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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

Los responsables de las opiniones recogidas en este blog son sus propios autores.

Inmunes impunes

Atención a pacientes COVID en un hospital (EFE)

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¿Cuántos cargos políticos de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia se vacunaron contra la COVID-19 sin que les perteneciera hacerlo además de Manuel Villegas y siguen en su puesto? ¿Cuántos cargos políticos de ayuntamientos murcianos además de Esther Clavero recibieron la vacuna y todavía no han dimitido? ¿Cuáles son los nombres de unos y otros? ¿Cuáles son los nombres de los responsables políticos que consintieron o ampararon la tropelía?

Esas preguntas tienen respuestas, pero no las sabemos, y posiblemente no las sepamos nunca. Los murcianos y las murcianas no queremos que se desvelen datos personales de nadie, lo que queremos es que dejen la actividad política, que abandonen el servicio público que tienen encomendado, quienes hayan metido la pata, o mejor dicho, quienes hayan puesto el brazo indebidamente.

Pero no. Lo que tenemos es, agárrense que vienen curvas, un año, sí, ¡un año! de Comisión de Investigación en la Asamblea Regional para responder a esas preguntas. “¡Es mester tener poca vergüenza!”, que diría mi abuela. Juan José Liarte, de Vox, lo ha dicho de otra forma: “Es una pérdida de tiempo terrible, lo más urgente es saber si contamos con los medios necesarios para atender la pandemia”.

Cuando más necesitados estamos de una clase política que gobierne con transparencia y diligencia la situación más grave de los últimos cien años en la Región de Murcia, aumenta la desafección hacia el noble e imprescindible oficio de la política en una sociedad vapuleada por la pandemia y agotada por la incapacidad de sus dirigentes.

Somos conscientes de la cantidad de meses sin descanso que han trabajado servidores como Villegas y Clavero para minimizar los efectos de la pandemia entre la población. Y también sabemos que si terminaron su carrera política es porque obraron mal. No es tan difícil reconocer lo que se ha hecho bien y mal desde marzo de 2020. Pero en política se está para asumir responsabilidades, no para dar patada a seguir, como en el rugby. Necesitamos políticas lúcidas, valientes y honradas, políticos que den la cara y jueguen limpio para ganar este partido.

No pasemos por alto que se nos oculte una información de dominio público, no nos conformemos con una 'tomadura de pelo', como ha dicho María Marín, diputada de Podemos, al referirse a la Comisión de Investigación sobre las vacunas.

 Seguiremos con la sospecha de tener cargos públicos inmunes e impunes. Terreno abonado para negacionistas del SARS-CoV-2, populistas y conspiranoicos, también inmunes (a la inteligencia) e impunes (sin mascarilla, y vendiendo a precio de oro botes de clorito de sodio para curar la COVID-19, el cáncer y hasta el autismo).

Reflexiones que escribo después de casi un mes encerrado en casa por culpa del coronavirus, harto de telediarios y series en streaming. ¿Leer? Lo primero que ataca el bicho es tu cabeza, la coloniza y te dice: “Vas a volver a leer un periódico o un libro cuando a mí me dé la gana”. Les explico brevemente los síntomas leves del bicho invisible, la insoportable levedad del virus de moda.

Resulta que el bicho, una vez se hizo fuerte en la cabeza a base de punzadas de martillo y cincel, emprendió un viaje por el resto del cuerpo, y se lo pasó bomba. De cintura hacia abajo me recordó aquel “¡Dios mío, no siento las piernas!”, de Santiago Urrialde imitando a Rambo. Dolor intenso sentado o acostado, solo de pie parecía calmarse un poco. En el tren superior, el bicho visita nuestros órganos vitales sin pedir permiso. De pronto sientes como si una aguja te atravesara el corazón, y otra los riñones, mientras los pulmones reclaman espacio para poder trabajar. El aparato digestivo lucha por mantener el equilibrio y no son raras las náuseas. El olfato y el gusto se perdieron y no han regresado. Receta para el cuadro: paracetamoles, aislamiento y paciencia, con el tranquilizador apoyo de mi médico de Atención Primaria, que me controlaba por teléfono llamándome hasta en fines de semana.

El bicho te reta en lo físico y en lo psicológico. Es una guerra en la que no llegas a 38 de fiebre pero piensas más de una vez que si te pilla fuera de juego, el bicho acaba contigo. Te acuerdas de que tienes que pasar por notaría y hacer testamento para tus hijos, la generación ERTE. Y entiendes las cifras de fallecidos en la pandemia y sus edades.

Cuando escuchen en las noticias que alguien dio positivo pero presenta síntomas leves, ya saben algo más de esa levedad. Y cuando les hablen de vacunas, salvar la Semana Santa, o presencialidad en las aulas, intenten no perder la compostura, ni enfadarse, asuman con deportividad que la solución está lejos pero tenemos que mantener la esperanza por los que sufren ERTES, ERES y paro sin derecho a prestación por desempleo.

Esto es lo que hay y habrá, porque el bicho tiene previsto quedarse una larga temporada, como nuestras sospechas sobre gobernantes inmunes impunes. 

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