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Benegas, político de paz y pactos

Txiki Benegas, en el centro de la imagen.

Aitor Guenaga

Es prácticamente imposible elegir una fotografía de cualquiera de los acontecimientos básicos de la historia de la Euskadi que salió del franquismo en la que no aparezca Txiki Benegas. Esa instantánea en blanco y negro del Consejo General Vasco en el que junto a otro histórico del socialismo vasco, Ramón Rubial, posaba en enero de 1978 frente al árbol de Gernika, no era sino la semilla de un autogobierno vasco (1977-79) al que dedicó buena parte de su vida política. O la de los principales dirigentes de los partidos vascos en torno a una mesa en la que se rubricó el Pacto de Ajuria Enea, en 1988, una fotografía que enviaba una mensaje de unidad ante el terrorismo inmisericorde de ETA.

Nacido en Caracas el 28 de junio de 1948, este hijo de exiliado vasco de la Guerra Civil ha dejado su intuición política y su apuesta por el pacto entre diferentes en cada una de las reuniones, veladas y confesiones en las que ha participado a lo largo de su extensa carrera. Siempre pensando en la ciudadanía a la que servía, pero sin olvidar su ideario político socialista y su afán por la igualdad y la justicia social.

Elegido secretario general del PSE en 1977, responsabilidad que desempeñó hasta el Congreso de 1988, llegó ese año a la presidencia de los socialistas vascos, cargo que ocupó hasta 2003. Dedicó buena parte de su vida política a dos tareas que se convirtieron a la postre en los objetivos políticos de su generación: defender la democracia frente a los embates del terrorismo de ETA en los ya olvidados años de plomo y construir el autogobierno vasco desde el acuerdo con la otra gran tradición política en el País Vasco, el nacionalismo institucional del PNV.

Cuando en Euskadi se enterraba en la oscuridad y de manera meteórica a las víctimas del terrorismo etarra, y cuando el acompañamiento institucional era tan pobre que casi sonaban más los gritos en favor de la pena de muerte y de los golpistas nostálgicos del franquismo, Txiki Benegas nunca faltaba a la cita más amarga.

En 1988 también se sentó en la mesa en la que se retrató a una generación de políticos que, junto al lehendakari José Antonio Ardanza, sellaron en enero de 1988 el Pacto de Ajuria Enea. Si fue posible tragarse la bilis al estar frente a frente a Antxon, cómo no abonar el pacto entre las diferentes sensibilidades políticas que denunciaban la violencia etarra.

“No se puede contar la historia reciente de Euskadi, ni entender la política vasca, sin nombrar a Txiki”, han repetido adversarios políticos y correligionarios desde que la noticia de su muerte, a los 67 años, ha saltado al filo del mediodía de este martes en las redacciones de los medios, las cancillerías políticas o en el Congreso de los Diputados, lugares todos ellos que Benegas conocía bien.

Candidato a lehendakari en dos ocasiones, le ganó en escaños al PNV y pudo convertirse, con sus 19 diputados en la Cámara vasca, en el primer presidente vasco en aquellas autonómicas en las que los peneuvistas, pese a verse diezmados por la escisión de 1986, lograron finalmente retener Ajuria Enea. Benegas intentó hacer un gobierno con EA y Euskadiko Ezkerra, pero simplemente fue imposible. Y finalmente, para evitar la repetición de las elecciones, pactó con los peneuvistas. Sería después cuando socialistas y peneuvistas forjaron un sólido acuerdo político que alumbraría entre 1987 y hasta 1997 el autogobierno vasco.

Su mano es visible también en textos fundamentales. Durante la transición, participó directamente en la elaboración de la Ley de Amnistía (1977) y le correspondió su defensa en el Congreso. También colaboró en la elaboración de la Constitución de 1978, con la defensa en el pleno del título VIII que regula la España de las Autonomías. Participó, asimismo, en la confección del Estatuto de Gernika y formó parte de la Comisión Constitucional del Congreso en la que se debatió.

Siempre que se presentó a diputado al Congreso obtuvo representación por las filas de los socialistas vascos. Y llegó también a ser el todopoderoso 'número tres' en el PSOE de Felipe González. El próximo jueves su familia le dará el último adiós en el cementerio de Polloe, en su querida Donostia.

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