Siempre me sorprendo con las cosas del azar y del olvido, allá donde habite. No a los pies de mi cama sino junto a la cabeza tengo una estantería con decenas de libros, que por paisaje cada noche observo, antes de acostarme.
Ya llevo varias semanas mirando el lugar que ocupan las obras de José Saramago, también pensando, “cuán presto se va el placer”, y de pronto cómo olvidamos a un escritor al que, otrora, dedicábamos muchas horas de nuestra fugaz vida.
Y en eso consiste la vida, en que puedas contarla y vivirla, hasta el día que la palmas; cierto es que para el escritor ahí quedan sus obras. El escritor ya no podrá salir en el telediario, y ser noticia al tiempo que te recuerde su obra. De manera que tendrán que ser otros los que te la tengan que recordar, a través de alguna efeméride o por cualquier otra cosa o cualquier menester.
Por cualquier cosa, a pesar de tenerlo todos los días, sobre mi cabeza, me acordé el otro día de Saramago. El otro día, al caer la tarde, por azar leí una pequeña nota en el periódico en la que se anunciaba un concierto de Víctor Coyote, que clausuraba los acústicos “Espacio Molinos del Río ”River Sounds“ de Murcia, y además gratis. Miel sobre hojuelas.
De pronto me trasladé a los primeros años de la década de los 90 y a aquellas floridas canciones de Víctor, que tanto canté y bailé. A veces, sólo en casa, pongamos que después de un estupendo aperitivo, simplemente celebrando la alegría misma de vivir. Y cómo escribió García Márquez, otro Nobel: “Vivir para contarlo”.
Para contarlo, pues, al concierto me marché, aunque no me invitaran y hubiera mucha chica mona. Y me sorprendió Víctor Coyote con un pedazo de concierto. Tocando las guitarras, la española y la portuguesa de Braga; tocando la guitarra, desde las primas hasta los bordones que utilizaba a modo de bajo; cantando con varios registros de voces, bailando como un showman y hasta contando un chiste, entre dos temáticas a elegir, que a mano alzada eligió la concurrencia sobre Franco. No creo que Víctor Coyote tenga que dimitir por el chiste que alguno, fuera de contexto, podría calificar de políticamente incorrecto. A esa voz y a esa guitarra se sumaba, o fundía, la precisa maestría del percusionista Ricardo Moreno. Y qué más decir, pues decir que el concierto fue un gozo para los sentidos, un placer, como un regalo no esperado.
Desde el principio hasta el final me acordé de Saramago, y no en esta ocasión por azar sino por asociación de ideas. Esa noche Víctor Coyote no cantó: “Mi vecinita de al lado” es Portugal. Y yo asocié esa canción a “La Balsa de Piedra”, la novela de Saramago, porque desde siempre al azar la he asociado sin saber cómo ni por qué. De manera que al azar, así es la vida, un frenesí, siempre me sorprendo con las cosas del azar.
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