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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

Los responsables de las opiniones recogidas en este blog son sus propios autores.

El precio de desafiar la gravedad

Escena de 'Oh! EurOZpa

Antonio Chumillas González

“ Si quieres encontrarme, mira al cielo del Oeste. Alguien me dijo una vez: ¡Todos merecemos la oportunidad de volar!”

La partitura marca el crescendo de rigor, la actriz se eleva por encima de las cabezas de un público incapaz de cerrar la boca, el coro hace su entrada y la orquesta marca el inicio de una maravillosa coda que desemboca en un hipnótico (y largo) acorde final que te eriza los pelos al tiempo que la sala se queda completamente a oscuras. Acaba el primer acto entre aplausos, estupefacción, llantos y miles de sensaciones imposibles de describir. Y por primera vez, lo entiendes. Sabes que aquella joven de piel verdosa con la que llevas identificándote durante toda la obra se acaba de autoproclamar el azote de Oz.

Como dicen en la novela (palabra que omiten de la versión escénica), Elphaba se ha convertido en una terrorista. Por elección propia.

Porque el Mago, Glinda, los ozianos y la propia historia necesitaban a su Bruja Malvada del Oeste. Y eso implica hacer sacrificios. Aunque el precio que estemos dispuestos a pagar sea demasiado alto. Este es el argumento de ‘Wicked: Memorias de una Bruja Mala’ (Gregory Maguire; 1995), una novela que relata la historia de la joven Elphaba desde su nacimiento hasta su muerte como la Malvada Bruja del Oeste a manos de Dorothy y su cubo de agua. Convertida en el mayor éxito del teatro musical actual gracias a la inteligente adaptación de Universal Estudios, el relato original es una fábula política y satírica que trasciende por encima de su base literaria, ‘El Mago de Oz’ (L. Frank Baum; 1900).

Para ello, Maguire hace un ejercicio de imaginación increíble: sin renunciar a lo que leemos en el cuento de Baum, el autor rellena los huecos vacíos de la historia para que seas capaz de querer a la mala del cuento. Gregory no endulza a Elphaba (nombre que le da al personaje), sino que decide ir un paso más allá y oscurece el universo de Oz. Si en ‘El Mago de Oz’ descubríamos ese mágico mundo desde la perspectiva de una niña pequeña fascinada por los enanos, brujas, espantapájaros, hombres de hojalata y leones parlantes, aquí asumimos la visión de una niña repudiada por su color de piel. El mismo mundo de colores pastel, de cuervos cantarines y de hadas esnifa purpurina. ¿Qué cambia? Únicamente el punto de vista: el narrador.

Y Maguire, el autor, lo sabe. Sabe que desde su posición de creador de historias omnisciente, nos puede inducir a que pensemos lo que él quiera. Igual que el propio Mago de Oz hace en el cuento homónimo: nos dice que la Bruja es Malvada (sí, en mayúsculas porque ese es su nombre) y envía a una niña extranjera a matarla. A una simple niña.

  • - Ayúdame y yo te ayudaré.
  • - ¿Qué debo hacer? – preguntó la niña.
  • - Mata a la Malvada Bruja del Oeste – respondió el Mago.

Y funciona. Tanto en el cuento de Baum como en la novela de Maguire, el relato es coherente porque es creíble. Los seres humanos funcionamos de esa forma.

Lo que estamos viviendo en España es un claro ejemplo de ello: independentistas, nacionalistas, políticos, prensa… todos se creen los héroes de su propia historia. Todos asumen el papel de narrador omnisciente.

Como pasa con Dorothy y Elphaba, ambas visiones coexisten de forma coherente porque se construyen desde la veracidad. Nos buscan ser reales: buscan parecer reales.

Cuando un periódico (sea el que sea), te dice que Pedro Sánchez ha constituido un gobierno de Frankenstein, el editor y los periodistas parecen olvidar que en 1996, Aznar obtuvo la presidencia porque pactó con Jordi Pujol en el Pacto del Majestic. Sí, Aznar pactó con partidos nacionalistas y les traspasó nuevas competencias.

La actual marea independentista no nace de la noche a la mañana. Es la resulta de intereses políticos que van más allá de nuestra actual democracia. El punto de inflexión fue cuando el PP dio carta blanca a Pujol en el tema de educación a cambio de que este le apoyase como presidente. Jordi lo hizo sabiendo lo que ocurriría después. Aznar también lo sabía: ahora, esos niños han crecido y han sido educados en un férreo sentimiento ideológico. Igual que nosotros. 

Un juego macabro donde nosotros no ganaremos NUNCA.

Los Magos siguen en sus fríos castillos intocables diciéndonos quienes son las nuevas Brujas del cuento. Diciéndonos quienes son los malos (wicked) del cuento.

Y, ¿sabéis que es lo peor? Que no habrá aplausos cuando acabe el primer acto. Ni coro, ni orquesta, ni acordes… Solo lágrimas y un fundido en negro. Y después… nada.

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