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Crítica El juicio de los 7 de Chicago

La historia se repite y se repetirá

Fragmento de la película El juicio de los 7 de Chicago

elDiario.es Navarra / Cristian Ruiz

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Seguro que hay muchas interpretaciones demasiado subjetivas y licencias dramáticas que Aaron Sorkin se ha permitido, pero El juicio de los 7 de Chicago es una película que dialoga sobre la realidad política de los Estados Unidos; aunque el medio escogido para hacerlo sea anterior, el famoso juicio de 1969 en el que ocho representantes de las manifestaciones contra la Guerra de Vietnam de la Convención Nacional Demócrata fueron acusados de incitación a la violencia y conspiración. Y lo es porque nunca se permite levantar el ancla de la realidad, un gran ejercicio de investigación documental que le permite coquetear con el archivo e incluso utilizarlo como fuente a partir de la cual construir los hechos dramatizados.  

De esta misma forma, con una rápida y divertida intercalación de archivo y rodaje, asienta ya desde el primer momento los cimientos y contextualiza a los 8 protagonistas de la película y la convulsa realidad sociopolítica en la que se encuentran. Un inicio que ubica, con una agradecidísima dosis de humor, a cada uno en su ámbito y sus dispares puntos de vista sobre la forma de protestar contra la guerra. Desde los diplomáticos Tom Hayden (Eddie Raymane), Rennie Davis (Alex Sharp) y David Dellinger (John Carroll Lynch); hasta los hippies Abbie Hoffman (Sacha Baron Cohen), Jerry Rubin (Jeremy Strong) y el pantera negra Bobby Seale (Yahya Abdu-Mateen II). Un acertado cásting, al que cabría añadir a los abogados Richard Schultz (Joseph Gordon-Levitt) y William Kunstler (Mark Rylance), que demuestra estar a la altura de la importancia y rigurosidad de los hechos.

No obstante, nada queda a la altura del texto, cosecha del ya maestro Sorkin. Mediante un aderezo de humor y puro entretenimiento, hace emulsionar la historia con el presente para acabar presentando un suave plato de humanidad y esperanza. Un plato principal que, aunque brille por el diálogo, se fundamenta por sus capas más profundas, ricas en indirectas referencias temporales –ya sean raciales, como el de Bobby Seale y el actual Black Lives Matter o políticas, como la división de la rama progresista– y en la consistencia de su tesis. Lejos de desconfiar y protestar por las insuficiencias del sistema político, las utiliza para insuflar optimismo y responsabilidad en el ciudadano: “El pueblo nos mira”. Y eso es un plato que gusta en todos los países del mundo.

Y es que, aunque El juicio de los 7 de Chicago ya funciona simplemente como entretenido relato de uno de los momentos más dudosos de la historia americana, logra elegirse como una de las películas más relevantes del año cuando hace del fin aparente un medio para levantar la voz a través del tiempo. Un discurso que cierto es que puede antojarse demasiado oportuno en el presente, pero que resulta atemporal y universal al poderse aplicar en cualquier idioma. Son miles los sucesos de la historia española que cabría recordar –y que ya se están recordando– y que sirven de advertencia mayúscula de lo que puede suceder. Porque la historia se repite y se repetirá, y entonces volverá a ser importante recordar relatos como el de Sorkin.

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