodora Goss.
Bien le podría contestar Sally Rosen Kindred con que ella
“No tenía capucha roja, nada para cubrirme la cabeza./
¿La verdad? No tenía ninguna hermana que me cortara/
el cabello antes /
de que pudiera ser trepado“ que le 'Dijo Rapunzel al lobo' y es que no todas tuvimos la suerte de conocer la sororidad desde niñas.
Siempre me han gustado las revisiones de cuentos y las autorías colectivas y Nórdica Libros acaba de sacar una edición donde han seleccionado a ilustradores e ilustradoras que han trabajado con esta editorial en sus quince años de andadura para que dialoguen gráficamente con los poemas en un volumen llamado 'Érase un verso (poemas de hadas revisitados)'.
De la mano de poetas y poetisas de los siglos XX y XXI revisitan los cuentos de hadas clásicos, con maravillas como la presente. Con poemas deliciosos y agridulces como los de arriba y potentes y algo gores como el de 'La chica final de Barba Azul' o 'La revisionista' de Verónica Schanoes con el que acabo, porque las niñas que crecimos con esos cuentos ya no queremos morir por ellos.
“Lo sabía, mira.
Siempre supe lo que encontraría al abrir esa puerta.
No había ninguna sorpresa en esa cámara de horrores.
Nada entre esas mujeres, mutiladas, torturadas, descuartizadas,
sangrando de bocas abiertas y cuellos acuchillados
ojos azules de escarcha y putrefacción pieles vivas con gusanos
vulvas en jirones y malolientes,
llenas de mierda,
nada que no hubiera visto antes
en las noticias
o en el cine
o en viejas instantáneas en blanco y negro del lugar del crimen.
Supe en todo momento con qué me había casado
así que podrías preguntarte lo que otros han preguntado:
¿por qué me molesté en abrir esa puerta? ¿por qué tenía que mirar?
¿Por qué no simplemente matarle y basta?
¿Por qué no darle garrote en nuestra noche de bodas,
envenenar su champán,
meterle una bala en la sien
justo después del «Sí, quiero»?
¿Por qué no ahorrarme esa visión?
Podría decir que «actuaba por el interés de la justicia»
que saberlo no es suficiente
uno debe tener «pruebas»,
del tipo que se pueden ver.
O puedes pensar que guardaba una pizca de esperanza,
que le amaba y necesitaba ese último argumento
para abrirme los ojos.
Pero os digo, estaban abiertos desde el principio.
La verdad es que la verdad
estaba detrás de esa puerta
y la verdad te hará libre.
La verdad es que no podría hacerlo sola;
sola, no tenía estómago para ello
y necesitaba
las miradas fijas de esos ojos muertos,
las segundas sonrisas de esos cuellos degollados,
la fuerza de esos huesos destrozados,
las filas agudas de esos dientes manchados de sangre
esos músculos malheridos para impulsar mi brazo
mientras bajaba el hacha
en un arco imparable.
Necesitaba esas voces ahogadas en mi garganta
para el último grito mientras
el metal le partía el cráneo.
Un globo ocular saltó de su cabeza
y necesitaba esos pies amarrados y rotos
para aplastarlo debajo del talón de mis botas.
Por eso me encontraron donde lo hicieron,
detrás de la puerta con mi predecesororas,
intentando restaurarlas con sangre y miel
y aguja y pelo, cosiendo las piernas equivocadas
al cuerpo equivocado
a la cabeza equivocada
sangrando, monstruosa, legión, juntas.
Sobre este blog
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